martes, 26 de julio de 2016

Los insectos, especialmente las mariposas en la mitología japonesa

Finalmente, los insectos son bien conocidos en el folclore japonés, aunque sean más comunes como tema de poemas y pinturas. De todos modos, se presentan como hadas, jugando con las flores, devolviendo deudas o buscando el conocimiento budista. Ya hemos contado la historia de la avispa agradecida, y hay cuentos semejantes con referencia a luciérnagas o mariposas también agradecidas. Las libélulas o caballitos del diablo son cantados a menudo en la música tradicional, y se cree que los de color rojo están asociados con el regreso de los muertos a sus hogares del mundo. La mariposa en el folclore es una diminuta hada con alas multicolores; el grillo teje en su nido y avisa a los hombres con su canto la llegada del invierno; el matsu-mushi (Calyptotryphus mamiomtus), el «insecto del pino», suspira y aguarda a su amigo[86].
De todos éstos, la mariposa es el insecto más popular, y frecuentemente se ejecuta en las festividades una música instrumental y una danza característica que representa a tan frágil insecto. La mariposa también aparece en el teatro No. Esta es la historia:

Un monje itinerante visita Miyako y pasa una noche en un palacio abandonado. Es una sosegada noche primaveral, el aire es suave y tranquilo, y la luna ilumina la escena. Aparece una mujer y le habla al monje de las glorias del pasado, cuando las flores se abrían en los jardines y la música y las fiestas daban felicidad al lugar. Después, le confiesa que ella es en realidad el espíritu de la mariposa, que disfruta con la compañía de todas las flores, excepto la del ciruelo (en japonés, ume), que florece muy pronto en primavera, y le pide al monje que le imbuya los conocimientos budistas para que pueda vivir en comunión con todos los seres. A continuación se transforma en mariposa, de color rosado y una guirnalda verde en la cabeza, y un par de alas de colores muy variados. El monje recita la escritura Hokke-kyo, («El loto de la verdad»), y mientras él recita la mariposa canta y baila. La última parte del drama se compone de la canción del hada y el coro, como sigue:

Las flores florecen según las estaciones,

su corazón vaga entre los troncos de los árboles.

Aquí, cerca de los jardines imperiales, en el palacio abandonado,

las flores silvestres se bañan a la suave brisa de la primavera,

los pájaros amarillos [ruiseñores japoneses] cantan entre las ramas.

Ved a la mariposa danzando entre las nubes de flores,

entre los pétalos que vuelan corno copos de nieve,

agitando sus mangas y barriendo a un lado los pétalos.

¡Oh, qué visión tan encantadora!

Cuando haya pasado la primavera y se haya ido el verano,

y el otoño esté presente, y todas las flores se agosten,

sólo quedará la blanca escarcha de los crisantemos.

Dando vueltas en torno a las ramitas que aún contienen flores,

la mariposa baila como una peonza,

girando y girando se vuelve hacia la Iluminación.

Ved al hada bailando la danza del Bodhisattva,

la danza y el canto celestiales.

Su figura poco a poco se aparta de nosotros,

hacia el cielo que amanece de la noche primaveral.

Ved sus alas moviéndose entre los círculos arremolinados de la niebla,

¡ved cómo su figura gradualmente desaparece en la bruma matinal!



A modo de transición de las historias de plantas y flores, añadiremos otro cuento de mariposas, en el que una aparece como la encarnación del alma humana rondando entre las flores que había amado en su vida anterior.
Érase una vez un joven llamado Sakuni. Pasaba la existencia plantando y cuidando flores. Luego se casó con una joven que tenía la misma afición. La pareja únicamente se ocupaba de las flores que crecían en sus espaciosos jardines. Nació un hijo que también heredó este amor por las flores. Al cabo de muchos años de esta vida idílica, marido y mujer murieron. El hijo siguió cultivando sus plantas y hierbas con más amor que nunca, como si fuesen los espíritus de sus difuntos padres. Al llegar la primavera, el muchacho observó que dos mariposas aparecían día tras día y revoloteaban juntas entre las flores. Como el joven también amaba a las mariposas, procuró que no recayese sobre ellas ningún mal. Una noche soñó que sus difuntos padres volvían al jardín y veían conmovidos y admirados a las flores, y finalmente se convertían en mariposas. A la mañana siguiente, el muchacho corrió al jardín y encontró a las mismas mariposas revoloteando entre las flores, tal como las había visto en su sueño. Así supo que las queridas mariposas eran realmente las almas de sus padres, por lo que empezó a alimentarlas con miel y las cuidó con toda ternura y solicitud.

 [86] La palabra matsu significa a la vez “pino” y “aguardar”. El relato trata de dos amigos a quienes les gustaba escuchar el susurro de los insectos en el campo Abe-no. Uno de ellos muere allí y desde entonces canta plañideramente en armonía con los insectos mientras espera que su amigo se reúna con él.

 




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