domingo, 27 de octubre de 2013

La agitación del océano


UCEDIÓ hace tiempo que Indra, rey de los dioses, fue maldito por el gran rishi Durvasas, una porción de Shiva, por un desaire que éste le había hecho. A partir de entonces Indra y todos los tres mundos perdieron su energía y fuerza, y toda las cosas se fueron a la ruina. Entonces los daityas o asuras pusieron su fuerza contra los debilitados dioses de modo que éstos huyeron buscando la protección de Brahma; éste les aconsejó buscar ayuda de \‘ishnu, el domesticador de demonios, el dios inmortal, creador, preservador y destructor. Entonces Brahma habló y él mismo llevó a los dioses hasta la costa norte del mar de Leche, hasta el sitio de \‘ishnu, y pidió su ayuda. Entonces la Deidad Suprema, sosteniendo sus emblemas de concha, discos y maza, y radiante con luz, apareció ante el gran señor y otras deidades, y otra vez todos le adoraron. Entonces Han sonrió y dijo: «Yo restituiré vuestra fuerza. Haced lo que os ordeno: echad al mar de Leche hierbas poderosas, luego coged el monte Mandara como yana agitadora, la serpiente Vasuki como cordón y agitad el océano para el rocío de la vida. Para esto necesitáis la ayuda de los daitayas; -haced alianzas con ellos, entonces, y arreglad compartir con ellos el fruto de vuestra labor combinada; prometedles que, tomando la ambrosía, ellos se volverán inmortales. Pero yo veré que ellos no compartan el agua de la vida, sino que suyo será sólo el trabajo.»
Así los dioses entraron en alianza con los demonios, y juntos emprendieron la agitación del mar de Leche. Ellos lanzaron dentro poderosas hierbas, cogieron el monte Mandara como vara agitadora y a Vasuki por cordón, Los dioses cogieron su ubicación junto a la cola de la serpiente, los daityas junto a su cabeza. Han mismo, con forma de tortuga, se convirtió en un pivote de la montafia al ser girada alrededor; él también estaba presente invisible entre los dioses y demonios, tirando de la serpiente de un lado a otro; en otro inmenso cuerpo estaba sentado sobre la cima de la montaña. Con otras porciones de su energía sostenía al rey serpiente e infundía poder a los cuerpos de los dioses. Al trabajar de ese modo las llamas de la respiración de Vasuki chamuscaban las caras de los demonios, pero las nubes que derivaban en dirección a su cola refrescaban a los dioses con lluvias vivificantes.
Primero se alzó del mar la vaca que ofrece deseos, Surabhi, alegrando los ojos de las divinidades; entonces vino la diosa Varuni, con ojos envolventes, la divinidad del vino; después surgió el árbol Parijata del paraíso, la delicia de las ninfas del cielo, perfumando todo el mundo con la fragancia de sus flores, y se levantaron las tropas de apsaras, de encantadora hermosura y gracia. Entonces se alzó la Luna, a quien Mahadeva cogió y puso sobre su frente, y vino un chorro de mortífero veneno, que también Mahadeva cogió y bebió, para que no destruyera al mundo: era un veneno amargo que puso su garganta azul, por eso es conocido como Nilakanda, garganta azul, desde entonces. Luego vino Dhanwantari, cogiendo en su mano una copa del rocío de la vida, deleitando los ojos de daityas y rishis. Entonces apareció la diosa Shri, la delicia de Vishnu, radiante, sentada sobre un loto abierto; los grandes elefantes del cielo la untaron con agua pura traída por Ganga y servida en vasijas doradas, mientras los embelesados sabios le cantaban plegarias. El mar de Leche la adornó con una corona de flores que nunca se marchitan; Vishvakarrna la cubrió con joyas celestiales. Entonces ella, que era en realidad la esposa de Vishnu, se echó sobre su pecho y entonces, reclinándose, volvió sus ojos sobre los encantados dioses. Pero los daiiyas estaban poco satisfechos, dado que ahora eran abandonados por la diosa de la prosperidad.
Los enojados daiiyas arrebataron la copa de néctar de Dhanwantari y la volcaron. Pero Vishnu, adquiriendo la forma de una exquisita y encantadora mujer, les engañó y les fascinó: mientras reñían entre ellos robó el liquido derramado y lo llevó a los dioses, quienes bebieron un trago de la copa de la vida. Así vigorizados, pusieron a volar a los demonios y los condujeron abajo al infierno, y adoraron a Vishnu con regocijo. Entonces el Sol brilló claramente otra vez, los Tres Mundos se volvieron prósperos una vez más y la devoción floreció en los corazones de toda la gente. Indra, sentado sobre su trono, compuso un himno de plegaria para Lakshmi; ella, así adorada, le otorgó dos deseos. Ésta era la elección que nunca otra vez ella abandonaría los Tres Mundos, ni tampoco debería abandonar a nadie que le cantara una plegaria con las palabras del himno de Indra.
La fortuna de la diosa del bien nunca abandonará la casa por tres generaciones de quien así oye la historia del nacimiento de Lakshmi del mar de Leche, o de quien alguna vez la lee; conflictos o mala fortuna nunca entrarán donde se cante el himno de Lakshmi.


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