domingo, 4 de agosto de 2013

155 La muerte de Pelias

 a. Una noche de otoño los argonautas llegaron a la bien recordada playa de Págasas, pero no encontraron en ella a nadie que los recibiera. En Tesalia había circulado el rumor de que todos habían muerto y en consecuencia Pelias se había atrevido a matar a los padres de Jasón, Esón y Polimela, y a un hijo infante, Promaco, nacido después de la partida del Argo. Pero Esón pidió permiso para quitarse él mismo la vida y, como se accedió a su súplica bebió sangre de toro y así expiró; después de lo cual Polimela se mató con una daga o, según dicen algunos, con una cuerda, después de maldecir a Pelias, quien despidadamente hizo saltar los sesos de Prómaco golpeándole la cabeza contra el piso del palacio.

b. Cuando Jasón se enteró de esos dolorosos acontecimientos por un barquero solitario, le prohibió que difundiera la noticia de la vuelta del Argo y convocó un consejo de guerra. Todos sus compañeros opinaron que Pelias merecía la muerte, pero cuando Jasón exigió un ataque inmediato a Yolco, Acasto observó que no se podía esperar que él se opusiese a su padre, y los otros creyeron más prudente dispersarse, yendo cada uno a su propia patria, y allí si era necesario, reunir contingentes para una guerra en favor de Jasón. La verdad era que Yolco parecía contar con una guarnición demasiado fuerte para que la atacase un grupo tan pequeño como el que ellos formaban.

c. Habló, no obstante, Medea, quien se comprometió a dominar la ciudad ella sola. Pidió a los argonautas que se ocultaran con su nave en una playa boscosa y retirada desde la cual podía verse Yolco. Cuando vieran ondear una antorcha en el techo del palacio esto significaría que Pelias había muerto, que las puertas estaban abiertas y que podían tomar la ciudad.

d. Durante su visita a Anafe Medea había encontrado una imagen hueca de Artemis y la había llevado al Argo. Ahora vistió a sus doce esclavas feacias con extraños disfraces y las condujo, cada una de ellas llevando la imagen por turno, hacia Yolco. Al llegar a las puertas de la ciudad, Medea, que se había dado el aspecto de una vieja arrugada, ordenó a los centinelas que la dejaran pasar. Gritó con voz chillona que la diosa Artemis había llegado del brumoso país de los Hiperbóreos en un carro tirado por serpientes voladoras para llevar la buena suerte a Yolco. Los asombrados centinelas no se atrevieron a desobedecer, y Medea con sus esclavas, recorriendo las calles de la ciudad enfurecidas como ménades, despertaron a los habitantes provocando en ellos un frenesí religioso.

e. Interrumpido su sueño, Pelias preguntó aterrado qué deseaba de él la diosa. Medea respondió que Artemis se disponía a agradecer su piedad rejuveneciéndolo, permitiéndole así engendrar herederos en lugar de su mal hijo Acasto, quien había muerto hacía poco tiempo en un naufragio frente a la costa de Libia. Pelias ponía en duda esta promesa, hasta que Medea, quitándose el aspecto de anciana que se había impuesto, se transformó otra vez en joven delante de sus propios ojos: «¡Tal es el poder de Artemis!», exclamó. Pelias observó luego cómo ella descuartizaba un viejo carnero de ojos legañosos en trece pedazos y los haría hervir en una caldera. Empleando ensalmos colquideos, que él tomó equivocadamente por hiperbóreos, e invocando solemnemente a Artemis para que le ayudase, Medea simuló que rejuvenecía al carnero muerto, pues un cordero retozón estaba oculto, junto con otros utensilios mágicos, dentro de la imagen hueca de la diosa. Pelias, completamente engañado, consintió en acostarse en un lecho, en el que Medea no tardó en dormirlo mediante encantamientos. Luego ordenó a sus hijas, Alcestis, Evadne y Anfínome, que lo despedazasen exactamente como ellas le habían visto hacer con el carnero, e hirviesen los pedazos en la misma caldera.

f. Alcestis se negó piadosamente a derramar la sangre de su padre por buena que fuera la causa, pero Medea, dando una nueva prueba de sus poderes mágicos, convenció a Evadne y Anfínome para que manejaran sus cuchillos con resolución. Una vez terminado el trabajo, las llevó al tejado, cada una con una antorcha, y les explicó que debían invocar a la Luna mientras hervía la caldera. Desde su emboscada los argonautas vieron el lejano resplandor de las antorchas y, acogiendo de buena gana la señal, corrieron a introducirse en Yolco, donde no encontraron oposición.

g. Jason, no obstante, temiendo la venganza de Acasto, le cedió el reino y no discutió la sentencia de destierro que pronunció contra él el Consejo de Yolco, pues esperaba ocupar un trono más rico en otra parte.

h. Algunos niegan que Esón se viese obligado a quitarse la vida y declaran que, al contrario, Medea, después de extraerle del cuerpo la sangre gastada, le devolvió la juventud por medio de un elixir mágico, como había hecho con Macris y las ninfas hermanas suyas en Corcira; y lo presentó, fornido y vigoroso, a Pelias en las puertas del palacio. Después de convencer así a Pelias para que se sometiera al mismo tratamiento, le engañó omitiendo los encantamientos apropiados, por lo que murió miserablemente.

i. En los juegos fúnebres de Pelias, realizados al siguiente día, Eufemo venció en la carrera de carros de dos caballos; Pólux en el pugilato, Meleagro en el lanzamiento de jabalina, Peleo en la lucha cuerpo a cuerpo, Zetes en la carrera pedestre más corta, y su hermano Calais (o, según dicen algunos, Ificles) en la más larga; y Heracles, que había vuelto de su visita a las Hespérides, en la lucha libre. Pero durante la carrera de carros de cuatro caballos, que ganó Yolao, el auriga de Heracles, Glauco, hijo de Sísifo, fue devorado por sus caballos,   a  los  que  Afrodita  había  enloquecido  con  hipómanes.

j. En cuanto a las hijas de Pelias: Alcestis se casó con Admeto de Peras, con quien estaba comprometida desde hacía mucho tiempo; Evadne y Anfínome fueron desterradas por Acasto a Mantinea en Arcadia, donde, después de purificarse, consiguieron casarse honorablemente.

1.      Los cretenses y micénicos utilizaban sangre de toro, muy diluida en agua, como un elemento mágico para fertilizar las mieses y los árboles; sólo la sacerdotisa de la Madre Tierra podía bebería pura sin envenenarse (véase 51.4).

2.      A los mitógrafos clásicos se les hace difícil decidir hasta qué punto Medea era una ilusionista y embaucadora y hasta qué punto su magia era auténtica. Las calderas de regeneración son comunes en el mito celta (véase 148.5-6); de aquí que Medea pretenda ser una diosa hiperbórea, lo que puede significar británica. La teoría religiosa básica parece haber sido que en el solsticio estival el rey sagrado, llevando una máscara de carnero negra, era descuartizado en la cumbre de una montaña y sus pedazos cocidos en una sopa que debían comer las sacerdotisas; su espíritu pasaría entonces a una de ellas, para nacer de nuevo como niño en la siguiente estación de los corderos. El hecho de que Frixo evitara ese destino había sido la causa original de la expedición de los argonautas (véase 70.2 y 148.d).

3.       El carro tirado por serpientes de Medea —las serpientes son animales infernales— tenía alas porque ella era al mismo tiempo diosa de la tierra y diosa de la luna. Aquí aparece en tríada como Perséfone-Deméter-Hécate: las tres hijas de Pelias desmembrando a su padre. La teoría de que el rey Sol se casa con la reina Luna, la cual luego le invita graciosamente a subir en su carro (véase 24.m), cambió al fortalecerse el sistema patriarcal; en la época clásica el carro tirado por serpientes era propiedad indiscutida de Helio, y en el mito posterior de Medea y Teseo (véase 154.J) se lo prestó a su nieta Medea sólo porque se hallaba en peligro de muerte (véase 156.d). La diosa Tierra india del Ramayana también viaja en un carro tirado por serpientes.

4.      Calimaco parece atribuir a la cazadora Cirene el triunfo en la carrera pedestre realizada en los juegos fúnebres de Pelias (véase 82.a).

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