domingo, 30 de junio de 2013

Algunos apuntes de mitología nórdica

El sol y la luna perseguidos por lobos.

La mitología nórdica o escandinava comprende la religión, creencias y leyendas de los pueblos escandinavos, incluyendo aquellos que se asentaron en Islandia, donde las fuentes escritas de la mitología nórdica fueron reunidas. Es la versión mejor preservada de la antigua mitología germana, común a todos los pueblos germanos, que también incluye la estrechamente relacionada mitología anglosajona. La mitología germana, a su vez, ha evolucionado de una mitología indo-europea que era más temprana.
La mitología nórdica era una colección de creencias e historias compartidas por los pueblos germanos septentrionales. Es importante señalar que esta mitología no era compartida por los pueblos nórdicos de etnia urálica (fineses, estonios y lapones) ni báltica (letones), quienes poseían una propia. No era una religión revelada, pues no había una verdad entregada por los divinos a los mortales (a pesar que tiene relatos de personas normales aprendiendo las historias de los dioses de una visita de, o a, ellos), y no tenía un libro sagrado. Esta mitología era transmitida oralmente en forma de una larga y regular poesía. Dicha transmisión continuó durante la era vikinga, y nuestro conocimiento sobre ella está basado principalmente en las Eddas y otros textos medievales escritos durante o después de la cristianización.
La Vieja Eda o Eda poética, cuyo origen data del año 1000, contiene poemas muy antiguos como la Voluspa. La nueva Eda, en prosa, redactada en el siglo XIII por el islandés Snorre Sturluson, ofrece un repertorio de viejos mitos y viejas leyendas de la poesía islandesa.

En el folclore escandinavo, estas creencias duraron mucho tiempo, y en algunas áreas rurales algunas tradiciones han sido mantenidas hasta hoy. Otras han sido recientemente revividas o reinventadas como el neopaganismo germano. La mitología también ha permanecido como inspiración en la literatura así como en producciones escénicas o películas.
Creación del mundo, de los dioses y de los hombres

Ymir atacado por Odin, Vili y Ve
En el caos primitivo existía un abismo bordeado, al Norte por una muchedumbre de nubes (Niflheim), en medio de la cual brotaba la fuente  Hvergelmir, que daba origen a los doce ríos helados, y al Sur por la región del fuego (Muspelheim). Del contacto de las ardientes emanaciones de esta con los hielos del Niflheim nacieron  los dos primeros seres : el gigante Ymir, quien con su brazo izquierdo engendro la primera pareja de gigantes, y la vaca Audumla. De la ubre de Audumla fluían cuatro ríos de leche, que nutrían a Ymir; ella se nutría de la sal contenida en el hielo que hacía fundirse lamiéndolo. 
Mientras Ymir bebía esa leche y multiplicaba sus fuerzas, ocurrió que la vaca hizo surgir, en las tibias gotas de leche que salpicaban los bloques de piedra cubiertos de escarcha, otro ser viviente, de forma humana: Buri. Esta primera divinidad, según otros relatos, nace de la condensación del sudor de Ymir. Sus cabellos fueron lo primero que tomó forma, luego la cabeza y luego todo el cuerpo. Buri, como Ymir, era capaz de reproducirse, y tuvo un hijo, Bor, que con el tiempo se casó con Bestla, una hija de gigante, descendiente de Ymir. Así, de manera, surgieron las razas de los gigantes y los dioses.
Los tres primeros hijos de la primera pareja  Odín, Vili (voluntad) y  (sacerdote) se abalanzaron contra Ymir y lo mataron. Arrastraron su cuerpo inmenso por sobre el abismo. A partir del cuerpo despedazado del gigante, Odín, con ayuda de sus hermanos Ve y Vili, creó el universo.
De la carne de Ymir hicieron la tierra, de su sangre el mar y los lagos,con su cabello los arboles, de sus huesos las montañas y de sus dientes las rocas. Con su cerebro crearon las nubes y con sus cejas enmarañadas los límites del mundo. Con la parte cóncava del cráneo levantaron la bóveda celeste en la que clavaron  centellas desprendidas del Muspelheim (los astros) y  que es sostenida por cuatro enanos llamados Norðri, Suðri, Austri y Vestri (los puntos cardinales). Los astros principales, el Sol y la Luna, giran perseguidos por lobos.  Los dioses regularon su curso, instituyendo así el ritmo de las estaciones, que hizo nacer la vegetación, y también la sucesión de los días y de las noches. La noche fue la primera, y de ella manó el día.
Por decisión de los dioses, los enanos nacidos como gusanos de la sangre de Ymir tuvieron raciocinio, aunque quedaron condenados a vivir bajo el suelo y las piedras. Los primeros seres humanos fueron Ask (ash, fresno) y Embla (elm, olmo), que fueron tallados de madera y traídos a la vida por los dioses, Hœnir/Vili, y Lóðurr/Ve.

A continuación, se construyeron en  el cielo una vasta morada, el Asgard, que une a la Tierra por el puente Bifrost, el arcoíris. Los Dioses o “Ases” viven en sus respectivos palacios del Asgard. El de Odín se llama Valhall (o Walhalla) y tiene 540 puertas, allì elegidos por Odín, la mitad de los muertos en combate viajan al Valhalla tras su fallecimiento guiados por las valquirias,virgenes bèlicas mientras que la otra mitad van al Fólkvangr de la diosa Freyja. En el Valhalla los difuntos se reúnen con las masas de muertos en combate conocidos como einherjer, así como con varios héroes y dioses germánicos legendarios, mientras se preparan para ayudar a Odín en el Ragnarök, la batalla del fin del mundo. Ante la gran sala, cuyo techo está cubierto con escudos dorados, se halla el árbol dorado Glasir. Alrededor del Valhalla moran varias criaturas, como el ciervo Eikþyrnir y la cabra Heiðrún, que pacen el follaje del árbol Læraðr sobre el Valhalla.

Walhalla (1896) by Max Brückner

sábado, 29 de junio de 2013

La mujer y el rio

A-Tu, la mujer creada por el señor del mundo, era bellísima, inteligentísima y sabia. Y no temía al tiempo, ya que la vejez no debía ofuscar nunca su mente, no debía jamás destruir su gracia.
Traía consigo m por todos los caminos de la tierra, su alegría, fresca y perenne. Un día, el espíritu del aire se presentó a A-Tu.
-El señor del mundo te ama. Por eso mismo te confía las bestezuelas inocentes que tienen necesidad de ayuda. Ve a buscarlas. Busca los pajaritos heridos, las mariposas cansadas de volar, gusanos que no tienen un refugio seguro; busca los pequeños animales del bosque que quedan solos e indefensos cuando la madre va a procurarles un poco de comida. Donde vayas con tu sonrisa, con tu bondad, harás renacer la confianza, ahuyentaras el mal. El señor del mundo renovará de continuo tus energías, y serás como el agua del río que corre bienhechora y alegre sin descansar jamás.
A-Tu escuchó con respeto y agradecimiento el divino mandamiento.
-Obedezco-dijo.
Y empezó su sublime obra de consuelo y de salud. Velaba por los nidos donde yacían abandonados los recién nacidos; recogía en su propia alojamiento los tiernos animalitos fatigados; alejaba con el milagro de su sonrisa, la furia del viento para que las tímidas lagartijas pudiesen llegar sanas y salvas a su refugio.
Pero una tarde, olvidando el mandamiento divino, se detuvo a la orilla del río Azul, Sentose y se encantó mirando al agua luminosa que se deslizaba a sus pies. Vio su propia imagen entre las ondas y admiro su belleza, Su cabellera parecía una nube negra asaeteada por los rayos del sol, sus ojos tenían el brillo de los astros, su boca rojeaba en el agua como un capullo de rosa.
No se daba cuenta de que su inteligencia, cual un líquido de una botella abierta e inclinada, caía al agua, se disipaba entre los remolinos de plata. En su cabeza, que iba vaciándose de pensamientos nobles, danzaban fútiles imágenes abigarradas. Mas sentíase satisfecha de la propia hermosura, se sonreía a sí misma. De repente le pareció que su rostro, en el río, palidecía. Los ojos ya no brillaban, los cabellos eran una mancha opaca, la boca se ensanchaba en una mueca dura. Se levantó  con un grito de doloroso asombro.
El señor del mundo le envió el espíritu del aire.
-Mujer, has desobedecido. En castigo, has sido desposeída del inefable tesoro de la inteligencia. Y ahora perderás la belleza.
-¡Oh, no!- imploro la mujer. ¡La belleza, no! El espíritu aconsejó:
-Por lo contrario, deberías resignarte a perder la belleza, y suplicar al Señor del mundo, que te restituyera la inteligencia. Es esta la llama sobrehumana de la que mana la verdadera alegría, la alegría del pensamiento.
La mujer insistió, terca:
-Quiero la belleza, me es absolutamente necesaria la belleza.
-Verás satisfecho tu estúpido deseo. Pero ten en cuenta que la belleza que pides está hecha de elementos caducos. El tiempo la ultraja, la dispersa, la anula.
A-Tu no razonaba. Ahora era una mísera criatura hecha solamente de carne.
-Dale las gracias al señor del mundo- dijo el espíritu del aire.
Luego contempló su imagen en el agua. La juzgo muy graciosa y sintiose contenta.
Pasaron los días, pasaron los años. A-Tu vio poco a poco desvanecerse su gracia. Ya no sabía sonreír, sentía el corazón  grávido de añoranzas. Tarde, demasiado tarde, cuando llegaba al umbral de la muerte, comprendió que había sido presuntuosa, que había despreciado un tesoro inestimable a cambio de una pequeña cosa inútil. Y se propuso entonces hacer el bien a las demás mujeres, cuando estuviera en el reino de oro de la eternidad.

Dícese en efecto, que, desde hace milenios, A-Tu, convertida en espíritu, llama al corazón de las mujeres para darles sabios consejos. Pero pocas mujeres la escuchan. Porque la complacencia en la propia belleza las ilusiona, las domina, las pierde, impide que escuchen la limpia voz de la verdad.

sábado, 22 de junio de 2013

Las alas

Hubo un tiempo en que los pájaros carecían de alas. Tampoco las mariposas las tenían. Los pájaros no gorgojeaban; las mariposas eran gusanos grisáceos, feísimos. Y las voces de los hombres tenían un sonido áspero y ronco, molestaba incluso a los animales.
Ocurrió entonces que un espíritu del aire tomo forma humana. Para ver la tierra bajo a la orilla de un río; la hierba le gusto. Era un espíritu ingenuo y feliz, y expresó su entusiasmo con una suavísima canción. Jamás había resonado en este mundo una voz tan dulce, tan musical. Los hombres la oyeron y corrieron hacia ella, abandonando sus labores en el bosque, en los campos, olvidándose todos sus cuidados. Pero el espíritu del aire no espero la muchedumbre entusiasta. Llamó a una nube se metió en ella y elevose hacia el cielo. Y cantaba, cantaba siempre, oculto en su muelle escondite.
De este modo, los hombres hechizados por la divina melodía, no le veían. Pero comprendieron que el misterioso canto subía, abandonaba la tierra. Y tras un largo silencio de éxtasis,  se ingeniaron para hacer más dulce la propia voz. Las mariposas, los pequeños gusanos grises, suplicaron a Buda que los empujara hacia arriba, al menos un poco, hacia la voz melodiosa. Y también los pájaros, todos los pájaros del bosque, hicieron la misma apasionada súplica.  Buda concedió el don de las alas a las mariposas ya los pájaros, que enseguida levantaron el vuelo. Pero  la blanda nube, que envolvía al espíritu del aire alcanzó el sol se sumió en la luz.
Los pájaros volvieron a la tierra llenos de añoranza. Y probaron  de imitar al misterioso cantor con sus gorjeos. Pero las pequeñas mariposas comprendieron que la voz celeste sólo podía ser privilegio de los elegidos de Buda, y envolvieron en humilde silencio su propia melancolía.

Buda, para consolarlas, transformó las mariposas que le habían elevado su ruego, en pétalos de suntuosas flores crecidas en sus jardines.

Las mariposas y las flores

El espíritu del aire, Vun, en tiempos remotísimos, creo las mariposas. Pero las mariposas caprichosas, en lugar de seguir a Vun por los espacios, se rindieron al hechizo del lago cristalino y encontraron un gusto loco en revolotear sobre sus quietas aguas. Las aguas reflejaban su gracia multicolor, su leve vivacidad, colmándolas de vanidosa complacencia.
Bam, el genio del lago, se canso de aquel ir y venir alado. Y un día se levantó del agua tan alto, pero tan flaco y pálido que su persona semejaba un palo blanco en medio del coloreado torbellino de las mariposas,
-¡Idos de aquí! - grito iracundo; idos, hatajo de tontas. Hay mucho espacio en el mundo quiero estar solo.
Las mariposas insensibles a la cólera de Bam, siguieron trenzando sobre el agua sus coloridas danzas.
El genio perdió completamente la paciencia.
-¡Liang ven!-llamó. Liang, siervo fiel de los bosques y las aguas, haz que cese la terquedad  de estos fastidiosos animalejos.
Liang, obediente, agarró una por una a las mariposas y ató  a su pequeño cuerpo un hilo verde, cuyo cabo, reforzado por otros filamentos, plantó profundamente en la tierra.
Habían nacido las flores. Cuando el rey de los espacios las vio, quedo entusiasmado. Y para hacerlas más encantadoras concedió a muchas de ellas la gracia del perfume.
Vun, un buen día se acordó de las mariposas y deseando verlas de nuevo llegose a la orilla del lago cristalino.
-Ya no hay mariposas- anuncio Bam, levantándose del agua. Ahora abundan  las flores que embellecen la tierra. Míralas
Vun miró en torno suyo y comprendió.
Son hermosas- admitió-; las flores son realmente bellas. Sin embargo, hacen falta las mariposas.
-No se te ocurra- grito el genio-, hacerme otra vez semejante regalo.
-A ti, no; las regalaré a las flores, que se sentirán hermanas suyas, las regalaré a los niños que aman las criaturitas graciosas e inocentes, las regalaré a los poetas, a todos los hombres que buscan la belleza para consolarse con ella.
Se soltó en el aire una nube de oro, de plata, de purpura, de cobalto, cruzadas de sombras: mariposas, mariposas, mariposas…
Las flores se irguieron en sus tallos implorando una caricia de sus aladas hermanas las hojas de los árboles se estremecieron de una profunda admiración.

La alegría de las mariposas pertenece al aire y a la tierra. Pero el agua fue ajena a ella. Bam y todos los demás genios indolentes, continuaron viviendo entre las ondas de los lagos, del océano  y de los ríos, su sueño sin sueños y sin poesías.

lunes, 10 de junio de 2013

El río

El río nació entre escarpadas gargantas. Era alegre, inocente. Mas luego al crecer, perdió por el camino la clara virtud de la infancia, se volvió arrogante, astuto. Corrió a través de extensas llanuras, recibió tributos de las afluentes, se precipito al valle en magnificas cascadas, se abrió paso con prepotencia en el corazón salvaje de la selva oscura. Y llegó  a la desembocadura inflado de altanería.
-He recorrido el mundo- gritaba en un frenético rebullir de espumas. Y todos los obstáculos cayeron ante mi real voluntad, ante mi fuerza irresistible. La victoria es mía.

De este modo entró en el mar el  gran río, el rey arrogante. Otros ríos, grandes y poderosos como el, habían entrado también en el mar. Sintió que no estaba solo. No eran rivales, no eran enemigos; sino parte de un todo. Su fuerza y su alegría se hicieron inmensas. Pero su soberbia cayó. Y con los otros compañeros, diez, ciento, mil, que no eran compañeros, que eran el mismo, entonó el grandioso canto marino para glorificar al señor del universo.

El don más hermoso

En tiempos remotísimos, el pavo real, el búho y el ruiseñor eran muy diferentes de lo que son ahora. Vivían  en la selva entre muchos otros compañeros, ocupados en procurarse el necesario alimento y defenderse a sí mismos y a los suyos de los peligros y de los enemigos.
Un día en la gran selva, paso Buda. Estaba fatigado, buscaba un rincón tranquilo para descansar. Volviese hacia el búho:
-Amigo búho, indícame un lugar donde pueda echarme y dormir un poco.
-Búscalo - contestó  el Búho, con grosera arrogancia.
Buda camino otro trecho, cada vez más cansado. Encontró al pavo real.
-Amigo, vengo de muy lejos, y hace tres días que no descanso. Te ruego me indiques un lugar tranquilo.
El pavo real volvió la cabeza hacia un punto indeterminado.
-Ve allá abajo-dijo.
Buda reanudó el fatigoso camino. Encontró finalmente al ruiseñor.
-buen pajarito, ¿conoces en este bosque un rinconcito de paz, donde poder descansar?
-Sígueme- invito la gentil criaturita.
Y volando bajo, acompaño a Buda a un plácido claro, en medio del cual murmuraba el cristalino chorro de una fuente.
Al cabo de unos momentos el aire y la luz anunciaron a todos los habitantes de la gran selva que Buda, el sublime Buda, el todopoderoso, se hallaba entre ellos, bajo el humilde aspecto de un peregrino.
El búho se alegró.
-Lo conozco. Es el que me ha interrogado, voy a pedirle un don.
También el paco real sintió inmensos deseos de volver a ver al sublime personaje para obtener algún privilegio.
Uno y otro se trasladaron al claro del bosque. Buda dormía recostado junto a la fuente. Y su amigo el ruiseñor velaba su sueño divino desde lo alto de un árbol.
Largamente durmió en el solitario rincón de la selva el señor del universo.
Cuando abrió los ojos, miró al búho:
-Te daré  dos ojos fríos como el hielo y  al mismo tiempo ardientes, dos ojos misteriosos e inmóviles que fascinaran y aterrorizaran a todas las criaturas.
-¡Seré temido, entonces!- se alegró el búho. No podías hacerme mejor regalo.
Buda volviese hacia el pavo real.
Tendrás un espléndido vestido. El oro del sol, la plata de la luna, el azul del cielo, el verde de la esmeralda, la cálida profundidad de la sombra estival, te envolverán de gracia multicolor  darás a tu amplia cola la suntuosidad de un manto imperial. Serás rey de la hermosura.
-Gracias- exclamó el pavo real. Así pues todos me admiraran. Seré el más hermoso entre los más bellos pájaros.
-Y tú, ¿qué quieres?- pregunto dulcemente Buda a su amigo el ruiseñor.
-¡Oh, padre! Haced que jamás cause espanto a nadie. No me des tampoco la belleza que me haría frívolo y vanidoso y despertaría la envidia de los malos.
¿Que deseas, entonces?
-¡Oh padre! Pon en mi garganta un poco de canto. Así podre hacer serenatas a las estrellas, podre susurrar canciones de cuna a los pajaritos que temen a la oscuridad de la noche, podré encender la esperanza en el corazón dolorido de una madre que vela a su hijito enfermo.
Buda dijo:
-Pongo en tu garganta, amiguito mío, un poco de la música que alegra la vida bienaventurada de los cielos. Todas las criaturas te amaran, y su sobre la tierra podrás ser verdaderamente feliz.

domingo, 9 de junio de 2013

La nube

La nube blanca pasó lentamente sobre el mar, se inclinó hacia el agua y escuchó el refunfuño incesante de una ola.
-Ola- dijo-, pequeña ola. ¿Por qué te quejas? La Ola dijo:
-Llevo una vida imposible. Quiero detenerme, descansar, quedarme quieta siquiera un instante pero no puedo. Una injusta ley me prohíbe el reposo, me prohíbe pararme.
-¡Paciencia, pequeña ola paciencia! La ley de que te quejas ha sido hecha por Buda. Y el es la sabiduría y la bondad.
La ola huyo empujada por  otra ola, que como ella, gruñía sin cesar.
"Malas, todas son malas y tontas", pensó tristemente la nube.
Y corrió al cielo en busca de consuelo.
Se posó sobre una montaña, acaricio un pico alto y rocoso.
-¡Oh pico!- dijo, tu eres feliz. El sol te ilumina. Te iluminan la luna y las estrellas. Y eres el preferido del viento.
-¿Feliz?- exclamo enojado el pico. No puedes imaginarte cuanto sufro en mi forzada inmovilidad. Envidio al aire, envidio al agua, envidio a la luna y el sol. Quiero andar, andar. No importa a qué lugar. Andar vivir.
-Obedeces una ley de Buda. El objeto de Buda, señor de los mundos, es el bien de las criaturas.
-La inmovilidad es terrible- seguía lamentándose el pico.
La nube navegó  por los cielos, desoladamente. Luego descendió a la tierra y acompaño, fluctuando, los pasos de un hombre que avanzaba por un camino solitario.
-Hombre- dijo-, buen hombrecito, Buda te ama. Puedes caminar, puedes detenerte. Sobre la tierra domina tu voluntad. El hombre miró la nube con melancolía.
¿Qué importa caminar? ¿Qué importa detenerme? Parado o en movimiento, llevo siempre dentro de mí el peso de mis pensamientos, la molestia de mis afanes.

La nube desespero de poderse consolar. Y se disolvió en un gran llanto de lluvia.

sábado, 8 de junio de 2013

El vuelo del dragón rojo



El dragón rojo reunió en torno suyo a todos los animales de la selva. Y les habló de esta manera:
-Amigos y amigas: Aquí, en la tierra, nuestra existencia es un continuo peligro. Más allá  de las nubes existe un mundo tranquilo, donde el hombre, nuestro perseguidor, no puede llegar, Si queréis, yo os llevare allá arriba.
El dragón rojo se tendió en el suelo e invitó a los animales que lo escuchaban a subir sobre sus enormes espaldas.
Los animales, empujándose, agolpándose, mordiéndose y arañándose, trataron de procurar un buen sitio.
-¡Orden y paciencia!-exclamo el dragón. ¡No soy de piedra! No estoy dispuesto a llevar un peso excesivo. Prefiero hacer varios viajes para contentarlos a todos.
El león prefirió quedarse en tierra. Y también el tigre miró con desprecio a los animales que se disputaban ferozmente el sitio en aquel extraño vehículo viviente.
-Que bajen algunos, y más tarde, pasaré a recogerlos- rogó el dragón. Diría que llevo toda la tierra en mis espaldas.
-Deberías bajar tú- dijo el elefante al hipopótamo. Eres muy pesado.
-¡Quien habla! ¿Acaso tú eres ligero como un pétalo de rosa?
-Yo- sentenció la jirafa-propongo que el rinoceronte espere el próximo turno.
-He sido el primero en trepar a la espalda del dragón- grito el rinoceronte- ¿y ahora debo ceder mi puesto? No hay justicia en la tierra.
-Yo echaría afuera a la hiena- aconsejó sin pizca de galantería el ansioso cocodrilo.
-¿A  mí?- aulló indignada la aludida. ¿Y por qué no te echaríamos, más bien a ti? Tienes un carácter odioso; serás un compañero de viaje harto antipático.
La mariposa fue la más inteligente y comprensiva. Y batiendo alas se alejó de los animales pendencieros.
-Buen dragón, yo esperaré con confianza tu regreso- exclamó.
-Muy bien-celebró el elefante-; seamos considerados con el dragón.

-¡En marcha, en marcha!-exclamo la hiena, alegremente.
-¡Ahora ya no te quejaras de llevar demasiado peso!-dijo el cocodrilo.
-¡Vaya peso! Al pobre dragón le parecía que estaba aguantando una montaña.
Con todo, atontado por el clamoroso entusiasmo de los viajeros, logró, con grandes esfuerzos, mover  las alas y elevarse. Rebasó la altura de los arboles, alcanzo una nubecilla, la sobrepaso, sumergió su enorme cuerpo en la humedad violácea de una segunda nube. Pero su fatiga iba en aumento hasta que el esfuerzo se le hizo insostenible. Con una sacudida, arrojó de su grupa adolorida la petulante compañía. Los viajeros fueron a parar sobre la blanda hierba de un vasto claro del bosque. El colchón  vegetal mitigo las consecuencias de la espectacular caída, y los animales no murieron. Pero la elegante armonía de las formas, la gracia, las bellas proporciones que Buda ofreciera a todos ellos el día de la creación, desaparecieron lamentablemente. El cocodrilo quedó  chafado como una torta, y las patas, que eran largas y gráciles, fueron desde entonces ridículamente cortas y gruesas. Al elefante se le inflo el cuerpo y se le alargo la nariz, El hipopótamo recibió una serie de golpes que lo hicieron monstruoso, lleno de chichones, con los ojos casi invisibles y la boca enorme.
Al rinoceronte los dientes, a causa del sopapo le agujerearon la carne y uno de ellos le salió, a guisa de cuerno, sobre la nariz; las patas se le cortaron y se hicieron macizas como columnas. A la jirafa se le empequeñeció la cabeza del susto y e le alargo desmedidamente el cuello; la hiena que do hecha un rollo de carnaza, cubierto de áspero pelaje; la serpiente perdió las patas, adelgazo increíblemente y volviese larga y viscosa.
Cuando el arrogante león y el hermosísimo tigre vieron a sus compañeros tan desgalichados, rieron a mandíbula batiente durante os días y dos noches.
La mariposa hizo como quien no se da cuenta de tanta fealdad. Estaba contenta de haberse separado del infortunado grupo precisamente en el momento oportuno.
El dragón subió solo hasta el mundo apacible y feliz, más allá de las nubes. Y ha tenido buen cuidado de no volver nunca más a la tierra.