domingo, 4 de agosto de 2013

133 El undécimo trabajo: las manzanas de las hespérides

a. Heracles había realizado esos diez trabajos en el término de ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el segundo y el quinto, le impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en conseguir los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a Hera con el que ésta se había mostrado tan complacida que lo plantó en su jardín divino. Este jardín se hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los jadeantes caballos del carro del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y las vacas de Atlante, mil rebaños de cada clase de esos animales, vagaban por los pastos de su innegable propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las hijas de Atlante, las Hespérides, a quienes había confiado el árbol, hurtaban las manzanas, hizo que el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara alrededor del árbol como su guardián.

b. Algunos dicen que Ladón era hijo de Tifón y Equidna; otros que era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era hipo partenogenésico de la Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas.

c. Se discute igualmente si las Hespérides vivían en el monte Atlas en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de la Mauritania, o en alguna parte más allá del Océano, o en dos islas situadas en las cercanías del promontorio llamado el Cuerno Occidental, que se halla cerca de la Hesperia etiópica, en las fronteras de África. Aunque las manzanas pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando Temis le advirtió: «Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas murallas alrededor del huerto y expul só de su territorio a todos los extranjeros; puede muy bien haber sido él quien puso a Ladón como guardián de las manzanas.

d. Heracles, quien no sabía en qué dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, el hogar del dios marino oracular Nereo. En el camino cruzó el Equedoro, pequeño arroyo macedonio donde Cicno, hijo de Ares y Pirene, le desafió a un duelo. Ares actuó como segundo de Cicno y puso en orden a los combatientes, pero Zeus lanzó un rayo entre ellos y renunciaron a la lucha. Cuando por fin Heracles llegó al Po, las ninfas del río, hijas de Zeus y Temis, le mostraron a Nereo dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo, para que le diese esa información.

e. Nereo había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas personalmente, sino que emplease a Atlante como su agente, aliviándolo entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro, pero temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que disparó por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para recibir el peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después con tres manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú sostienes el firma- mento durante unos pocos meses más.» Heracles simuló que accedía pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una despedida irónica.

f. Al cabo de algunos meses Heracles le llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a Atenea, quien las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de sus manos. Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia. Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como la constelación de la Serpiente.

g. Heracles no volvió a Micenas por un camino directo. Primeramente atravesó la Libia, cuyo rey Anteo, hijo de Posidón y de la Madre Tierra, tenía la costumbre de obligar a los extranjeros a luchar con él hasta dejarlos exhaustos, matándolos después; pues no sólo era un atleta fuerte y hábil, sino que además cuando tocaba la tierra se renovaba su fuerza. Guardaba los cráneos de sus víctimas para techar un templo dedicado a Posidón. No se sabe si Heracles, que estaba decidido a poner fin a esa práctica bárbara, desafió a Anteo o si Anteo le desafió a él. Sin embargo, Anteo demostró que no era una víctima fácil; era un gigante que vivía en una cueva situada bajo un alto risco, donde se alimentaba con la carne de los leones y dormía en la tierra desnuda para conservar y aumentar su fuerza ya colosal. La Madre Tierra, que todavía no era estéril después de haber dado a luz al gigante, había concebido a Anteo en una cueva libia y tenía más motivos para jactarse de él que inclu sive de sus monstruosos hijos mayores, Tifón, Ticio y Briareo. Les habría ido mal a los olímpicos si hubiera luchado contra ellos en las Llanuras de Flegras.

h. En preparación para la lucha los dos combatientes se quitaron sus pieles de león, pero mientras que Heracles se frotaba con aceite a la manera olímpica, Anteo se derramó arena caliente sobre los miembros por si el contacto con la tierra por medio de las plantas de los pies resultaba insuficiente. Heracles se proponía reservar su fuerza y cansar a Anteo, pero cuando consiguió tenderlo en tierra le sorprendió ver que los músculos del gigante se hinchaban y que el contacto con la Madre Tierra infundía nueva vida a sus miembros. Los combatientes volvieron a asirse y al poco tiempo Anteo se dejó caer por su propia voluntad sin esperar a que Heracles lo derribase, lo que hizo que este último comprendiera lo que sucedía y, en vista de ello, lo levantó a gran altura en el aire, le rompió las costillas y, a pesar de los hondos gemidos de la Madre Tierra, lo mantuvo en alto hasta que murió.

i. Algunos dicen que esta lucha se realizó en Lixo, una pequeña ciudad de Mauritania situada a unos ochenta kilómetros de Tánger, cerca del mar, donde se muestra una loma como la tumba de Anteo. Los nativos creen que si se sacan de esa loma unas pocas canastas de tierra lloverá y seguirá lloviendo hasta que las vuelvan a poner en su lugar. También se pretende que los Jardines de las Hespérides se hallaban en la isla cercana, donde hay un altar de Heracles; pero, con excepción de unos pocos acebuches, no queda allí rastro alguno de huerto. Cuando Sertorio se apoderó de Tánger abrió la tumba para ver si el esqueleto de Anteo era tan grande como lo describía la tradición. Con gran asombro suyo vio que medía sesenta codos, por lo que imediatamente volvió a cerrar la tumba y ofreció a Anteo sacrificios de héroe. Se dice en la localidad que o bien Anteo fundó Tánger, llamada anteriormente Tingis, o bien que Sófax, el hijo que Tinger, la viuda de Anteo, tuvo con Heracles, reinó en ese país y dio a la ciudad el nombre de su madre. El hijo de Sófax, Diodoro, dominó a muchas naciones africanas con un ejército griego reclutado entre los colonos micénicos que Heracles había instalado allí. Los mauritanos son de origen oriental y, como los farusios, descendían de ciertos persas que acompañaron a Heracles al África; pero algunos sostienen que son descendientes de los cananeos a los que el israelita Josué expulsó de su país.

j. A continuación Heracles hizo una visita al Oráculo de Amón, donde solicitó una entrevista con su padre Zeus; pero Zeus se mostró renuente a manifestarse y, como Heracles insistió, desolló un carnero, se cubrió con el vellón, con la cabeza del carnero ocultando la suya, y le dio ciertas instrucciones. De aquí que los egipcios den a sus imágenes de Zeus Amón una cara de carnero. Los tebanos sacrifican carneros sólo una vez al año, cuando al final del festival de Zeus, desuellan a un solo carnero y utilizan su vellón para cubrir la imagen de Zeus, después de lo cual los adoradores se golpean el pecho en señal de duelo por la víctima y la entierra en una tumba sagrada.

k. Heracles se dirigió luego hacia el sur y fundó una ciudad de cien puertas llamada Tebas en honor de su ciudad natal; pero algunos dicen que Osiris la había fundado ya. Durante todo este tiempo el rey de Egipto era el hermano de Anteo, Busiris, un hijo de Posidón y Lisianasa, la hija de Épafo, o, según dicen otros, de Anipe, hija del río Nilo. Ahora bien, el reino de Busiris había sufrido en un tiempo la sequía y el hambre durante ocho o nueve años y él había mandado llamar a unos augures griegos para que le aconsejasen. Su sobrino, un adivino chipriota culto llamado Frasio, Trasio o Tasio, hijo de Pigmalión, anunció que el hambre cesaría si cada año se sacrificaba a un extranjero en honor de Zeus. Busiris comenzó con Frasio mismo y después sacrificó a otros huéspedes casuales, hasta que llegó Heracles, quien dejó que los sacerdotes lo arrastraran al altar. Le ataron el cabello con una venda y Busiris, invocando a los dioses, estaba a punto de levantar el hacha de los sacrificios cuando Heracles rompió sus lazos y mató a Busiris, al hijo de Busiris, Anfídamas, y a todos los sacerdotes presentes.

l. Luego Heracles atravesó Asia y se detuvo en Termidrae, el puerto de la Lindo rodia, donde desunció uno de los bueyes del carro de un labrador, lo sacrificó, y comió su carne, mientras el dueño aguardando en cierta montaña, le maldecía desde lejos. De aquí que los lindios, sigan profiriendo maldiciones cuando hacen sacrificios a Heracles. Por fin llegó a las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado durante treinta años —o mil, o treinta mil años— mientras todos los días un buitre, nacido de Tifón y Equidna, le desgarraba el hígado. Hacía tiempo que Zeus se había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le había advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no engendrase a alguien más importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó que perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar. Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en consecuencia Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la inmortalidad desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no quedaba impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al buitre atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad.

m. La humanidad comenzó a llevar anillos en honor de Prometeo, y también guirnaldas, porque cuando quedó en libertad se ordenó a Prometeo que se coronase con una guirnalda de sauces, y Heracles, para acompañarle, se puso una de acebuche.

n. Zeus Omnipotente puso la flecha entre las estrellas como la constelación de Sagitario; y hasta el presente los habitantes de las montañas del Cáucaso consideran al buitre como el enemigo de la humanidad. Queman sus nidos con dardos llameantes y le tienden trampas para vengar los sufrimientos de Prometeo.

1.      Las diferentes ubicaciones de las Hespérides representan diferentes opiniones acerca de lo que constituía el Lejano Oeste. Una versión colocaba el escenario de este trabajo en Berenice, anteriormente llamada la ciudad de las Hespéridas (Plinio: Historia natural v.5), Eusperides (Herodoto: iv.171), o Eusperites (Herodoto: iv.198), pero que cambió su nombre por el de la esposa de Tolomeo Evergetes. Estaba construida en Pseudopenias (Estrabón: xvii.3.20), el promontorio occidental del Golfo de Sirtes. Esta ciudad, bañada por el río Latón, o Letón, tenía un bosquecillo sagrado llamado «Jardines de las Hespérides». Además, el Latón desembocaba en un Lago Hesperio; y en las cercanías había otro, el Lago Tritonis, que encerraba a una islita con un templo de Afrodita (Estrabón: loc. cit.; Plinio: loc. cit.), al cual se decía a veces que pertenecía el manzano (Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.485). Herodoto (loc. cit.) lo describe como una de las pocas partes fértiles de la Libia; en los mejores años la tierra producía el céntuplo.

2.      Además de estas disputas geográficas había varias explicaciones racionales del mito. Una opinión era que las manzanas eran en realidad hermosas ovejas (melón significa tanto «oveja» como «manzana»), u ovejas con una lana roja peculiar que parecía de oro, las cuales eran guardadas por un pastor llamado Dragón, al que las hijas de Héspero, las Hespérides, solían llevar la comida. Heracles se llevó las ovejas (Servio sobre la Eneida de Virgilio: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.26) y mató (Servio: loc. cit) o raptó al pastor (Palefato: 19). Palefato (loc. cit) hace a Héspero natural de la Mileto caria, que era todavía famosa por sus ovejas, y dice que aunque Héspero había muerto mucho tiempo antes de la llegada de Heracles, sus dos hijas le sobrevivían.

3.      Otra opinión era que Heracles rescató a las hijas de Atlante, que habían sido raptadas en el huerto de su familia por sacerdotes egipcios, y Atlante, agradecido, no sólo le dio el objeto de su trabajo, sino que además le enseñó la astronomía por añadidura. Pues Atlante, el primer astrónomo, sabía tanto que llevaba el globo celestial en los hombros, por decirlo así; y de aquí que se diga que Heracles le tomó el globo (Diodoro Sículo: iii.60 y iv.27). Heracles se convirtió ciertamente en el Señor del Zodíaco, pero el titán astrónomo a quien reemplazó era Ceo (alias Thoth) y no Atlante (véase 1.3).

4.      La verdadera explicación de este trabajo se debe encontrar, no obstante, en el ritual más bien que en la alegoría. Se demostrará (véase 148.5) que el candidato a la dignidad del rey tenía que vencer a una serpiente y apoderarse de su oro; y eso fue lo que hizo Heracles tanto en este caso como en su lucha con la Hidra. Pero el oro del que se apoderó no debía tener la forma de manzanas de oro; éstas se las dio al final de su reinado la diosa Triple como su pasaporte para el Paraíso. Y en este contexto fúnebre la Serpiente no era su enemiga, sino la forma que su ánima oracular asumiría después de haber sido sacrificado. Ladón tenía cien cabezas y hablaba con diversas lenguas porque muchos héroes oraculares podían llamarse «Heracles»: es decir, que habían sido representantes de Zeus y se habían dedicado al servicio de Hera. El Jardín de las tres Hespérides —cuyos nombres las identifican con la puesta del sol (véase 33.7 y 39.1)— es situado en el Lejano Oeste, porque la puesta del sol era un símbolo de la muerte del rey sagrado. Heracles recibió las manzanas al final de su reinado, correctamente registrado como un Gran Año de cien lunaciones. Había tomado la carga del rey sagrado de su predecesor, y con ella el título de «Atlante», «el que sufre largamente». Es probable que la carga fuese originalmente no el globo, sino el disco solar (véase 67.2).

5.      El comportamiento de Nereo sigue el modelo del de Proteo (véase 169.a), a quien Menelao consultó en Faros (Homero: Odisea iv.581 y ss.). Se dice que Heracles remontó el Po porque llevaba al País de los Hiperbóreos (véase 125. b). Sabemos que los regalos envueltos en paja que los hiperbóreos enviaban a Délos siguieron esa ruta (Herodoto: iv. 33). Pero aunque su país era en un sentido Gran Bretaña —como centro del culto de Bóreas— en otro era Libia y en otro el Cáucaso; y el Paraíso se hallaba en el Lejano Oeste o en lo recóndito del Viento Norte, la región misteriosa a la que volaban los gansos silvestres en el verano (véase 161.4). Las andanzas de Heracles ilustran esta incertidumbre. Si iba en busca del Paraíso libio debía haber consultado con el rey Proteo de Faros (véase 169.a); si iba en busca del Paraíso caucásico, con Prometeo (lo que es, en verdad, la versión de Apolodoro); si iba en busca del nórdico, a Nereo, quien vivía cerca de las fuentes del Po y cuyo comportamiento se parecía al de Proteo.

6.      Los huesos de Anteo eran probablemente los de una ballena varada, alrededor de la cual nació una leyenda en Tánger: «Esto tiene que haber sido un gigante. Sólo Heracles pudo haberlo matado. ¡Heracles, que erigió esas enormes columnas en Ceuta y Gibraltar!» Una lucha entre el candidato a la dignidad de rey y los campeones locales era una costumbre muy extendida: la lucha con Anteo por la posesión del reino, como la lucha de Teseo con Escirón (véase 96.3), o la de Odiseo con Filomelides (véase 161./), deben ser entendidas en este sentido. Praxiteles, el escultor del Partenón, consideraba la derrota de Anteo como un trabajo aparte (Pausanias: iv.11.4).

7.      Una antigua asociación religiosa unía a Dodona con Amón; y el Zeus adorado en cada una de ellas era original mente un rey pastor sacrificado anualmente, como en los montes Pelión y Lafistio. Heracles hizo bien en visitar a su padre Zeus cuando pasó por Libia; Perseo había hecho lo mismo en su viaje al Oriente, y Alejandro Magno siguió su ejemplo siglos después.

8.      El dios Set era pelirrojo, y los busirios necesitaban, por lo tanto, víctimas con cabello de ese color para ofrecerlas a Osiris, a quien asesinó Set. Los pelirrojos eran raros en Egipto, pero comunes entre los helenos (Diodoro Sículo: i.88; Plutarco: Sobre Isis y Osiris 30, 33 y 73). La muerte de Busiris por Heracles puede referirse a alguna acción punitiva realizada por los helenos, cuyos compatriotas habían sido acechados y muertos; hay pruebas de una colonia helena primitiva en Chemmis.

9.      Las maldiciones proferidas durante los sacrificios a Heracles (véase 143.a) recuerdan la bien establecida costumbre de maldecir e insultar al rey desde una colina cercana mientras lo coronan, con el fin de guardarlo de los celos divinos. A los generales romanos se les insultaba igualmente en sus triunfos mientras asumían la personalidad de Marte. Pero los sembradores maldecían también a la semilla mientras la diseminaban en los surcos.

10.  La liberación de Prometeo parece haber sido una fábula moral inventada por Esquilo y no un mito auténtico (véase 39.h). El hecho de que llevara una guirnalda de sauce —corroborado en un espejo etrusco— indica que había sido dedicado a la diosa Luna Anatha, o Neitii, o Atenea (véase 9.1). Quizá originalmente se le ataba con tiras de sauce al altar del sacrificio en el festival otoñal de la diosa (véase 116.4).

11.  Según una leyenda, Tifón mató a Heracles en Libia, y Yolao le volvió a la vida aplicando una codorniz a las ventanas de su nariz (Eudoxo de Cnido:. Circuito de la Tierra i, citado por Ateneo: ix.ll). Pero fue al tirio Heracles Melkarth a quien el dios Esmún («el que evocamos»), o Asclepio, resucitó de ese modo. El significado es que el año comienza en marzo con la llegada de las codornices desde el Sinaí, y que entonces se celebraban orgías en honor de la diosa (véase 14.3).

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