domingo, 4 de agosto de 2013

168 El saqueo de Troya

a. Al parecer, Odiseo había prometido a Hécabe y Helena que a todos los que no ofrecieran resistencia se les perdonaría la vida. Pero los griegos se deslizaron en silencio por las calles iluminadas por la luna, entraron en las casas indefensas y cortaron la garganta a los troyanos que dormían. Hécabe se refugió con sus hijas bajo un antiguo laurel en el altar erigido a Zeus del Patio, donde impidió que Príamo corriese a lo más reñido del combate. «Quédate con nosotros, señor —le suplicó— en este lugar seguro. Eres demasiado anciano y débil para luchar.» Príamo, a regañadientes, hizo lo que ella le pidió, hasta que pasó corriendo su hijo Polites, perseguido de cerca por los griegos, y cayó traspasado ante sus propios ojos. Maldiciendo a Neoptólemo, quien le había asestado el golpe mortal, Príamo le atacó ineficazmente con la lanza, ante lo cual lo sacaron de los escalones del altar, ahora enrojecidos con la sangre de Polites, y lo mataron despiadadamente en el umbral de su propio palacio. Pero Neoptólemo, recordando sus deberes filiales, arrastró el cadáver hasta la tumba de Aquiles en el promontorio Sigeo, donde dejó que se pudriera decapitado y sin enterrar.

b. Entretanto Odiseo y Menelao habían ido a la casa de Deífobo, donde libraron el más sangriento de todos sus combates, del que salieron victoriosos solamente con la ayuda de Atenea. Se discute quién de los dos mató a Deífobo. Algunos inclusive dicen que Helena misma le hundió una daga en la espalda, y que esta acción, y la vista de sus pechos desnudos, debilitó de tal modo la resolución de Menelao, quien había jurado: «¡Ella morirá!», que arrojó su espada y la condujo a salvo a las naves. El cadáver de Deífobo fue mutilado atrozmente, pero Eneas le erigió más tarde un monumento en el cabo Reteo.
Odiseo vio que Glauco, uno de los hijos de Antenor, huía por una calle perseguido enérgicamente por un grupo de griegos. Intervino y al mismo tiempo salvó al hermano de Glauco, Helicaón, que estaba gravemente herido. Menelao colgó luego una piel de leopardo sobre la puerta de la casa de Antenor, como una señal de que había que respetarla. A Antenor, su esposa Téano y sus cuatro hijos se les permitió que se fueran en libertad llevándose todos sus bienes; algunos días después se embarcaron en la nave de Menelao y se dirigieron primeramente a Cirene, luego a Tracia y finalmente a Henética en el Adriático. Henética se llamaba así porque Antenor se hizo cargo del mando de ciertos refugiados de la Enete paflagonia, cuyo rey Pilémenes había muerto en Troya, los encabezó en una guerra afortunada contra los euganeos de la llanura del norte de Italia. Al puerto y el distrito donde desembarcaron se les llamó «Nueva Troya» y ahora se los conoce con el nombre de venedanos. También se dice que Antenor fundó la ciudad de Padua.

c. Según los romanos, la única otra familia troyana perdonada por los griegos fue la de Eneas, quien, como Antenor, había instado últimamente a entregar a Helena y a la conclusión de una paz justa; Agamenón, al ver que se ponía al venerable Anquises sobre los hombros y lo llevaba hacia la Puerta Dardánida sin una sola mirada de soslayo, ordenó que no se molestase a un hijo tan piadoso. Sin embargo, algunos dicen que Eneas estaba ausente en Frigia cuando cayó la ciudad. Otros, que defendió Troya hasta el final y luego se retiró a la ciudadela de Pérgamo y, tras una segunda resistencia valiente, envió a su gente al monte Ida a cubierto de la oscuridad y los siguió tan pronto como pudo con su familia, su tesoro y las imágenes sagradas; y que, habiéndole ofrecido los griegos condiciones honorables, pasó a la Pelene tracia y murió allí o en Orcómeno ciudad de Arcadia. Pero los romanos dicen que en sus viajes llegó por fin al Lacio, fundó la ciudad de Lavinio y, muerto en batalla, fue transportado al Cielo. Todas éstas son fábulas; la verdad es que Neoptólemo lo llevó cautivo a bordo de su nave como el botín más honorable conquistado por cualquiera de los griegos, y lo retuvo para el rescate, que a su debido tiempo pagaron los dardánidas.

d. Laódice, la esposa de Helicaón (a la que algunos llaman esposa de Télefo) había yacido con el ateniense Acamante cuando éste fue a Troya con la embajada de Diomedes diez años antes y dio a luz en secreto a un hijo llamado Múnito, al que una esclava de Helena llamada Etra —madre de Teseo y por tanto bisabuela del niño— había criado para ella. Cuando cayó Troya se hallaba Laódice en el templo de Tros, junto a las tumbas de Cila y Munipo, cuando se abrió la tierra y la tragó ante los ojos de todos.

e. En la confusión, Etra huyó con Múnito al campamento griego, donde Acamante y Demofonte la reconocieron como su abuela, largo tiempo perdida y a la que habían jurado salvar o rescatar. Demofonte fue inmediatamente a ver a Agamenón y le pidió que la repatriase, juntamente con su compañera de cautiverio, la hermana de Pirítoo. Menesteo de Atenas apoyó su súplica, y como Helena había mostrado con frecuencia que aborrecía a Etra poniéndole un pie en la cabeza y tirándole del cabello, Agamenón dio su consentimiento, pero obligó a Demofonte y Acamante a renunciar a sus pretensiones a cualquier otro botín troyano. Por desgracia, cuando Acamante desembarcó en Tracia en su viaje de regreso a su casa, Múnito, que le acompañaba, murió a consecuencia de una mordedura de serpiente.

f. Tan pronto como comenzó la matanza en Troya Casandra huyó al templo de Atenea y se asió a la imagen de madera que había reemplazado al Paladio robado. Allí la encontró Ayax el Pequeño y trató de llevársela, pero ella se abrazó a la imagen tan fuertemente que tuvo que llevársela también cuando consiguió sacar de allí a Casandra para hacerla su concubina, que era el destino común de todas las mujeres troyanas. Pero Agamenón reclamó a Casandra como la recompensa particular por su propio valor, y Odiseo, servicialmente, hizo correr el rumor de que Ayax había violado a Casandra en el templo, que era por lo que la imagen tenía los ojos vueltos hacia el Cielo, como si estuviera horrorizada. Así se convirtió Casandra en el premio de Agamenón, mientras Ayax se ganaba el odio de todo el ejército; y cuando los griegos estaban a punto de embarcarse Calcante advirtió al consejo que había que aplacar a Atenea por la ofensa hecha a su sacerdotisa. Para complacer a Agamenón, Odiseo propuso entonces que se lapidase a Ayax, pero él lo evitó acogiéndose a sagrado en el altar de Atenea, donde juró solemnemente que Odiseo mentía como de costumbre; y tampoco Casandra confirmó la acusación de violación. Sin embargo, no se podía dejar de tener en cuenta la profecía de Calcante; por tanto Ayax manifestó su pesar por haber sacado por la fuerza la imagen y se ofreció a expiar su delito. La muerte le impidió hacerlo, pues la nave en que volvía a Grecia naufragó en las Rocas llamadas Giras. Cuando consiguió llegar a tierra Posidón
partió las rocas con su tridente y le hizo perecer ahogado; o, según dicen algunos, Atenea pidió prestado el rayo de Zeus y le mató con él. Pero Tetis enterró su cadáver en la isla de Miconos, y sus compatriotas llevaron luto durante todo un año, y ahora anualmente lanzan al agua un barco con velas negras, cargado con regalos, y lo incendian en su honor.

g. La ira de Atenea recayó luego sobre el territorio de Opunte en Lócride y el oráculo de Delfos advirtió a los ex subditos de Ayax que no se librarían del hambre y la peste si no enviaban dos muchachas a Troya todos los años durante mil años. En consecuencia, las Cien Casas de Lócride han soportado desde entonces esa carga como prueba de su nobleza. Eligen las muchachas echando suertes y las desembarcan en plena noche en el promontorio Reteo, cambiando cada vez la estación; con ellas van parientes que conocen el país y pueden introducirlas a hurtadillas en el templo de Atenea. Si los troyanos sorprenden a las muchachas las lapidan, las queman por contaminar el territorio y diseminan sus cenizas en el mar; pero una vez dentro del templo están a salvo. Entonces les cortan el cabello, les dan la sencilla vestimenta de esclava y pasan la vida haciendo las tareas domésticas del templo hasta que las reemplaza otro par de muchachas. Sucedió hace muchos años que cuando los trarianos se apoderaron de Troya y mataron a una sacerdotisa locria en el templo mismo, los locrios decidieron que su larga penitencia había terminado y en consecuencia no enviaron más muchachas; pero, como volvieron el hambre y la peste, se apresuraron a reanudar la antigua costumbre, la terminación de la cual sólo ahora se acerca a su fin. Estas muchachas se introducen en el templo de Atenea por un pasaje subterráneo cuya entrada secreta está a alguna distancia de las murallas y lleva a una alcantarilla lodosa que utilizaron Odiseo y Diomedes cuando robaron el Paladio. Los troyanos no tienen idea de cómo consiguen entrar las muchachas y nunca saben en qué noche debe llegar el relevo, por lo que rara vez las sorprenden y entonces sólo por casualidad.

h. Después de la matanza, la gente de Agamenón saqueó e incendió Troya, dividió el botín, arrasó las murallas y sacrificó holocaustos a sus dioses. El consejo había discutido durante un tiempo qué se debía hacer con el hijo infante de Héctor, Astianacre, llamado también Escamandrio, y cuando Odiseo recomendó la extirpación sistemática de los descendientes de Príamo, Calcante resolvió el destino del niño profetizando que, si se le dejaba sobrevivir, vengaría a sus padres y su ciudad. Aunque todos los otros príncipes se negaron a cometer el infanticidio, Odiseo arrojó de buena gana a Astianacte desde las murallas. Pero algunos dicen que Neoptólemo, a quien había tocado como premio Andrómaca, la viuda de Héctor, en el reparto del botín, arrancó a Astianacte de sus brazos anticipándose a la orden del consejo, lo hizo girar alrededor de su cabeza asiéndolo por un pie y lo lanzó contra las rocas de abajo. Y otros dicen que Astianacte se mató saltando desde la muralla mientras Odiseo recitaba la profecía de Calcante e invocaba a los dioses para que aprobaran el rito cruel.

i. El consejo discutió también el destino de Políxena. Cuando yacía moribundo Aquiles había pedido que la sacrificasen en su tumba, y más recientemente se les había aparecido en sueños a Neoptólemo y a otros caudillos amenazándoles con retener a la flota en Troya con vientos contrarios hasta que cumplieran lo que había pedido. También se oyó una voz que se quejaba desde
la tumba: «¡Es injusto que no se me haya concedido parte alguna del botín!» Y en el promontorio Reteo apareció un espectro con armadura dorada que gritó: «¿Os vais, griegos? ¿Y dejaréis mi tumba sin rendirle honores?».

j. Calcante declaró que no se debía negar Políxena a Aquiles quien la amaba. Agamenón disentía, alegando que ya se había derramado bastante sangre, tanto de ancianos y niños como de guerreros, para saciar la venganza de Aquiles, y que los muertos por famosos que fueran, no tenían derecho a la vida de las mujeres. Pero Demofonte y Acamante, a quienes no se había dado la parte justa en el botín, gritaron que Agamenón exponía esa opinión sólo para complacer a Casandra, la hermana de Políxena, y hacer que se sometiera más fácilmente a sus abrazos. Preguntaron: «¿Qué merece el mayor respeto, la espada de Aquiles o el lecho de Casandra?» Los ánimos se caldearon y Odiseo intervino y convenció a Agamenón para que cediese.

k. El consejo ordenó a Odiseo que fuese en busca de Políxena e invitó a Neoptólemo a oficiar como sacerdote. Políxena fue sacrificada en la tumba de Aquiles, a la vista de todo el ejército, que se apresuró a hacerle un entierro honorable; inmediatamente comenzaron a soplar vientos favorables. Pero algunos dicen que la flota griega había llegado ya a Tracia cuando apareció el ánima de Aquiles amenazándoles con vientos contrarios, y que Políxena fue sacrificada allí. Otros dicen que ella fue por su propia voluntad a la tumba de Aquiles antes de que cayera Troya y se arrojó sobre la punta de una espada, expiando así el mal que le había hecho.

l. Aunque Aquiles había matado a Polidoro, el hijo de Príamo con Laótoe, el más joven y más querido de sus hijos, sobrevivió otro príncipe del mismo nombre. Era hijo de Príamo y Hécabe y lo habían puesto a salvo en el Quersoneso tracio, donde lo crió su tía Ilíone, esposa del rey Polimestor. Ilíone trató a Polidoro como si fuera un verdadero hermano de Deífobo, el hijo que había dado a Polimestor. Agamenón, siguiendo la política de extirpación de Odiseo, envió entonces mensajeros a Polimestor prometiéndole a Electra por esposa y una dote de oro si se deshacía de Polidoro. Polimestor aceptó el soborno, pero no pudo decidirse a hacer daño a un niño al que había jurado proteger, y en cambio mató a su propio hijo Deífobo en presencia de los mensajeros, quienes volvieron engañados. Polidoro, quien no conocía el secreto de su nacimiento pero se daba cuenta de que era la causa de que Ilíone se alejase de Polimestor, fue a Delfos y preguntó a la Pitonisa: «¿Qué les pasa a mis padres?» La Pitonisa contestó: «¿Tiene tan poca importancia que tu ciudad sea reducida a cenizas, tu padre asesinado y tu madre esclavizada para que vengas a hacerme una pregunta como ésa?» Volvió a Tracia muy preocupado, pero encontró que nada había cambiado desde su partida. «¿Puede haberse equivocado Apolo?», se preguntaba. Ilíone le dijo la verdad e, indignado porque Polimestor había asesinado a su único hijo a cambio de oro y la promesa de otra reina, primeramente le cegó y luego le apuñaló.

m. Otros dicen que a Polimestor le amenazaron los griegos con una guerra implacable sí no entregaba a Polidoro y que cuando lo hizo llevaron al niño a su campamento y ofrecieron cambiarlo por Helena. Como Príamo se negó a discutir la propuesta, Agamenón ordenó que lapidaran a Polidoro al pie de las murallas de Troya y luego envió su cadáver a Helena con este mensaje: «Muestra esto a Príamo y pregúntale si lamenta su decisión.» Fue un acto de despecho inexcusable, porque Príamo había dado su palabra de que no entregaría a Helena mientras estuviera bajo la protección de Afrodita y estaba dispuesto a rescatar a Polidoro con la rica ciudad de Antandro.

n. Odiseo obtuvo a Hécabe como su parte del botín y la llevó al Quersoneso tracio, donde ella pronunció invectivas tan horribles contra él y los otros griegos por su barbarie y sus prevaricaciones que no tuvieron más remedio que matarla. Su alma tomó la forma de una de las espantosas perras negras que siguen a Hécate, se arrojó al mar y nadó hacia el Helesponto; en consecuencia al lugar de su entierro le llamaron «La Tumba de la Perra». Según otra versión de la fábula, después del sacrificio de Políxena, Hécabe encontró el cadáver de Polidoro que había arrojado el agua a la costa, pues su yerno Polimestor lo había matado por el oro con que Príamo costeaba los gastos de su educación. Llamó a Polimestor, prometiéndole que le comunicaría el secreto de un tesoro oculto entre las ruinas de Troya, y cuando él, se acercó con sus dos hijos sacó del pecno una daga, mató a los niños y le sacó los ojos a Polimestor; exhibición de ingenio que le perdonó Agamenón a causa de su edad y sus desgracias. Los nobles tracios se habrían vengado de Hécabe con flechas y piedras, pero ella se transformó en una perra llamada Mera y echó a correr de un lado a otro aullando tristemente, por lo que se retiraron confusos.

o. Algunos dicen que Antenor fundó un nuevo reino de Troya, sobre las ruinas del viejo. Otros, que Astianacte sobrevivió y llegó a ser rey de Troya después de la partida de los griegos, y que, cuando lo expulsaron Antenor y sus aliados, Eneas volvió a ponerlo en el trono, en el que, sin embargo, le sucedió más tarde Ascanio, el hijo de Eneas, como se había profetizado. Fuera como fuere, Troya nunca volvió a ser más que una sombra de lo que había sido anteriormente.

1.      El tratamiento considerado de que hizo objeto Odiseo a renegados como Antenor y Calcante contrasta aquí con la deslealtad que mostró con sus honrados compañeros Palamedes, Áyax el Grande, Áyax el Pequeño y Diomedes, y con su salvaje tratamiento de Astianacte, Polidoro y Políxena; pero como Julio César y Augusto pretendían descender de Eneas —otro traidor perdonado por Odiseo y considerado en Roma como un modelo de piedad— las implicaciones satíricas se pierden para los lectores modernos. Es lástima que no hayan sobrevivido los términos exactos de las invectivas de Hécabe contra Odiseo y sus compañeros de deshonor, las cuales expresaban sin duda los verdaderos sentimientos de Homero; pero su conversión en la Hécate cretense, Mera, o Escila, la perra marina (véase 16.2, 91.2 y 170.d) indica que él consideraba válidas las maldiciones, pues los reinos fundados en la barbarie y la mala fe no podían jamás prosperar. Mera era el emblema de Escila en el firmamento, el Can Menor, y cuando aparecía se ofrecían sacrificios humanos en Maratón, Ática; la víctima más famosa fue el rey Icario (véase 79.1), con cuya hija se había casado Odiseo y cuya suerte compartiría, en consecuencia, en el mito original (véase 159.d).

2.      El caso bien autentificado de las muchachas locrias es uno de los más extraños de la historia de Grecia, pues la supuesta violación de Casandra por Áyax el Pequeño fue negada por mitógrafos respetables como una mentira de Odiseo, y es evidente que las muchachas locrias consiguieron entrar en Troya como una cuestión de orgullo cívico y no como una penitencia. Los troyanos ciertamente intentaron no dejarlas entrar si podemos confiar en el relato de Eneas Táctico —trata del peligro de construir ciudades con entradas secretas— y que las trataran como «una profanación del territorio» si las sorprendían y como esclavas si conseguían entrar, está de acuerdo con esta opinión. Áyax el Pequeño era hijo del locrio Oileo, cuyo nombre, que tenía también un guerrero troyano al que mató Agamenón (Ilíada xi.9.3), es una forma primitiva de «lio»; y la Ilio de Príamo, al parecer, había sido colonizada en parte por los locrios, una tribu pre-helena de léleges (Aristóteles: Fragmento 560; Dionisio de Halicarnaso: i.17; Estrabón: xiii.1.3 y 3.3). Ellos dieron el nombre del monte locrio Friconis a la que hasta entonces se llamaba Cime, y gozaba del derecho hereditario de proporcionar a Atenea una cuota de sacerdotisas (véase 158.S). Seguían ejerciendo ese derecho mucho tiempo después de la guerra de Troya —cuando la ciudad había perdido su poder político y se había convertido en un lugar de peregrinación sentimental— con gran disgusto de los troyanos, quienes consideraban a las muchachas sus enemigos naturales.

3.      La maldición, que se hizo efectiva durante mil años, terminó alrededor del año 264 a. de C., lo que correspondería con la fecha deliana (y por tanto homérica) de la guerra de Troya, aunque Eratóstenes la calculó cien años después. El túnel secreto de Odiseo ha sido descubierto en las ruinas de Troya, y lo describe Walter Leaf en su Troy: A Study in Homeric Geography (London, 1912, págs. 126-44). ¿Pero por qué Téano se hizo traidora y entregó el Paladio? Probablemente porque siendo locria —Téano era también el nombre de la famosa poetisa de la Lócride Epicefiria— estaba en desacuerdo con la política comercial antilocria de Príamo o sabía que Troya tenía que caer y deseaba poner la imagen en lugar seguro antes que se apoderase de eüa Agamenón. Homero la hace hija del tracio Cisco, y había por lo menos una colonia locria en Tracia, a saber, Abdera (véase 130.c). Sin embargo, como locria, Téano consideraría la descendencia matrilinealmente (Polibio: xii.5.6); y probablemente se apodó Ciseis, «mujer de hiedra», en honor de Atenea, cuyo principal festival se celebraba en el mes de la hiedra (véase 52.3).

4.      Sófocles, en el Argumento de su Áyax, menciona una. disputa entre Odiseo y Áyax acerca del Paladio después de la caída de Troya, pero sin duda se trataba de Áyax el Pequeño, pues Áyax el Grande ya se había suicidado. Podemos suponer, en consecuencia, que Áyax el Pequeño, más bien que Diomedes, llevó a Odiseo por el túnel para apoderarse del Paladio con la connivencia de su compatriota Téano; que Odiseo acusó a Áyax el Pequeño de haber tratado con violencia a una sacerdotisa no locria que se asió a la imagen que Téano ayudaba a sacar; y que más tarde Áyax, aunque confesó su error, explicó que había sido todo lo suave posible dadas las circunstancias. Tal acontecimiento habría justificado que los troyanos de los siglos posteriores trataran de impedir que las muchachas locrias ejercieran sus derechos como sacerdotisas troyanas; y que representaran su continua llegada como una penitencia por el delito de Ayax, aunque Atenea ya le había castigado sumariamente con un rayo; y que las trataran como sirvientas. Odiseo puede haber insistido en acompañar a Áyax el Pequeño a la ciudadela basándose en que Zacinto, el antepasado epónimo de sus subditos los zacintos, figuraba en una lista de reyes troyanos primitivos.

5.      Esto explicaría también que Hécabe no denunciara a Odiseo a los troyanos cuando entró en la ciudad como espía. También a ella se la llama «hija de Cisco»; ¿era otra locria de Tracia que consintió que Áyax se llevase el Paladio? Hécabe no tenía motivos para querer a Odiseo, y su razón para facilitar su escapatoria sólo puede haber sido impedir que él la denunciase a los troyanos. Sin duda Odiseo salió silenciosamente por la alcantarilla y no, como se jactó, por la puerta, «después de matar a muchos troyanos». Probablemente pidió a la anciana Hécabe como su parte del botín porque ella había sido una testigo material del robo del Paladio y deseaba cerrarle la boca. Sin embargo, parece que ella reveló todo antes de morir.

6.      Una de las causas principales de la guerra de Troya (véase 158.r y 160.h) fue el rapto por Telamón de Hesíone, la hermana de Príamo y madre de Áyax el Grande y, por tanto, pariente de Áyax el Pequeño; esto indica una larga fricción entre Príamo y los locríos de Grecia. Patroclo, que causó a los troyanos tan grandes bajas, era, no obstante, otro locrio y se le describe como hermano de Abdero.El nombre de Astianacte («rey de la ciudad») y la solemnidad de la discusión acerca de su muerte sugieren que la ilustración en que se basa la fábula representaba el sacrificio ritual de un niño y la dedicación de una nueva ciudad, costumbre antigua en el Mediterráneo oriental (1 Reyes xvi.34).

7.      Los aliados de Agamenón no gozaron durante mucho tiempo de los frutos de su victoria en Troya. Entre 1100 y 1050 a. de C. la invasión doria aniquiló la cultura micénica en el Peloponeso y le sucedió la Edad del Oscurantismo; pasaron uno o dos siglos antes que los jonios, obligados por los dorios a emigrar al Asia Menor, iniciaran su renacimiento cultural, basado sólidamente en Homero.

8.      Las andanzas de Eneas corresponden a la mitología romana, y no a la griega, y en consecuencia han sido omitidas aquí.


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