domingo, 5 de mayo de 2013

El león y la mariposa


El león que había comido en abundancia, descansaba muellemente en un claro del bosque.
La mariposa, revoloteando  con gracia rozó con las alas el hocico de la fiera. Luego se elevó velozmente, orgullosísima de tal audacia. Pero el peligro la atraía. Volvió  a bajar, se posó un instante en la salvaje maraña de la melena, agitó las alas sobre la frente majestuosa y volvió a elevarse de prisa.
El león abrió los ojos, miró aviesamente la mariposa que ahora revoloteaba en torno a la rama de un árbol.
-Aquí en la selva todos me respetan-rugió ¿Y tú, necia, te atreves a burlarte de mí?
Creí que no te habías dado cuenta.
A mí no se me escapa nada. Y hasta cuando duermo mis sentidos vigilan. De todos modos, si no quieres que con un resuello te reduzca a ceniza, vete lejos, muy lejos de aquí.
La mariposa replicó:
-Me hablas con soberbia. Haces mal, muy mal. Porque un día ¿Quién sabe?, tal vez podrías necesitarme.
-¡Esta sí que es buena! Dijo el león con una risotada ¿Dices que yo un día te necesitare? Yo no necesito de nadie; soy el habitante más poderoso de la selva. Ante mi tiembla hasta al terrible tigresa, tiembla el valeroso leopardo, tiemblan las zorras, los chacales, las hienas.
-Eso no importa. Yo te digo que algún día podrías tener necesidad de mi ayuda,
-Entonces ¿crees que voy a pedirte que luches a mi lado, o mejor aun que luches en mi lugar?
-¡Calla!- dijo la mariposa. Veo a poca distancia un hombre armado.
-¿Qué dices?- pregunto, inquieto, el león.
La mariposa voló hacia el cazador que se disponía a disparar una flecha y dando vueltas a su alrededor, proyectó sobre sus ojos un juego de sombras inquietas que dieron inseguridad a su tiro. La flecha partió con un silbido, penetro en el tronco de un árbol, y el león, de un salto,  se puso a salvo en la espesura del bosque.
Poco después la mariposa lo alcanzo, para decirle orgullosa:
-¡Imagínate, oh mi poderosísimo señor, cuál hubiese sido tu suerte, sin mi oportuna ayuda!
-Es verdad- admitió  el león. Hoy he aprendido que aun las más humildes criaturas pueden prestar inmensos servicios.

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