jueves, 1 de agosto de 2013

111 Atreo y Tiestes

a. Algunos dicen que Atreo, que huyó de Elide después de la muerte de Crisipo, en la que pudo haber estado complicado más profundamente que lo que sabía Pélope, se refugió en Micenas. Allí le favoreció la fortuna. Su sobrino Euristeo, quien estaba a punto de marchar contra los hijos de Heracles, le designó regente en su ausencia; y cuando poco después llegó la noticia de la derrota y muerte de Euristeo, los notables de Micenas eligieron a Atreo como su rey, porque parecía un guerrero idóneo para protegerlos contra los Heráclidas y había conquistado ya el afecto del vulgo. Así la casa real de Pélope se hizo más famosa que incluso la de Perseo

b. Pero otros dicen, con mayor autoridad, que el padre de Euristeo, Esténelo, después de desterrar a Anfitrión y apoderarse del trono de Micenas, hizo llamar a Atreo y Tiestes, sus cuñados, y los instaló en la cercana Midea. Pocos años después, cuando Esténelo y Euristeo habían muerto, un oráculo aconsejó a los micenios que eligieran a un príncipe de la casa pelópida para que los gobernara. Llamaron inmediatamente a Atreo y Tiestes de Midea y discutieron quién de los dos (destinados a estar siempre de punta) sería coronado rey.

c. Ahora bien, Atreo había prometido solemnemente en una ocasión sacrificar a Ártemis lo mejor de sus rebaños de ovejas; y Hermes, ansioso por vengar la muerte de Mirtilo en los pelópilas, consultó con su viejo amigo el cabruno Pan, quien hizo que un cordero cornudo con el vellón de oro apareciera entre el rebaño acarniano que Pélope había dejado a sus hijos Atreo y Tiestes. Preveía que Atreo lo reclamaría como suyo y que, por su renuencia a rendir a Ártemis los honores que se le debían, se vería envuelto en una guerra fratricida con Tiestes. Sin embargo, algunos dicen que fue Ártemis misma quien envió el cordero para ponerlo a prueba. Atreo cumplió su promesa, en parte al menos, sacrificando la carne del cordero, pero rellenó y armó el vellón y lo guardó en un arca. Estaba tan orgulloso de su tesoro que parecia tener vida propia, que no pudo abstenerse de jactarse de él en el mercado, y el celoso Tiestes, por quien Aérope, la esposa recién casada de Atreo, se había apasionado, accedió a ser su amante si le entregaba el cordero (el cual, según dijo, habían robado los pastores de Atreo de su mitad del rebaño). Pues Ártemis lo había maldecido y eso era obra suya.

d. En un debate en la municipalidad Atreo reclamó el trono de Micenas por derecho de primogenitura y también como poseedor del cordero. Tiestes le preguntó: «¿Entonces, declaras públicamente que su poseedor debe ser el Rey?» «Lo declaro», contestó Atreo. «Y yo estoy de acuerdo», dijo Tiestes, sonriendo torvamente. Un heraldo convocó a los habitantes de Micenas para que aclamaran a su nuevo rey; pusieron en los templos colgaduras doradas y abrieron sus puertas; ardían fuegos en todos los altares de la ciudad y se cantaban canciones en elogio del cordero cornudo con el vellón de oro. Pero Tiestes se levantó inesperadamente para vituperar a Atreo por ser un fanfarrón jactándose y llevó a los magistrados a su casa, donde les mostró el cordero, justificó su derecho a poseerlo y fue declarado rey legítimo de Micenas.

e. Pero Zeus favorecía a Atreo y envió a Hermes para que le dijera: «Vete a ver a Tiestes y pregúntale si, en el caso de que el sol marche hacia atrás en el cuadrante, renunciará a su derecho al trono en tu favor.» Atreo hizo lo que se le ordenaba y Tiestes accedió a abdicar si se producía tal portento. Entonces Zeus, con la ayuda de Éride, invirtió las leyes de la naturaleza, hasta entonces inmutables. Helio, ya en la mitad de su carrera, desvió su carro y puso las cabezas de sus caballos en dirección de la aurora. Las siete Pléyades y todas las demás estrellas invirtieron sus cursos de acuerdo con Helio, y ese anochecer, por primera y última vez, el sol se puso en el oriente. Probadas así claramente el impostura y la codicia de Tiestes, Atreo ocupó el trono de Micenas y le desterró.
Cuando más tarde Atreo descubrió que Tiestes había cometido adulterio con Aérope, apenas pudo contener su ira. Sin embargo, durante un tiempo fingió que le perdonaba

f. Ahora bien, esta Aérope, a la que algunos llaman Europa, era cretense e hija del rey Catreo. Un día la sorprendió Catreo cuando estaba con un amante en el palacio, y se hallaba a punto de ser arrojada a los peces cuando, rectificando su sentencia a ruego de Nauplio, la vendio, junto con su otra hija Clímene, de la que sospechaba que conspiraba contra su vida, como esclava a Nauplio, por un precio nominal, estipulando únicamente que ninguna de ellas volviera jamás a Creta. Nauplio se casó luego con Clímenes, quien le dio a Éax y Palamedes, el inventor. Pero Atreo, cuya esposa Cléola había muerto después de dar a luz un hijo enclenque, Plístenes —así fue como Ártemis se vengó de él por no haber mantenido su promesa—, se casó con Aérope y tuvo con ella a Agamenón, Menelao y Anaxibia. Plístenes había muerto también, pues los asesinos que envió Atreo para que dieran muerte a su lacayo, el hijo bastardo de Tiestes con Aérope, le asesinaron por error —Tiestes se encargó de ello.

g. Atreo envió un heraldo para que indujese a Tiestes a regresar a Micenas con el ofrecimiento de una amnistía y la participación en la mitad del reino; pero tan pronto como Tiestes aceptó el ofrecimiento, asesinó despiadadamente a Aglao, Orcómeno y Calileonte, los tres hijos de Tiestes con una de las Náyades, en el mismo altar de Zeus donde se habían refugiado; y luego buscó y mató al infante Plístines el Segundo y su mellizo Tántalo el Segundo. Los despedazó, hirvió trozos escogidos de su carne en una caldera y se los sirvió a Tiestes para darle la bienvenida por su regreso. Cuando Tiestes hubo comido de buena gana, Atreo hizo que le presentaran sus cabezas, pies y manos ensangrentados en otra fuente para hacerle ver lo que tenía dentro del estómago. Tiestes cayó hacia atrás, vomitando, y lanzó una maldición inevitable a la simiente de Atreo.

h. Desterrado una vez más, Tiestes huyó primeramente al palacio del rey Tesproto en Sición, donde su hija Pelopia, o Pelopeya, era sacerdotisa. Pues, deseando vengarse a cualquier costo, había consultado con el oráculo de Delfos, que le aconsejó que engendrara un hijo en su propia hija . Tiestes encontró a Pelopia haciendo sacrificios por la noche a Atenea Colocasia y, como no quería profanar los ritos, se ocultó en un bosquecillo cercano. Poco después Pelopia, que dirigía la danza solemne, resbaló en un charco de sangre que había fluido de la garganta de una oveja negra, la víctima, y se manchó la túnica. Corrió en seguida al vivero del templo, se quitó la túnica y cuando se estaba lavando la mancha Tiestes salió del bosquecillo y la violó. Pelopia no lo reconoció porque llevaba una máscara, pero consiguió robarle la espada y llevarla al templo, donde la ocultó bajo el pedestal de la imagen de Atenea; y Tiestes, al encontrar la vaina vacía y temiendo que lo detuvieran, huyó a Lidia, la tierra de sus antepasados.

i. Entretanto, temiendo las consecuencias de su crimen, Atreo consultó con el Oráculo de Delfos, que le dijo: «Haz volver a Tiestes de Sición.» Llegó a Sición demasiado tarde para encontrar a Tiestes y, enamorado de Pelopia, a la que suponía hija del rey Tesproto, pidió permiso para hacerla su tercera esposa, pues para entonces había ejecutado a Aérope. Ansioso de una alianza con un rey tan poderoso, y deseando al mismo tiempo hacer un favor a Pelopia, Tesproto no desengañó a Atreo y la boda se realizó inmediatamente. A su debido tiempo ella dio a luz el hijo engendrado por Tiestes, al que dejó abandonado en una montaña, pero unos pastores de cabras lo recogieron e hicieron que le amamantara una cabra, de donde viene su nombre Egisto, o «fuerza de cabra». Atreo creía que Tiestes había huido de Sición al tener noticia de su venida, que el niño era suyo y que Pelopia había sido afectada por la locura pasajera que a veces sobreviene a las mujeres después del parto. En consecuencia, recuperó a Egisto de los pastores de cabras y lo crió como su heredero.

j. Una serie de malas cosechas afligió a Micenas y Atreo envió a Agamenón y Menelao a Delfos para que averiguaran el paradero de Tiestes, a quien encontraron por casualidad cuando volvía de una nueva visita al Oráculo. Lo llevaron por la fuerza a Micenas, donde Atreo, después de encerrarlo en la prisión, ordenó a Egisto, que entonces tenía siete años de edad, que le matara mientras dormía.

k. Tiestes despertó de pronto y encontró a Egisto inclinado sobre él con la espada en la mano; se hizo a un lado rápidamente y evitó la muerte. Luego se levantó, desarmó al niño con un hábil puntapié en la muñeca y saltó para apoderarse de la espada. ¡Y vio que era la suya, perdida años antes en Sición! Asió a Egisto por el hombro y le gritó: «Dime inmediatamente cómo llegó esta espada a tu poder.» Egisto balbuceó: «Me la ha dado mi madre Pelopia.» «Te perdonaré la vida, muchacho —dijo Tiestes— si cumples tres órdenes que voy a darte.» «Soy tu servidor en todo», lloró Egisto, que no esperaba misericordia. «Mi primera orden es que traigas aquí a tu madre.»

l. Egisto llevó inmediatamente a Pelopia al calabozo y, reconociendo a Tiestes, le abrazó llorando, le llamó su querido padre y se compadeció de sus sufrimientos. «¿Cómo conseguiste esta espada, hija?», le preguntó Tiestes. «La saqué de la vaina de un desconocido que me violó una noche en Sición», contestó ella. «Es mía», declaró Tiestes. Pelopia, horrorizada, tomó la espada y se la hundió en el pecho. Egisto, se quedó estupefacto, sin comprender lo que habían dicho los otros. «Ahora lleva esta espada a Atreo —fue la segunda orden de Tiestes— y dile que has cumplido su encargo. Y luego vuelve.» Sin decir una palabra, Egisto llevó la espada ensangrentada a Atreo, quien fue alegremente a la costa y ofreció un sacrificio en acción de gracias a Zeus, convencido de que por fin se había librado de Tiestes.

m. Cuando Egisto volvió al calabozo, Tiestes le reveló que era su padre y le dio la tercera orden: «Mata a Atreo, Egisto, hijo mío, y esta vez no vaciles.» Egisto hizo lo que se le ordenaba y Tiestes volvió a reinar en Micenas.

n. Entre los rebaños de Tiestes apareció otro cordero cornudo con vellón de oro y llegó a ser morueco, y en adelante cada nuevo rey pelópida era confirmado divinamente de este modo en la posesión de su cetro de oro; esos moruecos pacían libremente en una dehesa rodeada por paredes inaccesibles. Pero algunos dicen que el distintivo de la realeza no era un animal viviente, sino un tazón de plata, en el fondo del cual estaba incrustada la figura de un cordero dorado; y otros, que no pudo haber sido Egisto quien mató a Atreo porque no era más que un infante en pañales cuando Agamenón expulsó a su padre Tiestes de Micenas y le arrancó el cetro.

o. Tiestes está enterrado junto a la carretera que va de Micenas a Argos, cerca del templete de Perseo. Sobre la tumba se halla la figura en piedra de un morueco. La tumba de Atreo y su tesoro subterráneo se pueden ver todavía entre las ruinas de Micenas.

p. Tiestes no fue el último héroe a quien sirvieron en una fuente su propio hijo. Lo mismo le sucedió algunos años después a Clímeno, el hijo arcadio de Esqueneo, quien concibió una pasión incestuosa por Harpálice, la hija tenida con Epicaste. Habiendo seducido a Harpálice, la casó con Alastor, pero más tarde se la llevó otra vez. Harpálice, para vengarse, asesinó al hijo que tuvo con él, que era también su hermano, cocinó el cadáver y se lo sirvió a Clímeno. Ella se transformó en una ave de presa y Clímeno se ahorcó.

1.      El mito de Atreo y Tiestes, que sobrevive sólo en versiones muy teatrales, parece basarse en la rivalidad entre los co-reyes argivos por el poder supremo, como en el mito de Acrisio y Preta (véase 73.a). Es mucho más antiguo que la fábula de los hijos de Heracles (véase 146.k) —la invasión doria del Peloponeso, alrededor del año 1050 a. de C.— con la que lo asocia Tucídides. El cordero de oro de Atreo, no sacrificado, recuerda el toro blanco de Posidón, que igualmente dejó de sacrificar Minos (véase 88.c); pero es de la misma casta que los moruecos de vellón dorado consagrados a Zeus en el monte Lafistio y a Posidón en la isla de Crumisa (véase 70.l). Poseer ese vellocino era un distintivo de la realeza, porque el rey lo utilizaba en una ceremonia para atraer la lluvia anual (véase 70.2 y 6). El cordero es metafóricamente de oro; en Grecia «el agua es oro» y el vellón producía mágicamente la lluvia. Esta metáfora puede, no obstante, haber sido reforzada por el uso de vellones para recoger oro en polvo en los ríos del Asia Menor; y la aparición ocasional en el Mediterráneo Oriental de corderos con dientes dorados, supuestamente descendientes de los que el joven Zeus cuidaba en el monte Ida. (En el siglo XVIII, Lady Mary Wortley Montagu investigó esta anomalía persistente, pero no pudo descubrir su origen.) Es posible también que el cetro real argivo tuviera en la parte superior un morueco de oro. Apolodoro es impreciso acerca del fundamento legal de la disputa, pero la reclamación de Tiestes era probablemente la misma que la hecha por Maeve respecto al toro disputado en la Guerra de los toros fratricida irlandesa: que el cordero había sido robado de sus rebaños al nacer.

2.       Eurípides introduce a Éride en un momento equivocado de la fábula: ella habrá provocado la querella entre los hermanos más bien que ayudado a Zeus a invertir el curso del sol, fenómeno para producir el cual carecía de facultades. Los gramáticos y filósofos clásicos han explicado este episodio de varias maneras ingeniosas, que anticipan las tentativas hechas por los protestantes del siglo XX para explicar científicamente el movimiento retrógrado de la sombra del sol en «el cuadrante de Ahaz» (2 Reyes xx.I-II). Luciano y Polibio dicen que cuando Atreo y Tiestes se pelearon por la sucesión, los argivos eran ya observadores habituales de las estrellas y convinieron en que el mejor astrónomo sería elegido rey. En el certemen que siguió, Tiestes señaló que el sol se levantaba siempre en Aries en el Festival de la Primavera, y de aquí la fábula del cordero de oro; pero el adivino Atreo hizo algo mejor: demostró que el sol y la tierra viajan en diferentes direcciones y que las que parecen ser puestas de sol son en realidad puestas de la tierra. En vista de ello los argivos le eligieron rey (Luciano: Sobre astrología 12; Polibio, citado por Estrabón: i.2.15). Higinio y Servio están de acuerdo en que Atreo era astrónomo, y en que fue el primero que predijo un eclipse de sol matemáticamente; añaden que, cuando el cálculo resultó correcto, su celoso hermano Tiestes abandonó la ciudad mortificado (Higinio: Fábula 258; Servio sobre la Eneida de Virgilio i.572). Sócrates tomó el mito más literalmente: lo consideró como prueba de su teoría de que el universo se enrolla y desenrolla en ciclos alternados de vasta duración y la inversión del movimiento al término de cada ciclo va acompañada por una gran destrucción de la vida animal (Platón: El estadista 12-14).

3.       Sin embargo, para comprender la fábula uno debe pensar no alegórica ni filosóficamente, sino mitológicamente; es decir, en función del conflicto arcaico entre el rey sagrado y su heredero. El rey reinaba hasta el solsticio de verano, cuando el sol llegaba a su punto más septentrional y se detenía; entonces el heredero le mataba y ocupaba su lugar, mientras el sol se retiraba liariamente hacia el sur y el solsticio de invierno. Este odio mutuo, agudizado por los celos sexuales, porque el heredero se casaba con la viuda de su rival, se renovó entre los co-reyes argivos, cuyos reinados combinados se extendieron durante un Gran Año; y se pelearon por Aérope, como Acrisio y Preto habían hecho por Dánae. El mito de Ezequías, que estaba a punto de morir cuando, como una señal del favor de Jehová, el profeta Isaías agregó diez años a su reinado haciendo retroceder al sol diez grados en el cuadrante de Ahaz (2 Reyes xx.8.11 e Isaías xxxviii.7-8), indica una tradición hebrea, o quizá palestina, de cómo al rey, después de la reforma del calendario causada por la adopción del ciclo metónico, se le permitía prolongar su reinado hasta el año decimonono, en vez de morir en el noveno. Atreo, en Micenas, puede haber obtenido una exen ción análoga.

4.       El banquete caníbal en honor de Zeus, que aparece en el mito de Tántalo (véase 108.c), ha sido confundido aquí con el sacrificio anual de niños sustitutos y con el vómito por Zeus de los hijos tenidos con Rea (véase l.d). La violación de Pelopia por Tiestes recuerda el mito de Cíniras y Esmirna (véase I7.h), y la mejor manera de explicarla es como la tentativa del rey de prolongar su reinado más allá del límite acostumbrado mediante el casamiento con su hijastra, la heredera. La salvación de Aérope de los peces cretenses la identifica con Dictina-Britomartis, cuyo abuelo Minos había arrojado al mar (véase 89.b). Egisto, amamantado por una cabra, es el conocido niño del Año Nuevo de los Misterios (véase 24.6 44.1, 76.a, 105.1, etcétera).

5.       La fábula de Clímeno y Harpálice —había otro personaje tracio del mismo nombre, una especie de Atalanta— combina el mito de Cíniras y Esmirna (véase 18.h) con el de Terco y Procne (véase 46.a). A menos que sea una composición artificial para el teatro, como sugiere el no mítico suicidio de Clímeno ahorcándose, éste trataría de reconquistar su derecho al trono al terminar su reinado casando a la heredera, técnicamente su hija, con un interrex, para matarlo después y tomar para sí a su esposa. Alastor significa «vengador», pero su venganza no aparece en el mito; quizá la versión original hacía de Alastor la víctima del sacrificio humano.

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