domingo, 27 de octubre de 2013

La virtud de la compasión

Hablado de Bhishma a Yudhishthira:
Vivía un cazador en la ciudad de Benarés. Él partió en busca de antílopes, cogiendo un carcaj lleno de flechas envenenadas. Encontró una manada muy adentro del bosque y disparó una flecha hacia ellos; pero no acertó el blanco y la flecha envenenada entró en un gran árbol del bosque. Herido por el mortífero veneno, el gran árbol se marchitó y dejó caer sus hojas y frutos. Pero cierto santo papagayo había vivido toda su vida en un hueco en ese árbol, protegido por el señor del bosque, y aunque el árbol ahora estaba seco, él no abandonaría su nido, tal era el amor que le tenía. Silencioso y apenado, inmóvil y sin comida, el agradecido y virtuoso papagayo se secó con el árbol.
El trono de Indra se calentó; mirando abajo hacia la Tierra, se maravilló ante la devoción y extraordinaria resolución del noble pájaro, fiel igualmente en la felicidad y en el dolor. «¿Cómo», reflexionó, «puede este pájaro poseer esos sentimientos, que no son encontrados en criaturas inferiores? Tal vez no es tan extraño, dado que toda criatura es amable y generosa hacia otras.» Entonces, para probar más el asunto, Indra asumió la forma de un cuerpo de un santo brahmán y se aproximó al árbol. «Buen pájaro», dijo, «¿por qué no abandonas el árbol seco?» El papagayo se inclinó y respondió: «Bienvenido, rey de los dioses; por el mérito de mi disciplina, te conozco.» «iBien hecho!», exclamó la deidad de los mil ojos, maravillándose ante la sabiduría del pájaro. El preguntó otra vez: «L,Por qué te aferras a este árbol sin hojas, inadecuado para proteger a ningún pájaro? Déjalo y elige otro, dado que hay muchos hermosos árboles por aquí en el bosque.»
Entonces el papagayo suspiró: «Soy tú sirviente. Mira la razón de esta cuestión: Aquí en este mismo árbol yo vine a la vida; aquí aprendí toda la sabiduría que tengo; aquí fui protegido de todo enemigo. ¿Por qué quieres desviarme de mi senda, ya que soy compasivo y agradecido? No me aconsejes dejar al árbol; mientras vivía fue mi protector; ¿cómo puedo abandonarlo ahora?» Entonces Indra estaba muy agradecido y ofreció un deseo a voluntad al virtuoso pájaro. Éste fue el deseo que eligió el pájaro: «Deja que el árbol reviva.» Entonces Indra lo regó con el agua de la vida y fue llenado con savia, y dio hojas y flores.

Así fue el árbol restituido a la vida por la virtud de los méritos del papagayo, y él, también al final de su vida, obtuvo un sitio en el cielo de Indra. Así los hombres obtienen !o que quieren por la amistad con la virtuosidad y santidad, tal como el árbol por amistad con el papagayo.

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