domingo, 4 de agosto de 2013

166 Los oráculos de Troya

a. Aquiles había muerto y los griegos comenzaban a desesperar. Calcante profetizó que Troya no podría ser tomada sino con  la  ayuda del arco y las flechas de Heracles. En consecuencia, Odiseo y Diomedes fueron enviados a Lemnos para que se los pidieran a Filoctetes, quien los poseía en aquel momento.

b. Algunos dicen que Fímaco, pastor del rey Actor e hijo de Dolofión había alojado a Filoctetes y curado su herida apestosa durante los últimos diez años. Otros afirman que algunos de los soldados melibeos de Filoctetes se habían establecido a su lado en Lemnos y que los Asclepíadas ya le habían curado con tierra de Lemnos antes que llegara la delegación; o que Filio o Pelio, un hijo de Hefesto, lo hizo. Se dice que luego Filoctetes conquistó ciertas pequeñas islas situadas frente a las costa troyana para el rey Euneo, desalojando a  la  población caria, bondad que agradeció Euneo concediéndole el distrito de Acesa en Lemnos. Por lo tanto, se explica, Odiseo y Diomedes no necesitaban tentar a Filoctetes con ofrecimientos de tratamiento médico; fue voluntariamente con ellos, llevando el arco y las flechas, con el propósito de ganar la guerra para los griegos y gloria para sí mismo. Según otra versión, la delegación se encontró con que había muerto hacía tiempo a consecuencia de la herida y convenció a sus herederos para que les dejaran llevar el arco.

c. La verdad es, no obstante, que Filoctetes se había quedado en Lemnos, sufriendo mucho, hasta que Odiseo le convenció con engaños para que entregara el arco y las flechas; pero Diomedes (y no, como algunos dicen equivocadamente, Neoptólemo) no quiso complicarse en el robo y aconsejó a Filoctetes que exigiera la devolución de su propiedad. Entonces intervino el dios Heracles: «Ve con ellos a Troya, Filoctetes —le dijo— y yo enviaré a un asclepíada para que te cure; pues Troya debe caer por segunda vez con mis flechas. Te elegirán entre los griegos como el combatiente más temerario de todos. Matarás a Paris, tomarás parte en el saqueo de Troya y enviarás a tu casa el botín, reservando la parte mejor para tu padre Pean te. Pero recuerda: no puedes tomar a Troya sin Neoptólemo, hijo de Aquiles, ¡ni puede hacerlo él sin ti!».

d. Filoctetes obedeció y cuando llegó al campamento griego lo bañaron con agua dulce y dejaron que durmiera en el templo de Apolo. Mientras dormía, el cirujano Macaón le cortó de la herida la carne podrida, vertió en ella vino y le aplicó hierbas curativas y la piedra serpentina. Pero algunos dicen que Podalirio, el médico hermano de Macaón, se encargó de la curación.

e. Tan pronto como estuvo curado, Filoctetes desafió a Paris a un combate con arcos. La primera flecha que disparó no hizo blanco, la segunda atravesó la mano del arco de Paris, la tercera le cegó el ojo derecho, y la cuarta le dio en el tobillo hiriéndole de muerte. A pesar del intento de Menelao de matar a Paris, éste consiguió salir renqueando del campo de batalla y refugiarse en Troya. Esa noche los troyanos lo llevaron al monte Ida, donde suplicó a su anterior amante, la ninfa Enone, que le curara, pero inspirada por un odio inveterado a Helena, ella, cruel, movió negativamente la cabeza y lo llevaron de vuelta para que muriera. Poco después Enone se arrepintió y corrió a Troya con un cesto lleno de drogas curativas, pero lo encontró ya muerto. En un frenesí de dolor saltó desde la muralla, o se ahorcó, o murió quemada en su pira; nadie recuerda cómo fue la cosa. Algunos excusan a Enone diciendo que habría curado a Paris inmediatamente si su padre no lo hubiera impedido; se vio obligada a esperar a que él saliera de casa antes de llevar las drogas y luego llegó demasiado tarde.

f. Heleno y Deífobo disputaron entonces la mano de Helena, y Príamo apoyaba a Deífobo fundándose en que había mostrado el mayor valor; pero, aunque su casamiento con Paris había sido dispuesto por los dioses, Helena no podía olvidar que seguía siendo reina de Esparta y esposa de Menelao. Una noche un centinela la sorprendió tratando de deslizarse por una cuerda de la muralla con el propósito de escaparse. La llevaron ante Deífobo, quien se casó con ella por la fuerza, con gran disgusto de los otros troyanos. Heleno abandonó inmediatamente la ciudad y fue a vivir con Arisbe en las laderas del monte Ida.

g. Al enterarse por Calcante de que solamente Heleno conocía los oráculos secretos que protegían a Troya, Agamenón envió a Odiseo para que le acechara y lo llevara al campamento griego. Dio la casualidad de que Heleno se hallaba como huésped de Crisis en el templo de Apolo Timbreo cuando llegó Odiseo en su busca, y se mostró bastante dispuesto a revelar los oráculos con la condición de que se le diera un hogar seguro en algún país lejano. Explicó que había abandonado Troya, no porque temiera la muerte, sino porque ni él ni Eneas podían perdonar el sacrilego asesinato de Aquiles por París en aquel mismo templo y por el que todavía no se había dado cumplida satisfacción a Apolo.

h. —Así sea. No me ocultes nada y te garantizaré la vida y la seguridad —le dijo Odiseo.
—Los oráculos son breves y claros —respondió Heleno—. Troya caerá este verano si cierto hueso de Pélope es llevado a vuestro campamento, si Neoptólemo sale a combatir, y si el Paladio de Atenea es robado de la ciudadela, porque no se puede abrir brecha en las murallas mientras siga allí.
Agamenón envió inmediatamente mensajeros a Pisa en busca del omóplato de Pélope. Entretanto Odiseo, Fénix y Diomedes se embarcaron para Esciros, donde convencieron a Licomedes para que dejara que Neoptólemo fuera a Troya; algunos dicen que entonces sólo tenía doce años de edad. El ánima de Aquiles se le apareció a su llegada, y en adelante se distinguió tanto en el consejo como en la guerra. Odiseo le entregó de buena gana las armas de Aquiles.

i. Eurípilo, hijo de Télefo, reforzó a los troyanos con un ejército de misios, y Príamo, que había ofrecido a su madre Astíoque una vid de oro si él iba, lo desposó con Casandra. Eurípilo demostró que era un combatiente resuelto y mató al cirujano Macaón; éste es el motivo por el que en el templo de Asdepio en Pérgamo, donde todos los servicios religiosos comienzan con un himno celebrando a Télefo, no se puede pronunciar en ocasión alguna el nombre de su hijo Eurípilo. Néstor llevó a Pilos los huesos de Macaón y los enfermos son curados en el templo de Gerania; su estatua de bronce enguirnaldada domina el lugar sagrado llamado «El Rosal». El propio Eurípilo fue muerto por Neoptólemo.

j. Poco antes de la caída de Troya las disensiones entre los hijos de Príamo se hicieron tan feroces que autorizó a Antenor para que negociara la paz con Agamenón. A su llegada al campamento griego, Antenor, por odio a Deífobo, convino en entregar traidoramente el Paladio y la ciudad a Odiseo; su precio fue la dignidad de rey y la mitad del tesoro de Príamo. Le dijo a Agamenón que se podía contar también con la ayuda de Eneas.

k. Trazaron juntos un plan, y para realizarlo Odiseo le pidió a Diomedes que le azotara sin piedad; luego, manchado con sangre, sucio y cubierto de harapos, consiguió que le admitieran en Troya como un esclavo fugitivo. Sólo Helena le conoció a pesar de su disfraz, pero cuando le interrogó en privado la engañó con respuestas evasivas. Sin embargo, no pudo rechazar una invitación para que fuera a su casa, donde ella le bañó, le ungió y le vistió con ropas finas; y una vez establecida su identidad sin duda alguna, Helena juró solemnemente que no lo denunciaría a los troyanos —hasta entonces sólo había confiado en Hécabe— si él le revelaba todos los detalles de su plan. Helena le explicó que la tenían como prisionera en Troya y deseaba volver a su patria. En aquel momento entró Hecabe. Odiseo se arrojó a sus pies, llorando de terror, y le suplicó que no lo denunciara. Cosa sorprendente, ella accedió. Odiseo se apresuró a volver, guiado por Hecabe, y llegó a donde estaban sus amigos a salvo y con abundante información; pretendió haber matado a varios troyanos que no querían abrirle las puertas.

l. Algunos dicen que Odiseo robó el Paladio en esta ocasión, él solo. Otros dicen que a él y a Diomedes, como favoritos de Atenea, los eligieron para hacerlo y que subieron a la ciudadela por un túnel estrecho y fangoso, mataron a los guardias que dormían y juntos se apoderaron de la imagen que la sacerdotisa Teano, esposa de Antenor, les entregó voluntariamente. La versión común, no obstante, es que Diomedes escaló la muralla subiéndose a los hombros de Odiseo, porque la escala era corta, y entró en Troya solo. Cuando reapareció con el Paladio en los brazos los dos volvieron al campamento juntos, bajo la luna llena, pero Odiseo deseaba para sí toda la gloria. Se colocó detrás de Diomedes, a cuyos hombros estaba atada la imagen, y lo habría matado si Diomedes no hubiera visto la sombra de su espada, pues la luna estaba todavía baja en el firmamento. Se volvió, desenvainó su espada, desarmó a Odiseo, le ató las manos y lo llevó a las naves dándole repetidamente puntapiés y golpes. De aquí la frase «coacción de Diomedes» aplicada con frecuencia a aquellos cuyos actos obedecen a una coerción.

m. Los romanos pretenden que Odiseo y Diomedes se llevaron solamente una copia del Paladio exhibida públicamente, y que Eneas, cuando cayó Troya, rescató la imagen auténtica, pasándola a escondidas con el resto de su bagaje sagrado y la llevó sin peligro a Italia.

1.      Todo esto es pura novela o drama, con excepción del robo del Paladio, la misteriosa negativa de Hécabe a denunciar a Odiseo (véase 168J) y la muerte de París a consecuencia de una herida en el tobillo (véase 92.10, 126.3 y 164.l). El omóplato de Pélope era probablemente de marfil de marsopa (véase 109.5). La versión que hace a Filoctetes morir envenenado —por las flechas de Heracles empapadas en la sangre de la Hidra— parece ser la más antigua (véase 162.1).

2.      Pausanias informa (v.13.3): «Cuando los griegos volvían de Troya, la nave que transportaba el omóplato de Pélope se hundió frente a Eubea durante una tormenta. Muchos años después un pescador eritreo llamado Damármeno («domador de velas») recogió en su red un hueso que era de un tamaño tan asombroso que lo ocultó en la arena mientras iba a preguntar al oráculo de Delfos de quién era aquel hueso y qué debía hacer con él. Apolo había dispuesto que una embajada elea llegase el mismo día en busca de un remedio para una peste. La Pitonisa respondió a los eleos: 'Recuperad el omóplato de Pélope'. Y a Damármeno le dijo: 'Entrega tu hueso a estos embajadores'. Los eleos le recompensaron bien haciendo la custodia del hueso hereditaria en su casa. Ya no podía verse cuando visité Elide: sin duda el tiempo y la acción del agua marina en la que había estado durante tan largo tiempo lo habían convertido en polvo.»



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