domingo, 27 de octubre de 2013

Capi Ñaro (Paja Brava)

(Guaraníes)Cuenta la tradición que cuando aún andaban por el mundo Tupa y Añang, llamando el uno al bien de los hombres y las bestias, y el otro luchando secretamente concitando el mal, existía una tribu inquieta, nómade y guerrera, sin arraigo ni paz. Tupá se llegó hasta esa tribu y alzando sus manos hacia el Sol, les habló llamándoles al bien y pidiéndoles que dejaran su vida de viajeros eternos y se afincaran, fundando el suelo y dando organización a sus familias y chozas. Les aconsejó que buscaran terreno fértil y levantaran sus toldos, que él les daría ingenio y voluntad, que desarrollaran normalmente sus vidas. Y fueron buenos esos hombres. Pero Añang no descansaba, y cuando Tupá abandonó tierras para seguir su camino, aquél, ciego de ira lanzó un anatema terrible a la tribu buena; y allí mis convirtió cada familia en una macizo de paja brava, hirientes, ríspidas, agresivas y ariscas. Realizada su obra de mal, se alejó de los campos y se hundió en los Infiernos, enojado con Tupá. Cuando este regresó de su largo viaje y contempló la obra del Demonio, de nuevo con dulzura se dirigió a las plantas y dijo:  - Añang castigó con crueldad mi obra en vosotras. Os hizo malas, agresivas, hirientes... Yo sin embargo os volveré buenas, cordiales, útiles. Floreceréis como todas las plantas, tendréis un penacho altivo y bello, que será símbolo de pureza, y tendrán utilidad vuestras hojas. Serán ellas las que protejan al hombre de la intemperie y el frió...  Y volvió a caminar por el mundo, enseñando a indios y criollos a quinchar con paja brava".

Cachin

Es una enfermedad que se caracteriza por la aparición de una dermatopatía ulcerosa en los miembros inferiores, se decía que era transmitida por los brujos y que para ello se valían de las hormigas. En Neuquén se da este nombre a la Parotidits Urleana (paperas) a la que también llaman PUCA o PAIPILLCO estas dos ultimas palabras son de origen Quichua.

Caa je Hen

Planta de savia dulce que se encuentra en el norte y noroeste argentinos, y países vecinos. Una vieja leyenda indígena narra su origen: Dos naciones de indios se odiaban a través de las edades y generaciones, luchando encarnizadamente entre sí. Cierto día, en que la lucha era más cruenta, apareció ONAGAIT, el espíritu supremo, tratando de que se apaciguaran los odios y la paz reinara entre las tribus.
Como verdadero milagro renacieron el amor y la comprensión. Muerto ONAGAIT, los viejos rivales le sepultaron. Con verdadero estupor vieron que sobre su tumba nació al poco tiempo una planta desconocida: el CAA JHE EN, en cuya savia por su dulzura reconocieron al supremo espíritu.

Brujas (America del Sur)

La leyenda de las brujas es una herencia de Europa, que aun conserva los ecos de las creencias medievales de viejo cuño. Nuestras brujas son seres de la noche, mujeres de aspecto  tétrico y de alma perversa. Aseguran, que las brujas se quitan la piel antes de volar, que la ponen en remojo en una tinaja, y que luegon alzan el vuelo diciendo ¡Sin Dios ni Santa Maria! para acceder a las fuerzas mas oscuras. Cuenta la gente que cuando vuelan, emiten risas y cantos incomprensibles, cuando no resoplan al viento un claro fo-fo-fo, que utilizan también para ahuyentar a los que las descubren. Dicen los campesinos que cuando las brujas no vuelan por las noches, descansan bajo las matas de platano de los conucos. Las brujas se reúnen bajo nogales (árbol de la nuez), succionan la sangre de los niños, y la extraen directamente del ombligo o del dedo gordo del pie, a traves del peciolo hueco de una hoja de higuereta Ricinus comunis, o del de una hoja de lechoza, Papaya carica en su Aquelarre o ritual de brujas.  Se cree que las brujas no atacan a los hijos de sus compadres, ni a los mellizos o gemelos. En todas las comunidades rurales hay historias de brujas que fueron descubiertas en pleno vuelo. El proceso de atrapar a una bruja se conoce como "tumbar a una bruja", y los "tumbadores" son personas  con cierto poder, que conocen las oraciones y los rituales especiales para este fin. Dicen que cuando se atrapa a una bruja hay que esperar el amanecer, pues cuando sale el sol el encantamiento se rompe y se puede descubrir la identidad de la maligna mujer. Otra forma de atraparlas es tomándola por su larga cabellera y decerle al oido “ven mañana que te dare sal” y a a mañana siguiente regresaran a recibir lo prometido, donde podrá revelarse su verdadero rostro. Aseguran que cuando llueve con sol, en algun lugar escondido se esta casando una bruja, una vieja solterona o una mujer virgen...

Biembienes

Ligado al mito de la ciguapa y al de los indios, aparece la leyenda de los biembienes o vienvienes. Desde el siglo XVIII, la existencia de estos seres se sitúa en unas montañas llamadas Bahoruco, donde se refugiaban los negros cimarrones que huían de la esclavitud colonial y algunos indios levantados contra la ocupación española. Junto con algunas similitudes lingüísticas con el indiene francés y el vienvien haitiano, (vocablos que designaban al indio y al mestizo de negro e india respectivamente) todo lleva a pensar que a estos hombres alzados los transformó la fantasía popular en seres de leyenda. Los biembienes son seres salvajes, conformados en clanes escondidos en las montañas. Viven desnudos y de forma irracional, y emiten gruñidos como único lenguaje. Su aspecto es feo y desagradable, tienen el cuerpo enjuto, deforme y de muy baja estatura. Dicen que son ágiles trepadores de árboles y barrancos y que atacan en grupos desordenados. Aseguran las leyendas que estos hombrecitos de las cordilleras, salen de noche de sus escondrijos a proveerse de alimentos en los conucos, y que como la ciguapa, dejan huellas al revés para que no se les descubra el paradero. Se asegura que entre los biembienes hay algunos que comen carne humana obtenida por sacrificio. Se llaman "mondongos" y tienen el pelo rojo amarillento. Añade la leyenda que cuando alguna persona se acerca al territorio de los biembienes estos lo espantan con gritos y alaridos amenazadores...

Benteveo

Ave de la familia de los Tiránidos (Pitangus sulphuratus bolivianus) que según una leyenda correntina es la encarnación de una anciana abandonada por su familia por ser quejosa. También se dice que es un nieto desalmado que por no querer alcanzarle un vaso de agua a su abuelo, este lo maldijo convirtiéndolo en ave. 

Basilisco

Huevo pequeño que ocasionalmente ponen las gallinas. Estos huevos deben ser destruidos y quemados para evitar que nazca el basilisco, un engendro con forma de serpiente.
Este animal trae desgracias. Al nacer busca un rincón de la casa, y mata con la mirada a las personas que lo ven. Para conjurar el mal es necesario tener espejos en todas las habitaciones, pues cuendo el monstruo ve su propia imagen muere de inmediato.
"La creencia muy antigua del mounstruo que mata con la mirada, pero que puede ser muerto si se mira en un espejo, el Basilisco, pervive en la leyenda", que "recuerda el poder de la Gorgona de la mitología griega".  BASILISCO: m. Gallo culebrón, atratrao. Culebrón, con cresta de gallo, originado de un huevo pequeñísimo puesto por una gallina vieja o un gallo colorado. Es temido porque se aposenta bajo las casas y desde allí sale, mientras duermen sus moradores, a extraerle la flema -y con ello el aliento, la energía- hasta causarles la muerte. //2 fig. Insulto familiar equivalente a ¡condenado!, ¡diablillo! y también ¡Fiura ! Var.:fasilisco.  Ver: chauchao.  La creencia deriva del mundo europeo, donde se le conoce como un ser fabuloso que mataba con la sola mirada, característica que todavía conservan algunas versiones chilotas. Sin embargo, aquí generalmente se le conoce como un culebrón con cresta de gallo, originado de un huevo puesto por una gallina vieja o un gallo colorado. Por eso al encontrarse con esos huevos pequeños la gente siente pánico y los pone al fuego de inmediato. Dicen que de allí sale un gusanillo colorado que se aposenta bajo la casa y permanece hasta volverse balilisco, antes de un año. En ese estado ingresa a los dormitorios por las noches emitiendo un monótono canto, parecido al del gallo, y comienza a comerles la flema a las personas y con ello el alien-to, la energía. La víctima enflaquece, tose, "se va ponendo maganta... se va secando" y, finalmente muere, si no se toman medidas para echar al culebrón. ô El basilisco chilote, tanto por su nombre como por su morfología mixta entre gallo y reptil, en tal versión, es de indubitable ascendencia europea, la cual se mezcló al bestiario araucano al producirse un sincretisino con el colo- colo y el piguchén en el mestizaje de los mitos y culturas entre conquitadores y conquistados. También, como en el basilisco del Vieio Mundo, nace el de Chiloé de un huevo pequeño y sin yema, proveniente de gallina vieja o cansada ponedora, que al ponerlo canta como gallo, el cual la gente sencilla e ignorante achaca a un gallo. Este huevo es llamado "huevo de picaflor" o "huevo de piuchén", es decir, del mítico culebrón alado que, según Lenz, silba y da la muerte a quien lo mira /.../ Cuando ha sido un gallo el que ha puesto el huevo la gallina más vieja del corral se pone a cantar como gallo. Se recomienda entonces matar en el acto al ave "aucionera", como también al gallo /.../. Por desgracia, no hay manera de combatir al basilisco, ya que ni los brujos mas experimentados pueden destruir este flajelo: la manera tradicional de liberarse es incendiando la casa. Existe una receta que aplican solamente algunos brujos muy expertos para desalojarlo: "Se colocan dos varillas de mechay /.../ en forma de cruz en las cuatro esquinas de la casa, A continuación se riega el piso con agua bendita hirviente". La receta anterior se aplica cuando hay algún enfermo de "tos seca" en la vivienda y se presume que su mal es causado por la presencia de un basilisco. De tal modo, puede escu-charse el silbido del engendro y lograr desalojarlo. Empero, esta "machina" no mejora al paciente, pero se tiene así la certeza de que el día en que fallezca también morirá el basilisco, salvándose el resto de la familia de tan peligroso enemigo. El basilisco no solamente seca a los moradores de una vivienda. Por ej., cuando hay una madre que amamanta a una criatura la sorprende cuando duerme y le succiona la leche del seno, mientras entretiene al infante dándole a chupar su cola. En la región central de Chile existe igual creencia respecto a la culebra común. Quién mire al basilisco, muere, pero el bicho fallece si es visto primero. En el caso de que el basilisco divise una parte del cuerpo la persona quedará con dicha región paralizada para el resto de su vida. El monje alemán Teófilo en su tratado Schedula Diversarum Artium aconseja utilizar polvos de basilisco para fabricar "oro hispánico",en una mezcla con cobre rojo, vinagre y sangre de hombre pelirrojo: "En una cueva de piedra apenas iluminada, se encierran gallos viejos y se les deja una cantidad abundante de alimentos. Se aparean y ponen huevos, que se hacen incubar por sapos: de estos huevos nacen basiliscos bajo forma de pollos con cola de dragón.Al cabo de seis meses se queman los pollos y se trituran sus cenizas con un tercio de sangre de hombre pelirrojo, en un recipiente muy limpio. Se extiende esta mixtura sobre las dos caras de una delgada placa de cobre que, después de haber sido puesta al rojo blanco, se templa de nuevo en la mezcla, durante bastante tiempo para que esta penetre bien el cobre, el cual adquiere el peso y el color del oro. Este oro es empleado para toda clase de usos". (Isidoro El basilisco chilote, tanto por su nombre como por su morfología mixta entre gallo y reptil, en tal versión, es de indubitable ascendencia europea, la cual se mezcló al bestiario araucano al producirse un sincretisino con el colo - colo y el piguchén en el mestizaje de los mitos y culturas entre conquitadores y conquistados. También, como en el basilisco del Vieio Mundo, nace el de Chiloé de un huevo pequeño y sin yema, proveniente de gallina vieja o cansada ponedora, que al ponerlo canta como gallo, el cual la gente sencilla e ignorante achaca a un gallo. Este huevo es llamado "huevo de picaflor" o "huevo de piuchén" es decir del mítico culebrón alado que, según Lenz, silba y da la muerte a quien lo mira /.../ Cuando ha sido un gallo el que ha puesto el huevo la gallina más vieja del corral se pone a cantar como gallo. Se recomienda entonces matar en el acto al ave "aucionera", como también al gallo /.../. Por desgracia, no hay manera de combatir al basilisco, ya que ni los brujos mas experimentados pueden destruir este flajelo: la manera tradicional de liberarse es incendiando la casa. Existe una receta que aplican solamente algunos brujos muy expertos para desalojarlo: "Se colocan dos varillas de mechay /.../ en forma de cruz en las cuatro esquinas de la casa, A continuación se riega el piso con agua bendita hirviente". La receta anterior se aplica cuando hay algún enfermo de "tos seca" en la vivienda y se presume que su mal es causado por la presencia de un basilisco. De tal modo, puede escucharse el silbido del engendro y lograr desalojarlo. Empero, esta "machina" no mejora al paciente, pero se tiene así la certeza de que el día en que fallezca también morirá el basilisco, salvándose el resto de la familia de tan peligroso enemigo. El basilisco no solamente seca a los moradores de una vivienda. Por ej., cuando hay una madre que amamanta a una criatura la sorprende cuando duerme y le succiona la leche del seno, mientras entretiene al infante dándole a chupar su cola. En la región central de Chile existe igual creencia respecto a la culebra común. Quién mire al basilisco, muere, pero el bicho fallece si es visto primero. En el caso de que el basilisco divise una parte del cuerpo la persona quedará con dicha región paralizada para el resto de su vida. El monje alemán Teófilo en su tratado Schedula Diversa-rum Artiumaconseja utilizar polvos de basilisco para fabricar "oro hispánico",en una mezcla con cobre rojo, vinagre sangre de hombre pelirrojo: "En una cueva de piedra apenas iluminada, se encierran gallos viejos y se les deja una cantidad abundante de alimentos. Se aparean y ponen huevos, que se hacen incubar por sapos: de estos huevos nacen basiliscos bajo forma de pollos con cola de dragón. Al cabo de seis meses se queman los pollos y se trituran sus cenizas con un tercio de sangre de hombre pelirrojo, en un recipiente muy limpio. Se extiende esta mixtura sobre las dos caras de una delgada placa de cobre que, después de haber sido puesta al rojo blanco, se templa de nuevo en la mezcla, durante bastante tiempo para que esta penetre bien el cobre, el cual adquiere el peso y el color del oro. Este oro es empleado para toda clase de usos". (Isidoro Vázquez. Imitación...s/p.).

Bairoletto

Gaucho Bairoletto o Baioleto o Juancito Bairoletto, se le rinde culto en distintos pueblos de Argentina: en las Provincias de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan.
Juan Bautista Bairoletto nació el 11 de Noviembre de 1894, como tantos otros "gauchos" es una especie de adaptación del personaje Robin Hood, era "bueno para los pobres" y "malo para los ricos" su muerte violenta trajo aparejado el culto que se manifiesta especialmente los días 2 y 11 de Noviembre de cada año, en que sus "devotos" encienden velas en la tumba, costeada por colecta popular y le piden desde trabajo y salud hasta la solución de problemas sentimentales, taras una vida entre el heroísmo y la delincuencia, amado o combatido por distintos grupos sociales, según las circunstancias de la época.
Murió en un tiroteo con una partida policial el 14 de Septiembre de 1941.

Aun

Ritual funerario de los mapuches que se realizaba antes de la sepultura del cadáver. De acuerdo a la importancia del fallecido variaba la importancia del rito. Su objeto era el de alejar a los malos espíritus que pudieran llevarse el alma .
Según Aída Kurteff el ritual consistía en "realizar carreras a rienda suelta alrededor de la persona fallecida, danzar y entonar ciertas salmodias en prueba de la más alta distinción que podía brindársele al ser amado que dejaba esta vida".
"El AUN -continúa diciendo la Kurteff- también tenía el propósito de espantar la sombra de los CALCU o brujos que merodeaban por los cementerios para apoderarse del ALHUE, el fantasma del muerto, y poder utilizarlo en sus hechizos. Algunos hombres estaban a cargo de cubrir de lajas y mantas el fondo de la huesa donde se apoyaría el cadáver, y una vez colocado en su lugar, los deudos comían y bebían poniendo en la sepultura parte de los víveres para que el AM o alma participe del ritual."  "También se sepultaban junto al muerto todas sus pertenencias más preciadas, así como vasijas con granos de cereal que servirían al Am de alimento mientras no abandonase los despojos para dirigirse al RANGUIÑHUENU, el medio cielo, pues aseguraban que tras el firmamento visible había otro mundo, y esto que los humanos alcanzaban a ver es tan sólo la mitad del cielo, estando reservada la otra mitad al HUENU, cielo o más allá donde habría de ser recibido el ALHUE del difunto".

Aña

En la mitología guaraní: genio del mal. También llamado AÑANGA, es un equivalente del ZUPAY del noroeste argentino.
Es el espíritu malo por excelencia, que molesta a los hombres y se lleva a los niños. Una de las peores ofensas para los pueblos de habla guaraní es llamar a alguien AÑA MEMBY (hijo del diablo).

Antonio María

Antonio Maria era un paisano correntino natural de Yaguareté-Corá; nombre Guaraní de la actual Concepción, su destino lo llevo a establecerse en un islote de la Laguna Iberá y con el tiempo se hizo un afamado curandero de la zona, amigo de "los pobres".
Practicaba el abigeato y tenía habitos pendencieros. Posiblemente en estado de ebriedad mato a la que era su compañera porque supuestamente estaba embarazada por el Diablo. Fue perseguido por la policía y luego muerto junto con varios de sus compinches.
Sin embargo, la superstición popular creó un culto a Antonio María y al pie de un TIMBO' bajo el cual solía guarecerse, levantaron varias cruces (Curuzú Jhetá significa muchas cruces).
Todos los tres de Mayo (Día de la Cruz) acceden allí muchos "promesantes" que han deificado al citado individuo, con el objeto de encender velas, formular pedidos, y cumplir promesas. Con ramitas del timbó hacen cruces que estiman milagrosas, así como las aguas de un arroyo cercano.

Anta

Tapirus Terresctris. Según la leyenda recogida por Juan B. Ambrosetti, este animal sólo se alimenta de hojas y frutas porque cuando KADJURUKRE les dió vida (como a otros animales de la selva misionera) las ANTAS no escucharon bien qué alimentos debían tener, porque sus oídos son pequeños y había mucho ruido en el bosque. De esta manera, volvieron luego hasta su creador para
preguntarle cuál debía ser su comida, y entonces KADJURUKRE (apurado porque estaba dándole vida a otros animales) les dijo en tono severo: "Vayan a comer hojas y ramas de los árboles".
En la región misionera se cree que las correas hechas con el cuero de este animal transmite a quien la usa fuerza extraordinaria. Con polvo de sus pezuñas se hacía una infusión para los males del corazón, y para detener las hemorragias del parto. 

Ampivé

(Araucanos). Herbolario conocedor de las cualidades curativas, formas de administración y lugares donde crecen las hierbas de su "farmacopea". 
Receta verbalmente cantidades y forma de preparación, además de hierbas, utiliza otros elementos como heces humanas o de animales; secreciones purulentas de pústulas o heridas infectadas (no deja de ser una forma violenta de vacunar o crear anticuerpos, recordemos que los romanos se aplicaban pequeñas dosis de diversos venenos para inmunizarse contra los envenenamientos de los enemigos personales, por otra parte, durante la Guerra de Secesión en USA muchos médicos militares aplicaban a las heridas bosta o queso roquefort, lamentablemente estos productos estaban contaminados con muchas clases de microorganismos, pero fundamentalmente poseen hongos del género penicillinum del que se pueden obtener antibióticos); papillas hechas con arañas; veneno de escorpión, sesos de sapo... (De los lípidos del SAPO se puede obtener y también usándolo directamente substancias útiles para dermatología) otros productos utilizados son semen, flujo menstrual, papilla de gusanos, sangre, ceniza de alguna persona fallecida.
La palabra ampivé esta formada por AM = espíritu acompañante del muerto y pive o puve = firme en contra de algo, en este caso el espíritu que viene a acompañar al muerto.

Amorarintun

(Araucanos)Movimientos, sonidos y palabras con que la MACHI presenta y aplica sus conocimientos herborísticos, y poderes mágicos MURMURACIONES ININTELIGIBLES, ESCUPITAJOS, PARPADEOS VELOCES GRITOS, DANZAS al son del CULTRUM. (La palabra significa "andar con bastante cortesía" de amun = andar; marin = cortesía, ofertorio y tun o tum = abundante).

Am

(Araucanos) Es uno de los nombres del habla monosilábico de los Araucanos, cuyo significado no es fijo, prestándose a interpretaciones diversas; estrechamente vinculado con ALHUE: alma, el AM es el alma del finado, también de presencia invisible, pero vigilante infaltable de la que es su tumba, desplazándose sin ser advertido entre las personas que concurren a rendir homenaje a la memoria del muerto.  Se tiene la certeza de que este curioso ente, participa de las reuniones sociales y familiares y en cualquier acto que tenga como finalidad la recordación del finado. Pero cuando el recuerdo piadoso decrece y los deudos dejan de concurrir a su tumba, el AM cambia su forma y se vuelve PULLU, retirándose del lugar para engrosar las legiones en el País de Occidente o Morada de los Espíritus. Entre las varias curiosas costumbres postmortem practicadas por los indígenas es interesante citar las hogueras que encienden sobre el túmulo para que el muerto no tenga frío. Se cree que el AM regresa para tomar algunas chispas que luego lleva a regiones remotas donde solamente impera el olvido.
 

Alhue

Entre los mapuches, alma, fantasma o espectro de los muertos, que permanece junto a ellos hasta su total disolución. Según Aída Kurteff los misioneros que acompañaron a los conquistadores en el Nuevo Mundo se empañaron en hacer creer a los indios que el Alhuen era el diablo.

Ailen Mulelo

Fuegos fatuos a los que el indígena considera manifestaciones de ultratumba. Cuando en el camino aparece uno de estos fuegos, el mismo deja de ser transitado por largo tiempo.
Los Criollos por lo general, los llaman LUZ MALA son reales y obedecen a varios fenómenos naturales: pueden ser emanaciones de metano, comunes en terrenos pantanosos (ej. región de la Provincia de Buenos Aires, cerca de la Bahía de Samborombon) otras veces producidos por gases de la descomposición de sustancias orgánicas (sobre todo grasas) enterradas muy cerca de la superficie y también por la fosforescencia de las sales de calcio componentes de esqueletos de animales esparcidos en el campo (osamentas).
En los dos primeros casos la luminosidad es tenue e intermitente oscilando o trasladandose de un punto a otro, impulsadas por la mas leve brisa, en el caso de la fosforescencia de las "osamentas" pese a estar fija, concurren varios factores, como el agotamiento visual, el miedo, la falta de puntos de referencia en la oscuridad y la imaginación que hacen que el observador las vea moverse.
Esos movimientos (virtuales o reales, hacen que las "Luces Malas" sean referidas a "Almas en Pena", que por ese medio manifiestan su deseo de vincularse a un alma viva para que le sirva de compañía. Estas almas andan errantes porque sus pecados no le permiten entrar al cielo, pero tampoco son tan graves como para merecer el infierno. Según la superstición, buscan esta compañía hasta que algún familiar realicen algún acto que las redima.
AILEN MULELO significa "Brasa ardiente que anda o camina"; pues AILLIÑ es brasa y AMULEN es andar, deambular, caminar. También se lo conoce con el nombre de BOY TATA.
Para liberarse de la LUZ MALA el paisano reza y luego muerde la vaina de su cuchillo, ya que el arma blanca es la única defensa posible.

Aho Aho

Mito de la región guaraní, representado por un animal cuyo pelo se asemeja a un poncho (ahó significa ropa en guaraní). El ahó ahó devora a los que se pierden en el monte, salvándose sólo quienes se subían a una palmera.

Abrazada

Ceremonia del noroeste argentino que consiste en celebrar un "matrimonio" entre dos animales para lograr mayor fertilidad en el ganado. Dentro del ritual -celebrado en honor a la PACHA MAMA- se le pone a los animales hojas de coca en la boca para que la mastiquen y se les da de beber chicha. 

Los ciclos mitólogicos galeses (IV)

LA HISTORIA DE BENDIGEIT


VRAM Y SU HERMANA BRANWEN

El rey Bendigeit Vran, más popular por su apodo de "Bran el Bienaventurado", fue considerado por muchos como el monarca más prudente y sabio de toda Britania. Su característica física principal era su colosal estatura, que le impedía vivir en una morada normal, ya que no existía ninguna que tuviera cabida suficiente para él. En sus acciones de gobierno, si bien vivían con Bendigeit su hermano Manawyddan, hijo como él de Llyr, y su hermana Branwen, el rey confiaba ciegamente en el consejo de sus dos hermanastros Nissyen y Evnissyen, ambos hijos de su misma madre, Penardun, pero concebidos por ella con Eurosswyd. Sin embargo, sus dos medio hermanos tenían caracteres totalmente opuestos: mientras Nissyen era un joven gentil, amable y de naturaleza moderada e indulgente, Evnyssien tenía un temperamento violento, amigo de la venganza y la brutalidad. Conociendo estas características, cuando Bendigeit solicitaba su consejo, hecho muy frecuente, siempre llegaba a la conclusión de que el término medio entre ambos era el más justo y equitativo, y era el que siempre adoptaba. Como resultado de esta mediación, Bendigeit se había granjeado la fama de ser el rey más sabio y más justo de toda Europa, mientras que sus hermanastros parecían odiarse, pues constantemente se encontraban compitiendo entre sí por el favor real.
Una tarde, encontrándose el rey con su familia y parte de la corte sentados en una roca del acantilado de Harlech, al norte de Gales, pudieron ver desde allí la llegada de una enorme flota que se acercaba desde Erín, a través del Mor Irwerddon.' Los barcos parecían nuevos y bien equipados, y cuando estuvieron más cerca, pudieron ver, de pie sobre la cofa, a un marinero sosteniendo en alto el gran umbo, un escudo colocado boca arriba, en señal de paz.
Como lo indicaba la tradición, el monarca destacó inmediatamente una comisión protocolar hacia el puerto, a los efectos de averiguar a quién pertenecía aquella gran flota y darles la bienvenida correspondiente. Así se enteró por los mensajeros que los navios pertenecían al rey Matholwch, de Irwerddon, que había llegado desde su país con el único propósito de pedir la mano de Branwen, la hermana del rey, en matrimonio. Ante este pedido, Bran no pudo menos que alegrarse, al igual que Nissyen —quien le aconsejó prontamente que aceptara— ya que de esa forma se sellaría una sólida alianza entre Irlanda y Britania, unión que aseguraba a ambos países un halagüeño porvenir. Evnissyen se encontraba momentáneamente fuera de la ciudad, pero ni Bran ni Nissyen dudaron por un momento que el hermano mellizo de este último compartiría su decisión.
Para festejar el acontecimiento, Bendigeit ordenó preparar un opíparo banquete, en el que las bendiciones y los deseos de felicidad se prodigaron entre ambas facciones y, hacia la hora de las canciones y las libaciones, como era la costumbre, se estableció que la boda se celebraría en la ciudad de Aberffraw, donde se alojarían en tiendas, ya que ningún edificio de la región era capaz de albergar el gigantesco físico de Bran. Y así, hasta el final de la noche, aquel primer encuentro se desarrolló en medio de mutuas demostraciones de alegría y amistad, y Branwen se convirtió en el centro de la fiesta, como prometida del rey de Irwerddon, con quien esa noche consumó su matrimonio.
Y todo habría continuado del mismo modo, si no hubiera sido porque Evnissyen, a su regreso, manifestó su total oposición a la decisión tomada por Bendigeit. En realidad, Evnissyen no veía con malos ojos la idea de la boda, pero le molestaba terriblemente el hecho de que el rey hubiera tomado una determinación sin esperar su consejo. Y dado que Bendigeit no parecía dispuesto siquiera a considerar una retractación, Evnissyen decidió sabotear el compromiso.
Para ello, esa noche se introdujo furtivamente en los establos de palacio, donde se encontraban los caballos de Matholwch, y mutiló a las indefensas bestias, cortándoles los belfos hasta las encías, de modo que mostraran sus dentaduras, les seccionó las orejas a ras del cráneo y les arrancó los párpados para que no pudieran volver a dormir en su vida.
Por supuesto, cuando el rey de Irwerddon descubrió a sus caballos tan brutalmente mutilados se sintió a la vez engañado y furioso, de modo que mató a los pobres animales y de inmediato se hizo a la mar, llevándose a toda su comitiva, no sin antes jurar que se vengaría de sus ofensores galeses. Sin embargo, antes de que zarparan, Bendigeit hizo un nuevo intento de concertación, enviando a su hermano Manawyddan y un séquito de nobles, entre los que se contaban Iddic, hijo de Anarawc, y Eveydd Hir, con el propósito de ofrecer a los irlandeses una reparación.
Como medida de buena voluntad, los mediadores ofrecieron un acuerdo: los hombres de Matholwch obtendrían, por cada caballo que habían perdido, uno mejor que el que había sido maltratado, y al rey, por su parte, le sería ofrendado un lingote de plata tan alto y tan grueso como su propio cuerpo y una bandeja de oro rojo del diámetro de su rostro. Desafortunadamente, Bran nada pudo hacer acerca de Evnissyen, como el reygwyddyl2 pretendía, ya que, por ser hijo de su propia madre, no podía hacerlo decapitar como se lo merecía y era también su deseo.
Finalmente, al ver las vacilaciones y cabildeos de los nobles de Irwerddon, Bendigeit decidió agregar a los regalos prometidos un gran caldero mágico con un poder invalorable para un rey: si se colocaba dentro de él a un hombre que hubiera sido recientemente herido o muerto en combate, saldría del caldero por sus propios pies y completamente sano, excepto por haber perdido el don de la palabra. A todas luces, se trataba de un objeto sumamente valioso para un rey, de modo que Matholwch olvidó sus reclamos y preguntó a Bendigeit cómo había obtenido el caldero, ya que alguna vez había oído hablar de uno semejante en su propia tierra, Irwerddon, pero nunca en poder de un mortal.
—Es muy probable que se trate del mismo, señor —confirmó Bendigeit—, ya que lo obtuve de dos personas que provenían de Irwerddon: Llassar Llaes Gyngwyd y su esposa Kynidei Kymeinvoll.
—Por supuesto que los conozco a ambos —replicó Matholwch—, pues los alojé una vez como invitados y resultaron la pareja más sucia y villana que he conocido en mi vida. El hombre, Llassar, no es más que un borracho fanfarrón, y su mujer, una cerda lujuriosa que trató de seducir a todos mis nobles, aunque ninguno de ellos quiso yacer con ella, por su falta de higiene y su mal aliento.
—Entonces —preguntó Bran— ¿cómo fue que permitisteis que se quedaran?
—Los toleré porque son demasiado importantes y poderosos para ser echados, y porque la mujer puede, por artes mágicas, dar a luz cada seis semanas a un guerrero aguerrido y valiente, completamente armado, aunque no totalmente humano, debo decir. De hecho, tres de esas criaturas han venido conmigo en este viaje —acercándose a la ventana señaló a su través a tres monstruosas criaturas absolutamente idénticas, tan fuertes como robles y tan altas como los muros del castillo.
—Tan sólo cuando mis súbditos me amenazaron con una revuelta para destronarme —finalizó Matholwch— consentí en deshacerme de esa malhadada pareja.
—Para librarme definitivamente de ellos —recordó Matholwch—hice construir en secreto una enorme estancia de placas de hierro, disfrazada como un salón de banquetes, e invité a Llassar y Kynidei a un gran festín, a los cuales eran muy aficionados. Una vez que ambos estuvieron completamente ahitos y abotagados por el mead, los demás comensales se escabulleron secretamente, tras de lo cual hice que los sirvientes tapiaran las puertas y prendieran un gran número de hogueras que estaban preparadas y disimuladas alrededor del salón. De ese modo, la habitación se transformó en un enorme horno en el que los dos desgraciados comenzaron a quemarse como si fueran trozos de cordero —concluyó riendo el rey de Irwerddon.
—Pero antes de quemarse del todo— continuó Matholwch—, Llassar y su esposa comenzaron a bramar como toros en celo, lanzándose contra los muros de metal y, si bien éstos al principio resistieron los embates, al poco tiempo comenzaron a ablandarse con el calor, y Llassar, cubriéndose la cabeza con el caldero, embistió contra ellos, atravesándolo y precipitándose ambos al Mar de Irlanda para enfriarse, tras de lo cual se marcharon utilizándolo como embarcación.
El rey Bendigeit se rió y retomó el relato:
—Recuerdo perfectamente su llegada. Se quedaron impresionados por mi estatura, pero parecían haber escarmentado por el tratamiento que habían recibido en Erín, así que aceptaron retirarse a vivir tranquilamente en las colinas detrás de Harlech y engendrar un nuevo soldado para mis ejércitos cada seis semanas, a cambio de que yo les proporcionara comida y alojamiento.
Finalmente, la promesa de nuevos caballos para su caballeros, los regalos en metálico para él mismo y la distendida y amena charla sobre las experiencias pasadas con la monstruosa pareja lograron calmar al enojado monarca, quien aceptó de buena gana sus preseas y embarcó con su esposa de regreso a Irlanda, donde Branwen fue calurosamente recibida por los nobles y cortesanas de la corte. Y al cabo de un año cabal, Branwen proporcionó al reino un heredero al trono, que fue bautizado con el nombre de Gwern y enviado fuera del reino para su educación, como lo dictaba la tradición .
Sin embargo, y aunque el rey estaba más que influido por la impactante belleza de Branwen, el paso del tiempo y las maquinaciones e intrigas de los nobles irlandeses, que no olvidaban la injuria infligida por Evnissyen, lograron por fin su cometido, y Branwen fue poco a poco relegada a las tareas de las cocinas de palacio, como una humilde sirvienta. Sin embargo, Matholwch no las tenía todas consigo y, temeroso de las consecuencias que su acción podía desencadenar, especialmente si lograba despertar las iras de Bendigeit ante el insulto sufrido por su hermana, prohibió todo tipo de navegación, hasta el más pequeño curragh,4 entre Irlanda y cualquier puerto de Britania, y cualquiera que llegaba de esas tierras era deportado sin permitírsele el ingreso a Irwerddon.
Pero Branwen no era mujer de quedarse con los brazos cruzados ante una afrenta semejante, y utilizó como correo a un pequeño estornino que había recogido al caerse del nido, al cual, ayudada por las artes mágicas heredadas de su madre Penardun, había enseñado a hablar. Así, cuando el pichón estuvo en condiciones de entenderla, le contó todos sus padecimientos y le rogó que cruzase el Mor Irwerddon para revelarle a su hermano la situación en que se encontraba.
El ave, que la adoraba por haberle salvado la vida, voló sin descanso hasta llegar al palacio de Bendigeit en Harlech y le contó lo que sucedía con su hermana, ante lo cual el monarca montó en una cólera tal, que las murallas de la fortaleza temblaron ante su furia. Inmediatamente ordenó que se alistaran las naves .le guerra y partieran a hacer pagar caro a los irlandeses su inmenso insulto. El mismo rey comandaría las acciones, y por primera vez en su vida Nissyen y Evnissyen estuvieron de acuerdo que aquélla era la decisión más adecuada, aunque el último de ellos, coherente con su carácter, agregó que "no debía dejarse piedra sobre piedra de ese país de bárbaros".
La flota galesa que se puso al servicio de Bendigeit era tan numerosa que sus barcos impedían que se pudieran ver las aguas, y si bien el rey era demasiado grande para poder trasladarse en barco, lo solucionó rápidamente, vadeando el Mor Iwerddon sobre sus propios pies, y dejando Britania bajo la regencia de su hijo Caradawc y otros seis jefes de Estado.
Cuando la armada galesa comenzó a acercarse a la costa de Leinster, en la región oriental de la Isla Esmeralda, contradictorios informes comenzaron a llegar a los oídos de Matholwch; uno de los soldados la divisó a la luz del atardecer, pero las dimensiones de la flota, el número de barcos y la penumbra le impidieron precisar lo que estaba viendo, por lo que informó al rey que "había visto acercarse algo monstruoso, que parecía un bosque navegando a favor del viento, junto al cual se desplazaba una enorme montaña con un elevado risco en su parte central, con un lago a cada lado".
Ante la imposibilidad de saber de qué se trataba, uno de los nobles recordó a la antigua esposa del rey, exiliada en la cocina, y aconsejó que enviaran a alguien en su busca, porque aquello "era algo que venía de Gales, y ella, como galesa, debía saber de qué se trataba". Siguiendo su consejo, Branwen fue mandada a buscar, y se le pidió que explicara, si podía, qué era aquella monstruosidad que se acercaba desde Britania.
—Eso significa, simplemente, que ahora conoceréis el poder de los galeses que vienen a vengarse de la injuria que me habéis infligido —explicó a Matholwch, hermosa y atractiva aún, a pesar de su apariencia sudorosa y despeinada por los trajines de la cocina—. Esos árboles que han creído ver tus hombres no son sino los mástiles y las vergas de la flota de Britania, tan apretados sobre el mar que se asemejan a un bosque. Y la cordillera con lagos al norte y al sur es, sencillamente, el enorme rostro de mi hermano; el risco central es su nariz, y los lagos, sus ojos azules. Pobre Matholwch, ha llegado la hora de que empieces a temer por tu reino y quizás también por tu vida.
Inmediatamente, el rey de Irlanda convocó a todos sus nobles a un consejo de guerra y, tras largas horas de deliberación, decidieron retirarse hacia las fuentes del Liffy, destruir el puente y tratar de interceptar a los galeses en el río, aprovechándose de su profundidad y evitando que lo cruzaran. En un primer momento, la estrategia pareció funcionar ya que, cuando los soldados de Bran quisieron remontar el Liffy con sus embarcaciones, éstas no podían vencer la fuerza de la corriente y eran arrastradas hacia el mar.



Pero los recursos de Bendigeit estaban muy lejos de haberse agotado y, cuando vio que sus tropas se encontraban estancadas, tomó una decisión heroica: se calzó su fuerte casco de combate, colocó un escudo sobre su espalda, como un caparazón, y se acostó sobre el río, de manera que sus pies quedaron sólidamente afirmados en la margen del lado de sus hombres y su cabeza firmemente apoyada en la otra orilla. De esa forma, construyó un verdadero puente humano que permitió a sus tropas cruzar al otro lado para atacar a los irlandeses por sorpresa. En recuerdo de esta gesta, el escenario de la batalla fue bautizado con el nombre de Baile Atha Cliath ("que el que es jefe, sea puente"), nombre con el que aún se lo conoce.5
Cuando el rey Matholwch comprendió que sus tropas eran impotentes para resistir el ataque gales, decidió probar con el engaño: mandó construir una estancia suficientemente espaciosa para albergar a Bendigeit, e invitó al jefe enemigo a un gran banquete, con la excusa de negociar un cese de las hostilidades. Según dejó entrever por intermedio de sus emisarios, Matholwch estaba dispuesto a abdicar el trono de Irlanda en favor de Bendigeit, idea que, en realidad, fue sugerida por Branwen, con el propósito de poner fin a la guerra.
Sin embargo, los jefes irlandeses decidieron agregar un pequeño detalle al plan de Branwen: para ello, fijaron dos sólidos ganchos de cada uno de los cien pilares que sostenían el techo de la gigantesca habitación, y de cada gancho se colgó una bolsa de cuero, con un guerrero armado escondido dentro de ella; de esta forma, cuando Bendigeit y sus capitanes se encontraran cenando y hubieran consumido suficiente mead, doscientos de los hombres de Matholwch caerían sobre ellos y los asesinarían a mansalva.
Al proponérsele la tregua, Bendigeit aceptó encantado, en parte porque él también quería terminar con la guerra, y en parte porque jamás había estado dentro de una habitación techada en la que cupiera holgadamente, y eso era algo que deseaba fervientemente experimentar.
Pero lo que los ancianos del Consejo gwyddyl no pudieron prever, fue que Evnissyen, el hermanastro de Bran y uno de sus asesores, ingresara al enorme salón antes que la comitiva galesa y notara un extraño movimiento en uno de los sacos de cuero colgados de las columnas.
—¿Qué hay en esas bolsas? —preguntó, llevado por su espíritu suspicaz.
—Alimentos, mi señor —respondió prontamente el encargado del salón.
Pero Evnissyan, no conforme con la respuesta, palpó disimuladamente uno de los sacos, hasta que localizó la cabeza del soldado oculto en su interior y le apretó el cráneo hasta que sus dedos atravesaron el cerebro del hombre, matándolo inmediatamente, sin que pudiera emitir el más mínimo sonido. Luego, Evnissyen se acercó a la segunda bolsa y repitió la operación, haciendo lo mismo, sucesivamente, con el ocupante de cada una de las ciento noventa y ocho bolsas restantes. Muchos de los soldados irlandeses que se encontraban presentes se dieron cuenta de la maniobra del consejero, pero ¿qué podían hacer para contrarrestarla? Gritar pidiendo ayuda hubiera sido tanto como reconocerla traición, así que no tuvieron otro remedio que permanecer callados mientras Evnissyen acababa silenciosamente con los doscientos hombres, uno tras otro.
Poco tiempo después llegaron los reyes con sus correspondientes comitivas y se dio comienzo al banquete, durante el cual ambos soberanos se manifestaron su mutuo aprecio y se juraron amistad y respeto eternos, tras de lo cual Matholwch envío en busca de Branwen, quien entró en el salón vestida con un lujoso vestido dorado y abundantes joyas, para demostrar a Bendigeit que se encontraba bien. Sin embargo, para evitar que el rey gales fuera engañado en su buena fe, Evnissyen le contó en un aparte la traición de los soldados ocultos en los sacos, poniendo de manifiesto la artera intención de los irlandeses.
Pero Nissyen, por su parte, fiel a su carácter apaciguador y sereno, imploró al rey gales que aceptara la paz que Matholwch le ofrecía, y resultó tan convincente y sensato, que Bendigeit finalmente aceptó la rendición que el monarca gwyddyl le ofrecía. Sin embargo, Evnissyen, que no terminaba de asimilar lo que consideraba una traición de los irlandeses, intervino diciendo:
—Mi señor Bendigeit, aceptemos el trato, pero a condición de que vuestro sobrino Gwern, hijo de Matholwch y Branwen, sea nombrado rey de Irlanda y vos os convirtáis en su regente.
La propuesta de Evnissyen le pareció justa a Bendigeit, como homenaje a lo que su hermana había sufrido, y fue aceptada por Matholwch, tras lo cual el príncipe Gwern recorrió todo el perímetro del salón, siendo abrazado por todos los presentes, hasta llegar al sitial en que se encontraba Evnissyen, quien, antes que nadie pudiera impedirlo, lo atrapó por los pies y lo arrojó en dirección a la chimenea. El niño cayó sobre las piedras, quebrándose el cráneo y sus sesos ardieron sobre las piedras del hogar.
Inmediatamente se desató una cruenta batalla dentro de la habitación. Los irlandeses, furiosos por la afrenta, se arrojaron contra los galeses, confiados en la ayuda de los hombres ocultos en las bolsas que, para su desconcierto, nunca llegó. La batalla, furiosa y sin cuartel, se prolongó hasta la caída de la noche y los jefes irlandeses, comprendiendo que se encontraban en inferioridad de condiciones, calentaron el caldero mágico que Bendigeit había regalado a Matholwch y, aunque los galeses mataban más soldados de los que perdían, esa ventaja se veía compensada con creces con los hombres que regresaban de la muerte.
Pero entonces, Evnissyen, viendo que había matado al mismo hombre dos veces, comprendió la táctica de los irlandeses y se sintió profundamente acongojado por haber puesto a sus compañeros en esa situación. Para compensarla, luchó hasta llegar junto al caldero, se zambulló dentro y presionó con los pies y la espalda contra las paredes hasta que el recipiente se partió en mil pedazos. Desafortunadamente, el esfuerzo realizado fue demasiado para su corazón y el hermano de Nissyen pagó con su vida el tremendo error de haber matado al príncipe heredero.
Finalmente, ante la imposibilidad de revivir a sus huestes, los soldados irlandeses fueron cayendo uno a uno, hasta que todos perecieron, mientras que por el lado gales sólo sobrevivieron, además de Bran, quien había sido herido en un pie por una flecha envenenada, siete guerreros: Prydery, Mannawyddan, Gliuieri eil Taran, Talyessin, Ynawc, Grudyen eil Murespel y Heilyn eil Gwyn Hen.6 Sintiéndose al borde de la muerte y dirigiéndose a los dos primeros entre los sobrevivientes galeses, Bendigeit les ordenó:
—Deseo que, cuando muera, me cortéis la cabeza y la llevéis con vosotros a Llundein (Londres), donde deberéis enterrarla en el Gwynn Vryn (Monte Blanco), mirando hacia Francia. Mientras ella permanezca allí, ningún enemigo podrá invadir el territorio de Britania. Durante el viaje, mi cabeza conversará con vosotros, y se convertirá en una compañía tan amable y amena como yo mismo lo he sido en vida. Sin embargo, tardaréis ochenta y siete años en llegar a destino, pues encontraréis innumerables motivos de demora a lo largo de vuestro camino. La primera demora se producirá en Harlech, donde pasaréis siete años entre fiestas y torneos, jactándoos de vuestras hazañas en Irlanda, mientras los pájaros de Rhyannon cantan dulcemente para vosotros.
"Luego partiréis hacia Penvro (Pembroke), en Gwales (Cornwall), donde os demoraréis los otros ochenta años en el castillo del hospitalario rey Myldrweyd, mientras mi cabeza permanece incorruptible, recordándoos los detalles de la batalla de Irlanda, hasta que abráis la puerta que da hacia Cornwall y Aber Henvelyn. En ese momento deberéis apresuraros en partir hacia Llundein y enterrar mi cabeza".
Y la profecía se cumplió al pie de la letra; tan pronto como Bendigeit murió, sus amigos separaron su cabeza del gigantesco cuerpo y partieron en cumplimiento de su pedido, llevando consigo a Branwen, pero ésta, tan pronto como pisó tierra en Aber Alaw, exclamó:
—¡Desdichada de mí por haber nacido! ¡Dos islas han sido totalmente destruidas por mi culpa! —Y diciendo esto, emitió un desgarrador gemido y su corazón cesó de latir.
A su muerte, los siete jefes galeses, portando la cabeza, se dirigieron a Harlech, donde permanecieron siete años escuchando los trinos de los pájaros de Rhyannon; luego partieron rumbo a Cornwall, y allí se alojaron durante ochenta años en un hermoso castillo, olvidando durante ese período todas las penurias pasadas y conversando con la cabeza como si fuera un contertulio más. Acorde con la profecía, el salón principal del castillo contaba con tres puertas, de las cuales dos estaban abiertas, y la tercera, la que conducía hacia Cornwall y Aber Henvelyn, permanecía cerrada. Pero al cabo de cierto tiempo (ellos no lo sabían, pero habían transcurrido exactamente ochenta años) Heilyn, hijo de Gwyn, exclamó:                                                 
—¡Que los dioses me condenen si no abro la tercera puerta, para ver si lo que fue dicho se ha cumplido!
Y con estas palabras la abrió, y de inmeditato la pena y el recuerdo cayeron sobre ellos, que se apresuraron a emprender el camino hacia Londres, donde enterraron la cabeza en Gwynn Vrynn, asegurando así que el territorio de Britania no sería afectado por plaga o enemigo alguno mientras la cabeza permaneciera en su escondite.
La verde Irwerddon había quedado deshabitada, con la sola excepción de cinco mujeres embarazadas, que se habían ocultado de la guerra en una gruta de las montañas de Wicklow. Esas mujeres parieron en la misma época cinco hijos varones, a los cuales criaron y educaron hasta que llegaron a una edad en que comenzaron a pensar en mujeres y a desearlas. Entonces, cada uno de ellos yació con la madre de otro y repoblaron la isla. También gobernaron el país, para lo cual lo dividieron en cinco reinos, que dieron origen a las cinco partes en que se divide actualmente Irwerddon.
Y así culmina esta rama del Mabinogion, que trata de la afrenta que Matholwch infiriera a Branwen, la lucha de Bandigeit Vran por vengarla y del viaje de su cabeza que durara ochenta y siete años.

Los ciclos mitológicos galeses (III)

EL ENSUEÑO DE

MAXEN WLEDlC




Maxen Wledic era emperador en Ruvein (Roma) y estaba considerado por sus subordinados como el más atractivo, simpático y sabio de los hombres, y el más adecuado para el cargo de todos los que habían regido el imperio antes que él.
Hasta que en una ocasión en que se encontraba en una partida de caza, homenajeando a treinta y dos reyes de otros tantos países aliados, llegó junto con ellos al valle del río Tíber, donde se detuvieron a descansar. El sol se hallaba alto en el cielo, y el emperador decidió descabezar un sueñecito, protegido del resplandor del astro por los escudos de sus soldados, colgados de los cabos de sus picas de caza.
Nunca sabría luego Maxen Wledic si lo que sucedió a continuación fue un sueño o una visión, pero lo cierto es que le pareció remontar el valle del río hasta llegar a sus fuentes, y luego más allá aún, ascendiendo a la montaña más alta del mundo, cuya cima le pareció tan elevada como el mismo cielo. Pero su viaje no se detuvo allí; una vez superada la montaña, descendió a los valles y llanos de más allá, donde pudo contemplar grandes ríos que bajaban tumultuosamente de sus laderas, para perderse en su camino hacia el océano.
Siguió el cauce del mayor de ellos hasta llegar a su desembocadura, y allí encontró una fastuosa ciudad y, dentro de ella, una gigantesca fortaleza custodiada por un sinfín de torres y almenas de diferentes colores. Junto a la muralla más alta podía verse un activo puerto, en el centro del cual se destacaba airosamente un navío de mayor porte que los demás, ricamente decorado con paneles dorados y plateados, al cual permitía el acceso un puente de madera de ébano y ricas cuerdas de raso, que lo unía a la ribera cercana. Mientras lo miraba, le pareció que él mismo subía a bordo; al momento, las velas se hincharon, se soltaron las amarras, y el barco zarpó a través de las mansas y redondeadas olas.
Varios días transcurrieron antes de volver a avistarse tierra, esta vez la de una isla, al pasar junto a la cual Maxen Wledic pudo distinguir tantas maravillas que su mente se resistía a aceptarlas: angostas cañadas por las que serpenteaban susurrantes arroyuelos, precipicios insondables, llanuras tan extensas como el océano y bosques en los que podían recogerse todo tipo de frutas.
Cuando la barca amarró en el muelle de un lujoso palacio, Maxen pudo entrar y recorrer maravillado un inmenso salón cuyo techo era de oro y los muros estaban tachonados de piedras preciosas. Las puertas eran de bronce, las mesas de plata y los divanes forrados en seda recamada en oro; sobre uno de ellos se tendían dos muchachos morenos jugando al gwyddbwyll.1
En el centro del salón, junto a una de las inmensas columnas de ébano, sentado en una silla de marfil adornada con dos águilas de oro, se encontraba un anciano de cabellos blancos. Frente a él se sentaba una muchacha tan hermosa, que su vista encandilaba como la del sol en todo su esplendor. Lucía una camisa de seda blanca cerrada sobre el pecho con dos broches de oro rojo, y un vestido de seda dorada, recamado en piedras preciosas.
Cuando Maxen se aproximó, la muchacha abandonó su silla, le echó los brazos al cuello, y ambos volvieron a sentarse en la silla, tan juntos que el mueble no pareció más ocupado que antes. Pero los sonidos del salón, suaves y armónicos, fueron trocándose en ruidos discordantes: los perros sacudían sus correas, los escudos se entrechocaban contra las espadas y los caballos piafaban y relinchaban inquietos, anticipando la trompa de caza.
Pero el daño ya había sido hecho y el emperador ya no recuperaría su reposo. Desde ese día no habría en él una molécula de su cuerpo que no se estremeciera y vibrara por su amor por la desconocida muchacha de la isla. Con un esfuerzo, logró comprender las palabras de su asistente:
—Majestad, ya es hora de que regresemos a palacio.
En silencio, Maxen Wledic montó su brioso palafrén y se dirigió hacia Roma, en medio de un triste y ominoso silencio. Así pasaron los días, que pronto se convirtieron en semanas; su único alivio era el sueño, porque en él podía volver a ver a su amada. Pero cuando despertaba no quedaban rastros de ella, y no tenía forma alguna de saber dónde podría hallarla. Y así siguió, hasta que un día su lugarteniente le dijo compungido:
—Mi señor, el pueblo ha comenzado a murmurar. No logran obtener respuestas a sus peticiones ni a sus necesidades. Se sienten abandonados y no saben qué hacer.
—Reúne al Consejo de Sabios —respondió el Emperador—; ellos me ayudarán a tomar una decisión sobre mi problema.
—Majestad —resumió el portavoz del Consejo luego de la deliberación de sus miembros—, ya que nos has honrado al consultarnos, te daremos nuestra opinión sincera. Creemos que tu estado de ánimo actual no resulta beneficioso para tu pueblo, para tus nobles y ni siquiera para ti mismo. Pensamos que sería más provechoso para todos que abandonaras temporalmente Roma y te dedicaras a buscar a la dama desconocida, ya que eso te devolverá la paz de espíritu que necesitas para recomponer tu imperio.
Rápidamente se reclutaron los guerreros más experimentados del reino, se los puso a las órdenes de los capitanes más diestros en el combate y en pocos días se logró reunir un ejército pequeño, pero avezado y dispuesto para una misión extraña y delicada: encontrar a la enigmática doncella entrevista por el emperador en el transcurso de su ensueño mágico.
La expedición de búsqueda se inició sin contratiempos; ascendieron una escarpada montaña que con sus dedos de roca arañaba los confines del cielo; recorrieron un río hasta su desembocadura en el mar, junto a una gran ciudad de torres coloreadas, y allí abordaron una nave que surcó las olas redondeadas y suaves para, finalmente, desembarcar en una isla desconocida para todos los integrantes de la expedición.
Sin embargo, desde el momento mismo de poner su pie en la dorada arena de la playa, las brillantes tonalidades de verde del paisaje parecieron liberar de un extraño sortilegio la mente de Maxen Wledic, quien inmediatamente supo, como por arte de magia, que se encontraban en la isla que sus habitantes llamaban Bretaña.
Recuperado de su letargo, el emperador reorganizó rápidamente a sus tropas y marchó sobre el territorio dominado por Beli, hijo de Manogan, y sus hijos, haciéndolos retroceder hacia el mar. Luego avanzó hacia Arvon, cuyos habitantes se rindieron sin luchar, y finalmente se encontró frente a la fortaleza de Aber Sein, en cuya sala penetró sin dificultad. Como en un sueño repetido pudo ver en el interior de la estancia a Kynan y Adeon, hijos de Eudav, jugando su partida de gwyddbwyll y al propio Eudav, sentado en su silla de marfil y tallando pacientemente sus trebejos. Intencionadamente demoró en volver sus ojos hacia el fondo de la sala... ¡y allí estaba ella: Elen, la doncella que había entrevisto en su sueño y que desde ese mismo momento había ocupado la totalidad de sus pensamientos, hasta el punto de hacerle postergar sus deberes de emperador!
Lentamente, Maxen se acercó hasta la silla de oro y, sin que mediara una sola palabra entre ellos, tomó las manos de la joven entre las suyas y la guió sin demora hacia sus aposentos, donde esa misma noche consumó su ansiado matrimonio.
A cambio de la virginidad que le había concedido, Maxen le ofreció que solicitara su agweddi,2 a lo que ella prudentemente respondió que deseaba la isla de Bretaña para que fuera regida por su padre, desde el Mor Rudd hasta el Mor Iwerddon,3 dejando las tres islas restantes bajo la hegemonía de Roma; además solicitó la construcción de tres fortalezas, a erigirse en los lugares que ella designara. El emperador accedió sin demora a su pedido, y el primero de los fuertes fue levantado en Arvon, donde Maxen Wledic radicó la corte principal de su imperio. Para ello se hizo traer tierra desde Roma, para que así resultasen más sanas para el emperador las tareas de dormir, sentarse o pasear. Para las restantes fortalezas se eligieron las regiones de Kaer Llion y Kaer Virddyn.
Siete años permaneció Maxen Wledic en Bretaña sin que surgieran contratiempos apreciables en su reinado, pero por aquel entonces las costumbres romanas establecían que todo emperador que permaneciera en el extranjero por más de siete años, debía quedarse en el lugar y perdía el derecho de regresar a Roma, donde se nombraba un reemplazante. Con tal motivo, Maxen recibió en Kaer Llion una carta amenazante escrita por el nuevo regente, en la que le prevenía que no volviera, so pena de ser ajusticiado.
Pero la carta tuvo un efecto contrario al previsto y despertó la ira de Maxen, que inmediatamente se puso en marcha con sus tropas en dirección a Roma. En el camino sometió a Francia, Borgoña y a todas las comarcas que se encontraban en su camino hacia la capital, a la que puso bajo asedio durante más de un año, aunque sin obtener resultados positivos.
Al cabo de ese año infructuoso, los hermanos de Elen Lluyddawc se agregaron al ejército de Maxen con una armada pequeña en número, pero compuesta por guerreros de tal envergadura que su efectividad era mayor que la de una de doble cantidad de soldados romanos. El emperador de la ciudad sitiada fue advertido de esta contingencia cuando sus observadores vieron a esta pequeña pero disciplinada tropa adosarse al ejército enemigo y desplegar sus pabellones.
Lo primero que Kynan y Adeon, hijos de Eudav y hermanos de Elen, hicieron al reunirse con el ejército de Maxen fue ir a recibir órdenes de su cuñado, pero mientras miraban juntos la forma desmañada en que los soldados romanos se lanzaban al asalto de las murallas, decidieron, de común acuerdo, intentar otro método menos esforzado y más efectivo de romper el cerco.
Para ello, midieron durante la noche la altura de las murallas y enviaron al bosque a sus carpinteros, con la orden de construir escalas, una para cada cuatro soldados.
Según las costumbres de la época, durante el mediodía los dos jefes enemigos tomaban sus comidas diurnas, por lo que las acciones bélicas se detenían por ambas partes, hasta que ambos terminaban de comer. En aquella oportunidad, sin embargo, los hombres de la isla de Bretaña tomaron su almuerzo más temprano, y bebieron hasta sentirse entonados para la batalla; y entonces, aprovechando el momento de tregua para el almuerzo, los bretones avanzaron contra las murallas y pusieron sus escaleras, logrando penetrar a la fortaleza al amparo de la sorpresa. Y antes que el nuevo emperador tuviera tiempo de reagrupar a sus tropas, lo sorprendieron y lo mataron, al igual que a la mayoría de los jefes y capitanes que pudieron encontrar. A pesar del factor sorpresa, sin embargo, invirtieron tres días con sus respectivas noches para someter a la totalidad de los hombres y apoderarse de la fortaleza. Mientras tanto, parte de la tropa bretona se ocupaba de impedir el acceso a las murallas a todo soldado de la armada de Maxen, antes de finalizar la tarea de limpieza que se habían adjudicado. Sorprendido por aquella actitud, Maxen comentó a Elen:
—Me extraña mucho que no haya sido en mi nombre que tus hermanos conquistaran la ciudad.
—Emperador —contestó ella—, mis hermanos son los hombres más valientes y más sabios del mundo. Ve tú mismo a reclamársela, y si son ellos quienes se han apoderado de ella, seguro que te la ofrecerán gustosos.
Así que ambos se dirigieron a pedirles que le entregaran la ciudad sometida, y los hermanos respondieron que la conquista de Roma y su rendición incondicional sólo se debían al esfuerzo de los soldados bretones, pero luego las puertas fueron abiertas de par en par y el emperador se sentó nuevamente en su trono, donde los romanos conquistados le rindieron el debido homenaje.
En agradecimiento a los servicios prestados, Maxen se reunió con Kynan y Adeon, y les dijo:
—Caballeros, ha sido gracias a vuestra astucia y valentía que he recobrado enteramente mi imperio. Por lo tanto, os ofrezco esta armada para que sometáis cualquier parte del mundo que deseéis.
Siguiendo su consigna, los hermanos de Elen se pusieron en campaña y sometieron feudos, fortalezas y ciudades amuralladas, donde mataban a los hombres pero dejaban con vida a las mujeres. Y así continuaron hasta que los jóvenes que con ellos se habían iniciado en las artes de la guerra fueron hombres de cabellos grises, cansados ya de luchas y de conquistas.
Llegados a ese punto, Kynan preguntó a Adeon, su hermano menor, si prefería quedarse exiliado en esas lejanas regiones, o si prefería retornar a la patria. El menor eligió la última opción, y muchos de sus jefes principales opinaron igual, por lo que Kynan permaneció en el último país sojuzgado, con el resto de las fuerzas.

Y así es como culmina esta narración, llamada "El ensueño de Maxen Wledic, emperador de Roma".

Los ciclos mitológicos galeses (II)

PWYLL Y RHYANNON,


HIJA DE HEFFEYDD EL SABIO


Cierto día en que Pwyll, príncipe de Dyffedd, se encontraba nuevamente de cacería en los alrededores de Arberth, su corte principal, manifestó sus deseos de recorrerlos cotos de las alturas del Gorsedd Wulbann,1 al cual no había subido nunca.
—Señor —le advirtió su jefe de halconeros—, es preciso que sepáis que ese cerro tiene un encantamiento, por el cual todo noble que se siente en su cima no podrá bajar de allí hasta sufrir antes golpes o heridas, o haber sido testigo de un hecho maravilloso.
—Los golpes y las heridas son algo a lo que un guerrero debería estar acostumbrado —respondió el príncipe—; en cuanto al hecho maravilloso, no me disgustaría ser testigo de uno. —Tras lo cual se dirigió al cerro, llevando consigo a algunos hombres de su comitiva. Y allí permanecían, contemplando el atardecer, cuando vieron acercarse por la pradera vecina a una mujer montada sobre un enorme caballo blanco. La desconocida vestía una larga túnica dorada y brillante, y el níveo animal parecía avanzar con un paso lento y cansino, aunque en muy corto tiempo llegó al pie de la colina en que se encontraban.
—¿Alguien reconoce a la amazona? —preguntó Pwyll, y ante la respuesta negativa, envió a uno de sus nobles a que lo averiguara. Uno de los caballeros se levantó rápidamente y salió al encuentro de la desconocida, pero no había llegado a la mitad del camino, cuando la dama espoleó su caballo, dejando al noble atrás.
—Majestad —explicó el hombre—, sería inútil tratar de seguirla a pie.
—Pues entonces corre a la corte, torna el caballo más rápido que encuentres y sal a buscarla —ordenó el rey, intrigado.
El noble fue por su caballo, lo montó y partió en persecución de la amazona, que parecía estar esperándolo un trecho más allá. Pero cuanto más rápido avanzaba el jinete, más lejos se encontraba de la mujer. Finalmente desistió y, casi desfalleciente por la carrera, regresó hasta donde se encontraba el rey aguardando.
—Señor, ni un gamo podría alcanzar a ese caballo. Es el animal más rápido que he visto en mi vida —se excusó.
—No te culpes por haber fracasado en su seguimiento, Hadel —repuso el rey—. La única explicación posible es que estamos frente a un caso de hechicería.
Pero aquel episodio había quedado grabado muy profundamente en la mente de Pwyll, y al día siguiente regresó al Gorsedd Wulbann, acompañado, por expreso pedido suyo, de la misma comitiva del día anterior. Sólo que en aquella oportunidad había ordenado a su escudero que llevara consigo el caballo más rápido que hubiera en todo Dyffedd.
Y no habían tenido siquiera tiempo de llegar a la cima, cuando nuevamente apareció la amazona, siempre al paso tardo y mesurado que había llevado la tarde anterior. Nuevamente salió el escudero en su persecución, y una vez más, todo fue en vano; el caballo blanco, sin siquiera agitarse, mantuvo fácilmente la distancia que los separaba.
Al día siguiente, terminado un breve y ligero refrigerio, Pwyll reunió nuevamente a su comitiva y todos ascendieron al cerro prodigioso.
—Allí está nuestra intrigante amazona —dijo el príncipe al poco rato, y agregó—: pero esta vez seré yo mismo quien parta en su busca. ¡Ensíllame bien mi caballo y tráeme las espuelas!
Pero tan pronto como comenzó a descender la ladera, ella se hallaba ya al pie de ésta. En vano fue que Pwyll espoleara brutalmente a su caballo, aflojándole las riendas; ella permaneció fuera de su alcance hasta que él le gritó:
—¡Escucha! ¡Por lo que más quieras, detente!
—Lo haré con mucho gusto —dijo, deteniéndose y levantando el velo que cubría su rostro—, pero a mi caballo le hubiera agradado que me lo hubieras pedido hace mucho tiempo.
—Dime, señora —pidió Pwyll —¿de dónde vienes y adonde te diriges?
—Sigo mi propio camino —respondió ella—, y me siento muy complacida de haberte conocido. En realidad —agregó, antes de que él pudiera interrumpirla—, tú eres el motivo de mi presencia aquí. Mi nombre es Rhyannon, hija de Heffeydd el Sabio, quien me ha prometido en matrimonio a un hombre al dual desprecio. Pero, aunque te sorprenda escucharlo, no existe en el mundo hombre alguno con quien desee desposarme, excepto contigo.
¡Yrof y a Duw!2 —exclamó Pwyll, utilizando su expresión favorita—. Por supuesto que me sorprende, pero además, te diré que ahora ya no existe fuerza en el Universo que me pueda obligar a unirme a otra mujer, así me den a elegir entre todas las vírgenes y damas del mundo entero.
—Entonces, hagamos un pacto —sugirió Rhyannon—; de aquí a un año exacto, en la corte de mi padre Heffeydd, yo misma prepararé un festín en tu honor, al que acudirás sin falta. ¿Aceptas?
—¡No habrá fuerza en el mundo que pueda impedírmelo! —respondió el príncipe al instante. Y habiendo concretado el próximo encuentro, se despidieron afectuosamente hasta el año siguiente.
Pwyll pasó el año en Arberth, y cuando se acercaba la fecha de la cita eligió a dos de sus compañeros más allegados y se dirigió con ellos a la corte de Heffeydd El Sabio, donde fueron recibidos calurosamente. La alegría reinaba en toda la región y se notaba que los preparativos se encontraban muy adelantados.
Pero cuando se sentaron a la mesa —Heffeydd El Sabio en el centro de la cabecera, con Pwyll a un lado y Rhyannon al otro—vieron entrar en el salón a un hombre joven y fuerte, de impactantes cabellos rojos y ropa de seda del mismo color, que ya desde la entrada se había dirigido cortés, pero firmemente a Pwyll y sus compañeros.
—Que los dioses te sean propicios —respondió el príncipe a su saludo, invitándolo a sentarse. Pero el recién llegado se negó, diciendo:
—No lo haré, a menos que me concedas lo que he venido a pedir.
—Tendrás lo que desees —respondió Pwyll, algo apresuradamente.
—¿Por qué has respondido de esa forma? —exclamó Rhyannon, aunque demasiado tarde.
—Debe mantener la palabra que comprometió frente a tantos nobles —terció el pelirrojo.
—Pero ¿qué es lo que deseas, amigo? —reaccionó el príncipe.
—Parecería estar decidido que después de este festín te acostarás con la mujer a quien más amo en el mundo —explicó el joven—, y estoy aquí para tomar tu lugar.
Las palabras parecieron huir de la boca de Pwyll, y Rhyannon dijo, fulminándolo con la mirada:
—Este es Gwawl, hijo de Clud, un pretencioso rico y pendenciero a quien querían entregarme contra mi voluntad, y ahora deberás hacerlo, so pena de quedar deshonrado. —Pero luego, bajando la voz susurró—: Debes simular que accedes a su pedido, y yo me encargaré del resto.
—¿Cómo podrás lograrlo? —preguntó Pwyll, en el mismo tono de voz.
—Espera y lo verás. Le fijaré un lapso de un año a partir de esta noche para acostarme con él. Pasado ese año, deberás acudir con esta bolsa y cien caballeros, al huerto ése que se ve desde aquí —dijo, señalándoselo, para luego continuar—: Deberás venir vestido de mendigo, con la bolsa en la mano, que pedirás te llenen de comida. Al ver que no se llena nunca, pues es una bolsa mágica, Gwawl preguntará qué sucede y tú le dirás que nunca se llenará, a menos que algún noble poderoso se pare sobre la comida dentro del saco y diga: "Han puesto demasiado alimento aquí". Entonces yo lo enviaré a él, a que prense con sus pies la comida, momento que aprovecharás para encerrarlo en la bolsa y cerrar las correas de cuero de la boca. Asegúrate de tener contigo una buena trompa de caza, pues ésa será la señal que deberán esperar tus hombres para entrar todos en la corte. —Y luego, alzando la voz en dirección a Gwawl, que seguía esperando, dictaminó:
—Este festín lo he preparado en honor de Pwyll, rey de Dyffedd, de sus hombres, de mi familia y de mis hombres, y no aceptaré en él a nadie más. Tú, Gwawl, en un año exacto a partir de esta noche, tendrás preparado tu propio festín en este mismo salón, y esa noche seré tuya.
Justo un año después de aquel día, Gwawl, hijo de Clud, se presentaba en el salón de banquetes en busca de lo prometido, mientras que Pwyll, príncipe de Dyffedd y Regente de Annwynn, llegaba con sus caballeros al huerto, provisto de la bolsa que le había entregado Rhyannon, y vistiendo pesados harapos y rústicas sandalias de cuero. Cuando se le informó que habían terminado de comer, y comenzaban las canciones y la bebida de sobremesa, se dirigió directamente hacia la mesa principal.
—Que los dioses te protejan — lo saludó cortésmente Gwawl.
—Y que a vos os den prosperidad —respondió Pwyll, para luego continuar—: Señor, tengo necesidad de pediros algo.
—Nada te será negado, si está dentro de mis posibilidades —contestó Gwawl—, y ésa será tu bienvenida.
—Sólo la necesidad me empuja a pedir, mi señor, pero nada de lo que pido es imposible para vos. Os ruego que llenéis de comida esta bolsa que aquí veis.
—Pues no me parece un pedido excesivo —accedió Gwawl, y dirigiéndose a los sirvientes, exclamó— ¡Traedle comida hasta llenar la bolsa!
Inmediatamente los sirvientes pusieron manos a la obra, pero el talego parecía no llenarse nunca, lo que hizo exclamar al pelirrojo:
—Oye, ¿es que no va a llenarse nunca?
—Yrof y a Duw, te juro que, por más que lo carguen no se llenará, a menos que un caballero poderoso, dueño de tierras y siervos se pare sobre él, prense mis alimentos con sus pies y declare que ya es bastante.
—Oh, mi hombre valiente —exclamó zalamera Rhyannon, aprovechando la oportunidad—, levántate y haz lo que dice, así nos veremos libres de su presencia.
—¡Con mucho gusto! —exclamó el pelirrojo. Se levantó y puso sus dos pies dentro de la bolsa, ocasión que aprovechó Pwyll para levantar y atar la boca con tanta rapidez que Gwawl quedó encerrado en ella. El príncipe hizo sonar entonces su cuerno de caza, con lo que aparecieron sus hombres, apresaron a los servidores de Gwawl y formaron un corro alrededor de la bolsa.
—¿Qué hay en este saco? —preguntó uno de ellos.
—Un tejón —respondió otro—, y el juego consiste en dar un golpe a la bolsa, ya sea con el pie, con una estaca o con cualquier otra cosa, y si el animal grita, el que le ha pegado tiene derecho a una ración extra de mead.3
Y así continuó el juego, hasta que el hombre dentro del saco protestó diciendo:
—Después de todo, soy un noble como ustedes y no merezco ser tratado de esta forma.
Ante esta justa petición, con la que el rey Heffeydd coincidió plenamente, Rhyannon y Pwyll acordaron dejarlo en libertad, pero sólo si antes prometía solemnemente no volver a pretender la mano de la hermosa princesa, ni intentar tomar venganza por los hechos ocurridos esa noche. Una vez que el pelirrojo hubo accedido a todo lo que le ordenaron, lo dejaron libre, y partió hacia su hogar, arrastrando tras de sí una pierna dolorida y la vergüenza de haber sido burlado en presencia de todos sus nobles.

Rhyannon y Pwyll, por su parte, permanecieron el resto de la noche en el salón de banquetes, hasta que llegó la hora de retirarse a sus aposentos, donde finalmente pudieron consumar su matrimonio, ya largamente postergado.
Dos días más tarde, Pwyll y Rhyannon dejaron el palacio del padre de ésta y se dirigieron hacia Arbert, donde el príncipe retomó sus funciones de Regente de Dyffedd y Anwynn, reinos que ambos gobernaron con prosperidad y justicia durante los años que les quedaron de vida.