viernes, 27 de febrero de 2009

Los caballeros de la tabla redonda

El rey Uter de Pandragón había muerto y toda Gran Bretaña estaba de luto.¿Quién le sucedería en el trono? Del castillo real de Logres fueron enviados seis caballeros en busca del mago Merlín para pedirle consejo sobre tan importante decisión.
Merlín era un mago bueno y muy poderoso, cuyos consejos habían sido siempre preciosos al gobierno del país. Pero no era fácil dar con él. Aparecía cuando menos se esperaba y se escondía, en cambio, cuando sabía que se le necesitaba, transformándose en lagartija, en enano, en niño o en mujer, tomando, en fin , los aspectos más diversos. Aquella vez compareció ante los seis caballeros con el aspecto de un pobre mendigo andrajoso y estuvo burlándose largo rato de ellos antes de darse a conocer. Al fin se mostró en su verdadero aspecto y aconsejó esperar la noche de Navidad para elección del nuevo rey. Les entregó un yunque en el que se hallaba sólidamente incrustada una espada y les dijo que debería ser elegido rey aquel que fuese capaz de arrancarla.
La noche de Navidad llegó a fin. El yunque con la espada fue transportad a la plaza del pueblo y allí en presencia del arzobispo, se presentaron, uno tras otro, todos los barones y nobles del reino para intentar la prueba. Pero fue inútil; ninguno de ellos fue capaz ni tan siquiera de mover un centímetro la espada. Desanimado, el pueblo iba ya a abandonar la plaza y regresar a su casas, cuando se adelantó un jovencillo delgado y tímido. ¿Quién sería? Nadie le conocía. El jovenzuelo preguntó al arzobispo con voz débil si podía intentar la prueba. El arzobispo estaba perplejo y los altos dignatarios que se hallaban a su lado sonreían: ¿Cómo aquel endeble muchachuelo iba a conseguir lo que los grandes y robustos señores de Gran Bretaña no habían logrado? El arzobispo, sin embargo, no dijo que no al muchacho; le dejó hacer. Y con gran asombro de todo, apenas el muchacho empuño la espada ésta se separó sin esfuerzo del yunque. El pueblo entonces le aclamó: era un milagro y con él se manifestaba la bondad divina. Por lo tanto el jovenzuelo fue coronado rey.
Se supo entonces que se llamaba Arturo y que había sido discípulo del mago Merlín.
Apenas subido al trono, el joven rey Arturo supo hacerse amar de sus súbditos por su gran valor y por su exquisita bondad. No había presa empresa temeraria que no intentase, cuando se trataba de defender la inocencia calumnia; y cuando él intentaba una empresa, la llevaba siempre a buen fin.
Bastará recordar el castigo que infligió al desgraciado rey Claudio de la Tierra Desierta, que había invadido el territorio del débil rey Leogadán, molestándole y persiguiéndole durante siete años. El pobre Leogadán no sabía como liberarse de aquel abuso, cuando he aquí que cierto día vio comparecer entre las filas de su ejercito a un caballero desconocido que se ofreció a combatir por él. El caballero demostró más fuerte que todo un ejercito e hizo prodigios de valor. El solo derrotó y exterminó a gran parte del ejercito enemigo, desafiando en duelo al propio rey Claudio y matándole. El valeroso héroe fue llevado en triunfo hasta palacio, donde se celebró un espléndido banquete en su honor. Asistió a él la hija de Leogadán , que se llamaba Ginebra. Era una hermosa princesita, blanca y rubia como un hada. El caballero desconocido se enamoró perdidamente de ella n cuanto la vio y la hermosa Ginebra, por su parte, también se enamoro de él. Pero ninguno de los dos osó demostrar sus sentimientos. Compareció entonces de improviso en la sala el mago Merlín, que, sentándose al lado del rey, empezó a decirle:
-Señor, ¿cómo no habéis pensado todavía en casar a vuestra hermosa y virtuosa hija?
El rey suspiró que no había tenido tiempo de pensar en ello, ocupado en su lucha contra el funesto rey Claudio.
-Pues bien-repuso Merlín, he aquí una ocasión propicia para casarla. Dádsela al caballero desconocido que ha salvado vuestro reino. ¿No veis que está enamorado de vuestra hija y ella de él ? Además os confiaré una cosa: este caballero tan valeroso, y tan sabio, es el célebre rey Arturo, señor de Gran Bretaña. ¡En verdad que vuestra Ginebra no podría aspirar a nada mejor!
Las bodas s quedaron pronto concertadas. Y de este modo, el más esforzado de los caballeros tuvo por esposa a la más bella de las princesas.
En aquél mismo tiempo se casó también el mago Merlín. He aquí como sucedió, esté paseaba cierta ocasión a orillas de un lago, cuando descubrió , sentada en la orilla, a una gentil doncella, llamada Viviana, que se miraba en el agua, peinando sus hermosos cabellos. La doncella era muy hermosa, y parecía también muy inteligente, tanto que Merlín empezó a hablar con ella animadamente . Pronto quedó prendado de su rara ingenuidad, unida, sin embargo, a una instintiva y profunda sabiduría . El la hizo reír mucho con sus juegos de magia, transformándose en luciérnaga o en rana, haciendo surgir en medio del lago un magnifico castillo, o caminad sobre el agua sin mojase. La doncella le preguntó el secreto de aquellos juegos; y Merlín se dio cuenta de que ella poseía una rara facilidad para aprender rápidamente las fórmulas mágicas e incluso repetir aquellos juegos con éxito.
-¿Por qué no nos casamos?-le preguntó Merlín, encantado de su gracia. Haríamos, en verdad, una hermosa pareja.
Viviana aceptó con entusiasmo, con la condición de que Merlín la convirtiese, a su vez, en maga. Algún tiempo después, Merlín se presentó al rey Arturo y le dijo:
-Señor, ahora que he tomado esposa, sólo podremos vernos muy de tarde en tarde. Quizás no me dejaré ver nunca más. Pero antes de dejaros quiero deciros algo muy grave. Estáis destinado a grandes empresas. La mayor de ellas, sin embargo será la búsqueda del Grial. Debéis saber que en alguna parte del mundo existe la copa santa en que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo, pero nadie sabe exactamente donde se encuentra: esta copa se llama Grial. A al fin, deberéis instituir una nueva orden caballeresca, en la que agruparéis a los más valerosos guerreros de nuestro reino y de los reinos vecinos. Y para que exista entre vosotros una completa hermandad de armas y todos seáis considerados iguales, deberéis reunirlos en torno a una mesa redonda. Y por eso la orden instituida se llamara “de la tabla redonda”
La idea agradó al rey Arturo que la hizo proclamar por sus heraldos. Inmediatamente de todas partes afluyo la flor y nata de los caballeros y el día de navidad el rey inauguró la gran Tabla redonda, en torno a la cual se reunieron 150 caballeros. Un solo asiento debería quedar vacío, según el consejo de Merlín, siendo éste destinado al caballero elegido, que algún día comparecería para ocuparlo. Los otros asientos fueron ocupados por los caballeros legados de todas partes del reino; y el rey se sentó entre ellos, como un igual.Pronto sintieron los caballeros sus corazones invadidos por una gran ternura fraterna: un lazo profundo los uniría para siempre en cualquier empresa santa que intentasen. Juraron no negar jamás su ayuda a los débiles y a los oprimidos, y si uno de ellos se hallaba en peligro, todos deberían acudir inmediatamente en su ayuda; y si uno de ellos desaparecería en la conquista del Grial; todos los demás se pondrían rápidamente en su búsqueda, lo mismo durase esta un día o un año.

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