viernes, 2 de agosto de 2013

127 El quinto trabajo: Los establos de Augías

a. El quinto trabajo de Heracles consistió en limpiar en un día los sucios establos del rey Augías. Euristeo se imaginaba alegremente el asco que sentiría Heracles al tener que cargar el estiércol en cestos y llevarlos lejos de allí en hombros. Augías, rey de Elide, era hijo de Helio o Eleo y Naupidame, hija de Anfidamante; o, según dicen algunos, de Ifíboe. Otros dicen que era hijo de Posidón. En manadas y rebaños era el hombre más rico de la tierra, pues, por designio divino, los suyos eran inmunes a todas las enfermedades e inimitablemente fértiles, y además no malparían jamás. Aunque en casi todos los casos producían hembras, Augías contaba, no obstante, con trescientos toros negros con patas blancas y doscientos toros sementales rojos; además con doce magníficos toros plateados consagrados a su padre Helio. Estos doce defendían a sus rebaños contra las fieras que merodeaban por allí, provenientes de las colinas boscosas.

b. Ahora bien, en los establos y los rediles de Augías no habían recogido el estiércol desde hacía muchos años, y aunque el hedor apestoso no afectaba a los animales mismos, difundía su pestilencia por todo el Peloponeso. Además, los prados del valle estaban cubiertos por una capa de estiércol tan espesa que no se los podía arar para cultivar los cereales.

c. Heracles saludó a Augías desde lejos y se comprometió a limpiar los establos antes del anochecer, a cambio de la décima parte del ganado. Augías rió incrédulamente y llamó a Fileo, su hijo mayor, para que fuese testigo del ofrecimiento de Heracles. «Jura que realizarás el trabajo antes del anochecer», exigió Fileo. El juramento que hizo Heracles en nombre de su padre fue el primero y el último que hizo durante toda su vida. Augías juró también que cumpliría su parte del trato. En aquel momento Faetonte, el guía de los doce toros blancos, atacó a Heracles confundiéndolo con un león; Heracles le asió por el cuerno izquierdo, le obligó a bajar el cuello y lo derribó por la fuerza.

d. Por consejo del eleo Menedemo y con la ayuda de Yolao, Heracles primeramente abrió la pared de los establos en dos lugares y luego desvió los ríos vecinos Alfeo y Penco, o Menio, de modo que sus aguas corrieron a través de los establos, los limpiaron y luego limpiaron también los rediles y los pastos del valle. Así Heracles realizó este trabajo en un solo día, saneando el territorio y sin siquiera mancharse el dedo meñique. Pero Augías, al enterarse por Copreo de que Heracles había limpiado los establos por orden de Euristeo, se negó a pagarle la recompensa y hasta se atrevió a negar que Heracles había cerrado un trato.

e. Heracles sugirió que se sometiese el caso a un arbitraje, pero cuando los jueces ocuparon sus asientos y Fileo, citado por Heracles, testimonió la verdad, Augías se levantó irritado y los expulsó a ambos de Elide afirmando que le había engañado Heracles, pues los dioses fluviales, y no él, habían hecho el trabajo. Para empeorar las cosas, Euristeo no quiso contar este trabajo como uno de los doce, porque Heracles había estado a sueldo de Augías.

f. Fileo fue luego a Duliquio, y Heracles a la corte de Dexámeno, rey de Oleno, a cuya hija Mnesímaca liberó posteriormente del centauro Euritión.

1.      Este mito confuso parece fundarse en la leyenda de que a Heracles, como a Jasón, se le ordenó que domase dos toros, los unciese, limpiase una colina cubierta con matorrales y luego la arase, sembrase y recogiese la cosecha en un solo día: las tareas habituales que se imponían a un candidato a la dignidad de rey (véase 152.3). En este caso la colina tenía que ser limpiada, no de árboles y piedras, como en las versiones celtas del mito, sino de estiércol, probablemente porque el nombre del heraldo de Euristeo que transmitió la orden era Copreo («hombre del estiércol»). Sir James Frazer, comentando a Pausanias (v.10.9), cita un cuento escandinavo, «El ama», en el que un príncipe que desea conquistar a la hija de un gigante tiene que limpiar primeramente tres establos. Por cada horquilla de estiércol que extrae reaparecen diez. La princesa le aconseja entonces que de vuelta a la horquilla y utilice el mango. Así lo hace, y pronto quedan limpios los establos. Frazer sugiere que en la versión original Atenea puede haber dado a Heracles el mismo consejo; más probablemente, no obstante, el cuento escandinavo es una variante de este Trabajo. El ganado de Augías no viene al caso en la fábula, excepto para explicar la gran cantidad de estiércol que había que sacar. El estiércol del ganado, como demuestra el mito, no era apreciado por los agricultores griegos. Hesíodo, en sus Trabajos y Días, no lo menciona; y H. Mitchel (Economics of Anciens Greece) demuestra que el apacentamiento del ganado en las tierras en barbecho estaba prohibido en varios arrendamientos antiguos. El perro Argo de Odiseo se acostaba, ciertamente en un estercolero utilizado para abonar las tierras (Odisea xvii.299), pero dondequiera que pueda haber sido escrita la Odisea —y ciertamente no lo fue en el continente griego— las referencias a la agricultura y a la arboricultura indican una supervivencia de la práctica cretense. Según algunos mitógrafos, Augías era hijo de Eleo, que significa nada más que rey de Elide; según otros, era hijo de Posidón, lo que sugiere que era eolio. Pero aquí se confunde Eleo con Helio, el dios Sol corintio; y en consecuencia se atribuye a Augías un rebaño de ganado sagrado, como el que poseía Sísifo (véase 67.1). El número de cabezas de esos rebaños era 350, que representaba doce lunaciones completas menos los cinco días de fiesta sagrados del año egipcio (véase 42.1). Que se trataba de ganado lunar lo demuestran sus colores, rojo, blanco y negro (véase 90.3); y los toros blancos representan esas doce lunaciones: estos ganados sagrados se robaban con frecuencia —como hizo el mismo Heracles en su décimo trabajo— y la consecuencia de su disputa con Augías fue que consiguió también esos doce toros.

2.      El quinto trabajo, que propiamente se relaciona sólo con las tareas del arado, la siembra y la recolección de la cosecha, de hecho ha sido confundido con otros dos: el décimo, o sea el robo de los bueyes de Gerión, y el séptimo, o sea la captura del toro blanco de Posidón en Creta, el cual, sin embargo, no fue utilizado para arar. En el culto de Posidón —de quien se dice también que era el padre de Augías— los jóvenes luchaban con toros, y la lucha de Heracles con Faetonte, como la de Teseo con el Minotauro, se comprende mejor como un rito de la coronación: mediante el contacto mágico con el cuerno del toro se adquiría la capacidad de fertilizar la tierra y ganaba el título de Potidan, o Posidón, que se daba al amante elegido de la diosa Luna. De igual modo, en una disputa amorosa, Heracles luchó con el río Aqueloo, representado como un hombre con cabeza de toro, y le rompió su cornucopia (véase 141.d). La desviación del Alfeo indica que la ilustración de la que se ha deducido este episodio mostraba a Heracles retorciendo al toro de Creta por los cuernos, a la orilla de un río donde pacía numeroso ganado. Se confundió a este toro con un dios fluvial y se interpretó la escena como significando que había desviado el río para limpiar los campos con el fin de que se pudiesen arar.

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