martes, 30 de julio de 2013

89 Los amores de Minos

a. Minos yació con la ninfa Paría, cuyos hijos colonizaron Paros y luego fueron muertos por Heracles; también con Androgenea, madre de Asterio el menor, así como con otras muchas, pero especialmente persiguió a Britomartis de Cortina, una hija de Leto. Ella inventó las redes de caza y era una compañera íntima de Ártemis, cuyos sabuesos atraillaba.
b. Britomartis se ocultó de Minos en las vegas, bajo renuevos de encina de hojas gruesas, y luego, durante nueve meses, él la persiguió por montañas escarpadas y llanuras, hasta que, desesperada, se arrojó al mar, donde la salvaron unos pescadores. Ártemis divinizó a Britomartis con el nombre de Dictina, pero en Egina se la adora como Afea, porque desapareció; en Esparta como Ártemis, apodada «la Dama del Lago»; y en Cefalonia como Lafria; pero los samios emplean su verdadero nombre en sus invocaciones.
c. Las numerosas infidelidades de Minos enfurecieron de tal modo a Pasífae que lo hechizó: siempre que se acostaba con una mujer eyaculaba, no semen, sino una multitud de serpiente nocivas, escorpiones y ciempiés que hacían presa en los órganos vitales de ella. Un día, Procris, hija del rey de Atenas Erecteo y a la que había abandonado su marido Céfalo, hizo una visita a Creta. Eos, que se había enamorado de él, había inducido a Céfalo a hacer eso. Cuando él rechazó cortésmente sus requerimientos alegando que no quería engañar a Procris, con la que había intercambiado promesas de fidelidad perpetua, Eos protestó diciendo que Procris, a la que conocía mejor que él, faltaría fácilmente a su promesa a cambio de oro. Como Céfalo lo negó con indignación, Eos lo metamorfoseó dándole la apariencia de un tal Pteleón, y le aconsejó que indujera a Procris a acostarse con él ofreciéndole una corona de oro. Él lo hizo y, al ver que Procris se dejaba seducir fácilmente, ya no sintió escrúpulo alguno en acostarse con Eos, de la que ella estaba dolorosamente celosa.
d. Eos dio a Céfalo un hijo llamado Faetonte; pero Afrodita lo robó cuando era todavía un niño para que vigilara por la noche sus templos más sagrados; y los cretenses le llaman Adimno, con lo que se refieren al lucero del alba y el lucero de la tarde.
e. Entretanto, Procris no podía soportar seguir viviendo en Atenas, pues su abandono era el tema de la comidilla general, y en consecuencia fue a Creta, donde a Minos no le costó más seducirla de lo que le había costado al supuesto Pteleón. La sobornó con un sabueso que nunca dejaba escapar su presa, y con una flecha que nunca erraba el blanco, los cuales le había regalado Ártemis. Procris, que era una cazadora entusiasta, los aceptó de buena gana, pero exigió que Minos tomase una bebida profiláctica —una cocción de raíces mágicas inventada por la hechicera Circe— para que él no la llenara de reptiles e insectos. Esa bebida hizo el efecto deseado, pero Procris temía que Pasífae la embrujara, por lo que regresó apresuradamente a Atenas, disfrazada de bello muchacho, después de haber cambiado su nombre por el de Pterelante. Nunca volvió a ver a Minos.
f. Céfalo, a quien acompañó en una cacería, no la reconoció y codiciaba tanto a Lelaps, su sabueso, y la flecha infalible, que le propuso comprarlos por una gran cantidad de plata. Pero Procris no quería privarse de ellos como no fuera por amor, y cuando él accedió a llevarla a su lecho le reveló llorando que era su esposa. Así se reconciliaron finalmente y Céfalo cazó mucho con el perro y la flecha. Pero a Ártemis le molestó que sus valiosos regalos pasaran así de mano en mano entre aquellos adúlteros mercenarios y preparó su venganza. Hizo que Procris sospechara que Céfalo seguía visitando a Eos cuando se levantaba dos horas después de la medianoche y salía a cazar.
g. Una noche Procris, vestida con una túnica oscura, salió a hurtadillas tras él a media luz. Al poco rato él oyó un susurro en un bosquecillo situado a su espalda, Lelaps gruñó y se atiesó y Céfalo disparó la flecha infalible y traspasó con ella a Procris. A su debido tiempo el Areópago le condenó a destierro perpetuo por asesinato.
h. Céfalo se retiró a Tebas, donde el rey Anfitrión, el supuesto padre de Heracles, le pidió prestado el perro Lelaps para cazar a la zorra Teumesia que estaba causando estragos en Cadmea. Esta zorra, destinada por los dioses a no ser cazada nunca, sólo podía ser apaciguada mediante el sacrificio mensual de un niño. Pero como Lelaps estaba destinado por los dioses a hacer presa en todo lo que perseguía, en el Cielo se planteó la duda acerca de cómo se podía resolver esa contradicción. Al final la resolvió airadamente Zeus convirtiendo tanto a Lelaps como a la zorra en piedras.
i. Céfalo ayudó luego a Anfitrión en una guerra victoriosa contra los telebeos y tafios. Antes de emprenderla, Anfitrión hizo jurar por Atenea y Ares a todos sus aliados que no ocultarían parte alguna del botín; sólo uno de ellos, Panopeo, faltó a su juramento y se le castigó haciéndole padre de un cobarde, el célebre Epeo. El rey telebeano era Pterelao, en cuya cabeza Posidón, su abuelo, había puesto un bucle dorado de inmortalidad. Su hija Cometa se enamoró de Anfitrión y, como deseaba conquistar su afecto, le arrancó el bucle dorado, por lo que Pterelao murió y Anfitrión venció rápidamente a los telebeos con la ayuda de Céfalo; pero condenó a muerte a Cometa por parricidio.
j. La parte que correspondió a Céfalo en los dominios telebeos fue la isla de Cefalenia, que todavía lleva su nombre. Nunca perdonó a Minos el que hubiera seducido a Procris y le hubiera dado la flecha fatal, pero tampoco podía eximirse de su responsabilidad. Después de todo, él había sido el primero en faltar a su promesa, porque el amorío de Procris con el supuesto Pteleón no podía considerarse como infidelidad. «No, no —se lamentaba—, ¡jamás debí haberme acostado con Eos!» Aunque purificado de su culpabilidad, le perseguía el espectro de Procris y, como temía que eso atrajera la desgracia sobre sus compañeros, un día fue al cabo Léucade, donde había erigido un templo a Apolo de la Roca Blanca, y se arrojó al mar desde lo alto del risco. Al caer invocó en voz alta el nombre de Pterelante, pues era con ese nombre con el que había amado más a Procris.

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1. La seducción de ninfas por Minos al estilo de Zeus recuerda indudablemente el casamiento ritual del rey de Cnosos con sacerdotisas de la Luna de varias ciudades-estados de su imperio.
2. A la diosa Luna se la llamaba Britomartis en la Creta oriental. De aquí que los griegos la identificaran con Ártemis (Diodoro Sículo: v.76; Eurípides: Hipólito 145 e Ifigenia en Táuride 127; Hesiquio sub Britomartis), y con Hécate (Eurípides: Hipólito 141, con escoliasta). En la Creta occidental era Dictina, como sabía Virgilio: «Llamaban a la luna Dictina por tu nombre» (Virgilio: Ciris 305). Dictina se relaciona en el mito con dictyon, que significa una red de las empleadas para cazar o pescar; y Dicte es al parecer una forma desgastada de dictynnaean, «lugar de Dictina». Después de la introducción del sistema patriarcal la caza asesina del rey sagrado por la diosa armada con una red se convirtió en una caza amorosa de la diosa por el rey sagrado (véase 9.1 y 32.b). Ambas cacerías se dan con frecuencia en el folklore europeo (véase 62.1). La persecución de Britomartis por Minos, que tiene su análoga en Filistia con la persecución de Derceto por Moxo o Mopso, comienza cuando los robles tienen ya todo su follaje —probablemente en la canícula, que era cuando Set perseguía a Isis y el Niño Horus en las praderas del delta del Nilo— y termina nueve meses después en la Víspera de Mayo. La seducción de Europa por Zeus era también un acontecimiento de la Víspera de Mayo (véase 58.3).
3. A juzgar por el ritual del norte celta, donde a la diosa se la llama Goda («la Buena») —Neanthes traduce la sílaba brito como «buena» (Greek Hisiorical Fragments iii, ed. Müller)— originalmente viajaba montada en una cabra, desnuda con excepción de una red, con una manzana en una mano y acompañada por una liebre y un cuervo, a su banquete de amor anual. La silla tallada miserere de la catedral de Coventry, en la que estaba representada así, era un testimonio de las ceremonias pre-cristianas de la Víspera de Mayo en Southam y Coventry, de las que se ha desarrollado piadosamente la leyenda de Lady Godiva. En la Alemania celta, Escandinavia y probablemente también en Inglaterra, Goda tenía una relación ritual con la cabra, o con un hombre vestido con pieles de cabra: el rey sagrado que más tarde se convirtió en el Demonio del culto de las brujas. Su manzana es una señal de la próxima muerte del rey; la liebre simboliza la caza, durante la cual ella se convierte en un lebrel; su red lo atrapará cuando él se convierta en un pez; el cuervo pronunciará oráculos desde su tumba.
4. Parece que en Creta el culto de la cabra precedió al culto del toro y que Pasífae se casaba originalmente con un rey-cabra. Lafria («la que obtiene botín») título de Dictina en Egina, era también un título de la diosa-cabra Atenea, de la que se dice que fue atacada por la cabría Palas, cuya piel desolló y convirtió en su égida (véase 9.a). «Lafria» indica que la diosa era la perseguidora, no la perseguida. Inscripciones de Egina demuestran que el gran templo de Ártemis pertenecía a Ártemis Afea («no oscura», para distinguirla de Hécate); en el mito se hace que Afea signifique aphanes, «desapareciendo».
5. La fábula de Minos y Procris se ha convertido de mito en anécdota y de anécdota en cuento popular, y recuerda algunos de los cuentos de El asno de oro. Vinculada con la guerra de Minos contra Atenas y la caída final de Cnosos, se refiere quizá a la exigencia del rey cretense de un casamiento ritual con la suma sacerdotisa de Atenas, exigencia que ofendió a los atenienses. Pteleón («olmedal»), el nombre del seductor de Procris, puede referirse al culto de la vid que se extendió desde Creta en la época de Minos (véase 88.h), pues las vides eran puestas en espaldera en los olmos; pero también puede derivarse de ptelos, «jabalí». En ese caso, Céfalo y Pteleón habrán sido originalmente el rey sagrado y su sucesor, disfrazado de jabalí (véase 18.7). Las hechicerías de Pasífae son características de una diosa Luna airada, y Procris se opone a ellas con las hechicerías de Circe, otro título de la misma diosa.
6. El salto de Céfalo desde la roca blanca en el cabo Léucade recuerda, como dice con razón Estrabón (x.2.9), que los leucadios acostumbraban a arrojar todos los años a un hombre provisto con alas para amortiguar su caída, e incluso con aves vivas atadas a su cuerpo, desde el risco al mar. La víctima, un pharmacos, o víctima propiciatoria, cuya eliminación libraba a la isla de culpabilidad, parece haber llevado también un parasol blanco como paracaídas (véase 70.7). Había embarcaciones esperándole para recogerlo si sobrevivía y transportarlo a alguna otra isla (véase 96.3).
7. El mito de Cometo y Pterelao se refiere al corte del cabello del rey solar antes de su muerte (véase 83.3, 91.1 y 95.5); pero el nombre Pterelao indica que el pharmacos alado arrojado a su muerte era originalmente el rey. La sílaba eláos o elaios significa el olivo silvestre que, como el abedul en Italia y el noroeste de Europa, era utilizado para expulsar a los malos espíritus (véase 89.7 y 52.3); y en el dialecto rodio elaios significa sencillamente pharmacos. Pero los sinos de Pterelao y Céfalo están vinculados míticamente por haber adoptado Procris el nombre de Pteralante, y esto indica que ella era realmente la sacerdotisa de Atenea, la cual lanzó a la muerte al emplumado Céfalo.
8. La zorra era el emblema de Mesena (Apolodoro: ii.8.5; véase 49.2 y 146.6); probablemente porque los eolios adoraban a la diosa Luna como zorra y el mito de la zorra teumesia puede referirse a las incursiones eolias en Cadmea en busca de niños para el sacrificio, a las que pusieron fin los aqueos adoradores de Zeus.
9. Faetonte y Adimno (de a-dyomenos, «el que no se pone») son nombres alegóricos del planeta Venus. Pero Faetonte, hijo de Eos y Céfalo, ha sido confundido por Nono con Faetonte, hijo de Helio que condujo el carro del sol y se ahogó (véase 42.d) y con Atimnio (de atos e hymnos, «insaciable de elogio heroico»), un héroe solar adorado por los milesios (véase 88.b).
10. Epeo, que construyó el caballo de madera (véase 167.a), aparece en las leyendas primitivas como un guerrero notablemente valiente, pero su nombre se aplicaba irónicamente a los fanfarrones, hasta que se hizo sinónimo de cobardía (Hesiquio sub Epeo).

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